Ecología
18 de junio de 2012

RIO +20, el futuro que queremos

Dra. Graciela A. CANZIANI

Según el Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, “Rio+20 será una de las reuniones mundiales más importantes sobre desarrollo sostenible de nuestros tiempos”. Esta conferencia que convoca a jefes de estado y dirigentes y representantes de distintos sectores civiles es la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible”. Se la considera como una oportunidad histórica para acordar el camino a seguir que permita concretar lo que el Informe Brutland en 1987 definió como “el desarrollo que satisface las necesidades del presente sin comprometer la posibilidad de que las generaciones futuras satisfagan las suyas”.

El concepto parece claro, pero desde la Cumbre para la Tierra de Río de Janeiro, en 1992, ha sido escaso el progreso logrado si se lo compara con la magnitud de los problemas que enfrenta la humanidad y la aceleración del deterioro. En buena medida, los frenos a la implementación de soluciones provienen de intereses sectoriales de variados tipos y de la falta de decisión.

El temario de Rio+20 pasa por siete ejes que marcan los problemas más críticos de nuestro tiempo: Empleos, Energía, Ciudades, Alimentación, Agua, Océanos, y Desastres. En cada nación del planeta se han estado realizando reuniones preparatorias y actividades de concientización para que representantes de los distintos sectores lleven las opiniones y propuestas a los debates de Rio+20.

Una reunión preparatoria muy orientadora de lo que puede presentarse en Rio+20, y en la que tuve oportunidad de participar, fue la convocada en Londres en Marzo pasado por varios organismos científicos de las Naciones Unidas: Consejo Internacional para la Ciencia (ICSU), Programa Internacional de la Ciencia de la Biodiversidad (Diversitas), Programa Internacional de la Geósfera-Biosfera (IGBP), Programa Mundial de Investigaciones Climáticas (WCRP),  y Programa Internacional de la Dimensión Humana en el Cambio Ambiental Global (IHDP). La conferencia tuvo como presidentes a Lidia Brito, de Mozambique, y Mark Stafford Smith, de Australia, y como Asesora Científica Principal a la Premio Nobel de Economía 2009, Elinor Ostrom, analista de la diversidad de medios de gestión de los bienes comunes salvaguardando siempre el principio de que el derecho a estos bienes es igual para todos.

Los ejes de la discusión en la Conferencia fueron nueve: Agua, Alimentos, Biodiversidad, Bienestar, Instituciones y Gobernanza, Riesgos interconectados y soluciones, Economía verde, Energía, y Salud. Los asistentes, más de 3000, pertenecíamos a la comunidad académica (grupo mayoritario), a la sociedad civil, al sector productivo y al sector de gobierno. Gracias a los avances tecnológicos actualmente disponibles, participaron desde sus países otras 3000 personas.

Día a día se fue centrando la discusión en los sucesivos aspectos de diagnóstico del estado del planeta, el planteo de opciones y oportunidades, el reconocimiento de los desafíos a vencer, terminando en la discusión del concepto de gestión planetaria. Dentro de cada uno de estos aspectos se fueron planteando y discutiendo los “cómo”: cómo satisfacer las necesidades globales de alimento, energía, agua y servicios de los ecosistemas; cómo transformar los estilos de vida desarrollando nuevos caminos ante el inevitable cambio ambiental; y desde luego cómo lograr gobernanza en todos los niveles, desde lo muy local hasta lo global. En otras palabras: cómo generar nuevos sistemas para administrar el planeta.

Las conferencias plenarias (fueron grabadas y pueden escucharse en: http://www.planetunderpressure2012.net/webstreaming.asp ) marcaron los puntos esenciales de las discusiones que luego se llevaron a cabo en numerosas sesiones temáticas paralelas. 

Es claro que las demandas sobre los sistemas terrestres, marinos, de agua dulce y atmosférico continúan creciendo. Es necesario, por un lado, satisfacer la necesidad de alimento, agua potable y energía de una población humana creciente y al mismo tiempo preservar la capacidad del planeta de proveer los servicios ecosistémicos necesarios para la vida, incluyendo la regulación del clima. Ya en el documento de referencia del “Millenium Assessment” publicado en 2005 se hace clara referencia a que las componentes del bienestar humano están estrechamente relacionadas con los servicios que prestan los ecosistemas, que a su vez se vinculan con la diversidad de los organismos que los conforman.

