Educación | Sociedad
3 de julio de 2014

Paz. La construcción compleja de un concepto polisémico

Lic. Luciano ANGELI, Lic. Lucía MARCENAC y Ana Paula OLMOS

Educar para la paz supone ante todo entenderla como condición humana posible, pero no por ello fácil de alcanzar y menos aún, de definir y practicar. Objeto anhelado/deseado por el ser humano, objeto de valoraciones y generador de emociones culturalmente construidas, objeto más reciente de conocimiento, la paz se nos presenta esencialmente compleja. Podemos reconocer tres dimensiones analíticas en las que se revela dicha complejidad:

- La dimensión de lo experiencial/emotivo/volitivo: cuáles son las vivencias/registros inscriptos en nuestra corporeidad/ valores/ experiencias subjetivas vinculados a la paz, que hemos construido o internalizado en nuestra historia personal.

- La dimensión de lo metodológico-práctico: cómo investigar sobre la paz, qué cuestiones/ fenómenos/ acciones, deben observarse para comprender los procesos de paz, desde qué perspectiva metodológica nos aproximamos a ellos, cómo educar para propiciar o alcanzar procesos de pacificación social.

- La dimensión teórico-conceptual: cómo se ha definido la paz, desde qué enfoque, qué conocimientos se disponen para comprenderla como objeto de estudio, con qué categorías analíticas se la describe.

Estas dimensiones se implican mutuamente y se encuentran atravesadas por factores socio-históricos (económicos, ideológicos, culturales, políticos, etc.). Dimensiones y factores resultan imprescindibles para comprender, de manera más amplia y profunda, la diversidad de perspectivas presentes en los estudios de la paz que hoy circulan en el colectivo social.

La primera dimensión mencionada, remite a la idea de paz como experiencia vital. El ser humano en su corporeidad comprende y experimenta los significados asignados a la paz según su propia percepción y sensibilidad y según las representaciones que sobre ella circulan socialmente. En este sentido es importante aclarar que si bien son expresadas y reproducidas individualmente, estas percepciones y sensibilidades se construyen en condiciones sociales y culturales concretas.

La segunda dimensión remite a las dificultades y controversias surgidas en los ámbitos científico y educativo a la hora de abordar un objeto ligado tanto a lo cognitivo, como a lo sensible y afectivo. En este sentido algunos autores (Galtung 2003, Muñoz 2001) han señalado la necesidad de un “giro epistemológico” e incluso ontológico y axiológico en la ciencia, para el estudio de la paz. Esto es, la necesidad de una ciencia que parta de una idea de ser humano distinta, no naturalmente (ni necesariamente) agresivo, destructivo y violento, y de la ineludible e indispensable inclusión de los valores para la comprensión de un fenómeno social como la paz.

En cuanto a la dimensión teórico-conceptual, el interés por la paz se ha manifestado inicialmente en las religiones y la filosofía, pero adquirió una entidad diferente a partir de las guerras del siglo XX, como un intento de poner freno a las formas bélicas de resolución de conflictos. Concretamente a partir del año 1950, la investigación para la paz se constituye como disciplina académica. Por esos años, la paz fue definida como “situación de no-guerra, la paz negativa” (Muñoz, 2001: 4). Se estudiaban temas como la carrera armamentista y los procesos de paz entre estados, particularmente desde la perspectiva de las relaciones internacionales.

Es a fines de los 60, principios de los 70, que el sociólogo noruego Johan Galtung aporta a los estudios sobre la paz, la distinción entre violencia directa y violencia estructural, que alude a las condiciones sociales de pobreza, desigualdad de género, dominación, etc., como cuestiones que operan desde los sistemas sociales para impedir la paz. Paralelamente las Naciones Unidas proponen la educación para la paz como condición indispensable para la construcción de una ciudadanía mundial y de sociedades más pacíficas, expresando la necesidad de transformar los conflictos a través del diálogo, la mutua comprensión y la valoración de la diversidad.

Será esta nueva mirada sobre la paz la que quedará expresada esencialmente en el concepto de “paz positiva” enunciado por Galtung, cuya concreción supone la realización de tres tipos de paces: la “paz directa”, la “paz cultural” y la “paz estructural”. La “paz directa” refiere a la regulación no violenta de los conflictos y está relacionada con el amor y la unión entre mentes, cuerpos y espíritus, a través de las interacciones cotidianas entre las personas; en otras palabras, está asociada a la bondad verbal y física. La “paz cultural”, vinculada a la existencia de valores mínimos compartidos orientados al respeto de los derechos humanos, implica a los sistemas de legitimación de aquellas prácticas cotidianas, en tanto otorgan sentido en función de una determinada cultura; para lograrla, es necesario lograr la legitimación de la paz en la religión, el derecho, la ideología, las artes y la ciencia. Finalmente, la “paz estructural” tiene que ver con las condiciones de base de una sociedad determinada, con formas de organización social que favorezcan un nivel mínimo de violencia y un máximo de justicia social.; implicaría sustituir la represión por la libertad, la equidad por la explotación, propiciar la integración y no la segmentación. Como puede verse, Galtung incluye tres dimensiones necesarias para la construcción de la paz: las relaciones sociales cotidianas, las producciones culturales en las cuales se sostienen, y las estructuras de una sociedad sobre las cuales se edifican.

De manera que la teoría sobre la paz fue ampliándose, desde una perspectiva reduccionista en la cual era definida como ausencia de violencia directa, a una visión ampliada de la paz positiva que refiere a los niveles de desarrollo humano logrados en una sociedad y que se concretiza en los distintos niveles de la vida social. La paz es uno de los valores máximos de la existencia humana, afecta a todas las dimensiones de la vida: individual, interpersonal, intergrupal, nacional e internacional y exige la igualdad y reciprocidad en las relaciones humanas (Jares, 1991). En este sentido entendemos la paz como un modo de vida individual y colectivo que posibilita la práctica real de los derechos humanos y la justicia y que promueve el desarrollo potencial de los seres humanos.

Notas:

1. Algunos de los contenidos de este artículo forman parte de los materiales de lectura elaborados para la Diplomatura Superior en Educación para la paz y el Abordaje de la Conflictividad Social

2. Se agradecen los aportes de Mónica Bouyssede, Codirectora de la Diplomatura Superior en Educación para la paz y el Abordaje de la Conflictividad Social.

Bibliografía:

Galtung, J. (2003) Paz por medios pacíficos. Paz y conflicto, desarrollo y civilización, Ed. Gernika Gorgoratuz, Bilbao.

Muñoz, F. (2001) “La paz imperfecta ante un universo en conflicto”, disponible en: http://www.ugr.es/~eirene/eirene/Imperfecta.pdf

Jares, X. (1991) Educación para la paz. Su teoría y su práctica. Madrid: Editorial Popular.

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Lic. Luciano ANGELI:
Psicopedagogo. Licenciado en Psicología. Integrante del equipo pedagógico de la Diplomatura Superior en Educación para la Paz y el Abordaje de la Conflictividad Social.
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Lic. Lucía MARCENAC:
Licenciada en Sociología. Integrante del equipo pedagógico de la Diplomatura Superior en Educación para la Paz y el Abordaje de la Conflictividad Social.
Contacto: lucia1323 [at] hotmail [dot] com
Ana Paula OLMOS:
Trabajadora Social. Integrante del equipo pedagógico de la Diplomatura Superior en Educación para la Paz y el Abordaje de la Conflictividad Social.
Contacto: anapaularagonese [at] hotmail [dot] com