También surge claramente la necesidad de equidad social para resolver el problema de la pobreza y reducir la brecha entre los segmentos más carenciados y los más acaudalados de las sociedades. Ambos extremos impactan negativamente al ambiente: unos por no contar con la información o los medios adecuados, otros por no tener conciencia de la magnitud del impacto de sus estilos de vida.

Urge reducir el consumo exagerado e innecesario, el derroche de energía y la generación de residuos, y transformar los hábitos de las sociedades para mejorar la calidad de vida de una población creciente. Urge dar a las sociedades marginadas una vida digna, con acceso a la educación, el empleo y la salud, en el respeto de los valores culturales y de los derechos de cualquier ser humano.

El consumo irracional es una de las características de las sociedades humanas que más destrucción ambiental genera. Se alienta el consumismo pensando que sostiene las economías, pero los costos ambientales exceden los beneficios. Es entonces necesario computar también los costos ambientales y sociales de los sistemas de producción y de los estilos de vida.

Según un reciente informe de la FAO, 1300 millones de toneladas de alimentos se desperdician sin ser consumidos. En todos los países, desarrollados o no, por distintas razones se pierde entre un 30% y un 50% de los alimentos que se producen. Aún así, se habla de seguir destruyendo ecosistemas naturales para producir alimentos. Sumemos a esto lo que derrochamos de energía en todas sus formas y el despilfarro de agua que hacemos y cómo la contaminamos.

Existe la creencia de que para lograr desarrollo es necesario el crecimiento, pero crecimiento y desarrollo no van necesariamente de la mano. Según el economista Manfred Max-Neef,  “Los principios de la economía deben estar fundamentados en cinco postulados y un valor esencial. Primero: la economía está para servir a las personas y no las personas para servir a la economía. Segundo: el desarrollo se refiere a las personas, no a las cosas. Tercero: crecimiento no es lo mismo que desarrollo y el desarrollo no necesariamente requiere de crecimiento. Cuarto: no puede existir una economía con un ecosistema fallando. Quinto: la economía es un subsistema de un sistema mayor y finito: la biosfera. Por lo tanto, el crecimiento permanente es un imposible. Y el valor fundamental para poder consolidar una nueva economía es que ningún interés económico, bajo ninguna circunstancia, puede estar por encima de la reverencia por la vida.”

Un punto tal vez sorprendente en este ámbito internacional de la Conferencia es que hubo total acuerdo respecto que el PBI no refleja la riqueza real de un país y que es necesario encontrar otro índice económico que incluya el capital humano y el capital natural. Eso requiere un giro importante respecto de lo que ha venido utilizándose como referencia del desarrollo de los países.

Por esto es necesario imaginar nuevos sistemas en las distintas escalas, -local, regional, global- para una administración eficiente y efectiva de los recursos del planeta. Las sociedades no han enfrentado nunca un problema de la magnitud del actual. Tampoco los sistemas internacionales están diseñados para manejar los desafíos que enfrentamos hoy, ni pueden tomar la responsabilidad de hacerlo.

La situación crítica que enfrenta la humanidad plantea la necesidad de nuevos enfoques y propuestas innovadoras basadas en el conocimiento para poder encarar las soluciones a semejantes problemas. Las ciencias exactas y naturales, las ciencias sociales, las ingenierías y las tecnologías disponen de avances considerables que es necesario incorporar en las decisiones políticas.

Se insistió por sobre todas las cosas en la necesidad de un cambio de actitud de las personas, de un comportamiento austero y mesurado, de respeto por la Naturaleza, y de mayor equidad en cada sociedad y entre las naciones. El cambio de actitud pasa por la toma de conciencia y la educación en el sentido más amplio. La necesidad de incrementar los niveles de educación, especialmente en las mujeres, fue otro de los puntos a destacar. Las mujeres son quienes educan a las familias, y son quienes deciden la economía familiar, y por eso la influencia que puede tener una mujer informada y preparada en la sostenibilidad de las actividades económicas es grande.

Como resultado de todo lo debatido y analizado durante la conferencia, se consensuó la publicación de una declaración denominada “State of the Planet Declaration”, Declaración Estado del Planeta. El documento resulta interesante porque se basa en evidencia científica recolectada a lo largo de las últimas décadas. En él, con un lenguaje muy directo, se identifican los desafíos globales generados por la aceleración de los cambios en los procesos ambientales; se reconocen los avances en el conocimiento científico que permiten detectar límites y umbrales de no-retorno; se evidencia la interconexión e interdependencia de los procesos ambientales, económicos y sociales; se señala la necesidad de nuevos mecanismos para gobernar bajo el cambio ambiental global; se plantea la necesidad de nuevos enfoques y nuevas soluciones basadas en el conocimiento; se reconoce la necesidad del compromiso de reorientar y reestructurar las instituciones nacionales e internacionales; se destaca la urgencia de proponer metas de sostenibilidad global; y finalmente, se señala la necesidad del reconocimiento del valor monetario y no-monetario de los bienes públicos tales como educación, salud, servicios ecosistémicos y recursos naturales comunes.

En un intento de resumir todo lo analizado, debatido y consensuado durante esos cuatro días, podría decir que la necesidad del cambio es urgente y que es imperioso actuar sin demora. Pero el cambio no puede ser impuesto “desde arriba” o “desde afuera”. El cambio debe darse desde las comunidades, con ciudadanos responsables y comprometidos. Hay que tener sumo cuidado en no comprar soluciones estándar impuestas desde afuera, porque no hay soluciones “llave en mano”. Cada sociedad debe buscar qué solución es la adecuada para su situación, basada en el conocimiento que pueda aportar la comunidad académica y tecnológica, adaptada a su propia cultura, pero mirando necesariamente a la totalidad del planeta. Eso porque la humanidad toda va navegando por el espacio en la misma y única nave espacial: la Tierra.

En estos días en Rio de Janeiro se desarrolla la “Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible”, con la participación de los representantes oficiales de las naciones, pero también muchas otras reuniones paralelas de gente comprometida con la solución real y concreta y sin demoras de los desafíos que tenemos delante de nosotros. Cabe destacar, por su magnitud y propósito, Asamblea Permanente de los Pueblos, el principal foro político de la “Cumbre de los Pueblos por la Justicia Social y Ambiental” en la que la sociedad civil global, las organizaciones, redes y movimientos sociales buscan proponer una nueva forma de vida en el planeta, en el respeto de la vida, en contra de la mercantilización de la naturaleza y en defensa de los bienes comunes. Allí se pretende discutir las causas estructurales de la actual crisis de la civilización, sin separar los ejes –energía, agua, alimentos, empleo, ambiente, salud, etc.– porque están inevitablemente interconectados, y se espera reafirmar los nuevos paradigmas y alternativas construidos por la gente, “desde abajo”. Nos interesa en particular lo que se plantee desde la visión los pueblos de Latinoamérica, asumiendo el reto de construir un modelo de sociedad y de vida sostenible, basado en los principios de dignidad, solidaridad, libertad, igualdad y justicia social.

Por eso Río+20 es una oportunidad histórica. En muchos aspectos estamos tocando y hasta transponiendo los umbrales de no retorno, de irreversibilidad de los sistemas naturales. Ya es hora de decidir cuál es el futuro que queremos, tal como lo señala el lema de la reunión, y actuar en consecuencia. No es el momento de cruzarse de brazos y esperar que otro se ocupe.

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Dra. Graciela A. CANZIANI:
Diplome de Mathématicien, Doctor of Philosophy (PhD Mathematical Ecology), UTK. Profesora Titular, Departamento de Matemáticas, Facultad de Ciencias Exactas, UNICEN, Directora del Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable (ECOSISTEMAS).
Contacto: canziani [at] exa [dot] unicen [dot] edu [dot] ar