Relaciones Internacionales
29 de marzo de 2011

MERCOSUR: Democracia y procesos políticos

Lic. Ezequiel A. ESCUDERO

Durante lo que va del Siglo XXI la democracia, a lo largo del Sur del continente, debió sortear numerosos obstáculos haciendo frente a los nuevos embates del neoliberalismo y el divorcio entre la política y el interés que esta despierta en el ciudadano latinoamericano. La democracia en América Latina es un dato novedoso, con una tradición de fuertes contrastes. No sólo el concepto de democracia contiene en nuestras latitudes el legado universal de una trayectoria de larga duración, sino que el mismo revela un cambio de significados y de contextos tan rico como persistente. “El proyecto de la democracia es, en efecto, parte inescindible de nuestra historia y, por lo tanto, va forjando, mediante innumerables acciones, un cartabón que permite medir éxitos y fracasos, avances y retrocesos” (Botana: 2004).

En la segunda mitad del Siglo XX, la región vivió etapas de búsqueda profunda de una sociedad más justa e igualitaria a razón de contrastar la embestida neoliberal y sus consecuencias sobre el ciudadano común de cada país. La búsqueda de mejores condiciones de vida debía sortear la instalación del ciclo autoritario, impulsor de la falacia de que la libertad debía ser sacrificada en pos del crecimiento económico. En los años noventa, ya concretado el proceso de redemocratización, se percibió que el crecimiento no había tenido la magnitud pregonada y que la redistribución de riquezas sólo había formado parte de la retórica neoliberal de turno. Lo que se desprende en el trasfondo de este “fin de la historia”, es la reconquista de las libertades políticas con la amplitud de conciencia y el debate sobre las fracturas dejadas por el crecimiento excluyente.

Si bien es cierto que la ideología neoliberal pasa por una etapa de retracción en el continente, dejó tras de sí un halo de sombras a los desafíos del pasado: crisis social, economía estancada y desarticulación del aparato estatal. Si tomamos ejemplos de esta recuperación en base al consenso de las clases sociales más desprotegidas, en Brasil, la elección de Luiz Inácio Lula da Silva, en 2002, fue el resultado de un proyecto político madurado durante dos décadas en la construcción del Partido de los Trabajadores (PT) “…nuestro principal proyecto estratégico se consagró como victorioso y nos lleva hacia una nueva fase”, reconocía una de las figuras más significativas del gobierno brasileño (Marco Aurelio García: 2004).

Toda esta etapa de consolidación de partidos políticos divorciados de los designios del Consenso de Washington, comenzó a manifestarse en otros países como Argentina con Néstor Kirchner, Bolivia con Evo Morales, Ecuador con Correa y la propia Venezuela de la mano de la consolidación de Hugo Chávez a través de la fuerte apuesta a la nacionalización de recursos clave como el petróleo. Sin dudas, este fue el inicio de un profundo cambio en las democracias del continente; un cambio orientado hacia el modelo mayoritario de democracia y de acuerdo con los deseos de la mayoría que se acerca más al ideal democrático de “gobierno del y para el pueblo” que el gobierno por y para la mayoría (Lijphart; 2000; pág.13).

Luego del ascenso al poder de movimientos sociales sindicados con banderas de izquierda, la siguiente tarea de las democracias en el continente fue consolidar una plataforma social ligada los movimientos populares azotados por embates de la derecha asociada al poder y al capital, que condujo a la desregularización de la economía: privatizaciones, apertura económica, precarización de las relaciones de trabajo, debilitamiento del Estado y sustitución del tema del desarrollo por el de la estabilidad monetaria.

Así, los movimientos populares pasaron directamente a la defensiva. Fueron afectados por el debilitamiento de las políticas sociales, la pérdida de derechos, el aumento permanente del desempleo y el subempleo que condujo a grandes cantidades de población laboralmente activa a formar parte de la economía informal de los Estados afectados. El desafío de la izquierda, en términos generales, era el de hallar proyectos alternativos al panorama que dejaba tras de sí el neoliberalismo. Todo este andamiaje en el devenir de los procesos políticos del continente, debió marcar el pulso interno en cada uno de los países del Sur; en mayor o menor medida, las vinculaciones de los gobiernos de tinte político afín resurgieron viejos canales de dialogo suprimidos, acaso, durante los embates del neoliberalismo y la consecuente pérdida de peso relativo del Estado en sus potestades soberanas. El Mercado Común de Sur (MERCOSUR) sumaría nuevos asociados, como Bolivia y Venezuela; y se impulsaría la Unión de Naciones Sudamericanas (UNASUR), con la clara intención de suprimir cualquier injerencia en los asuntos del Sur del continente por parte de los Estados Unidos; entiéndase, al quitar peso específico a la Organización de Estados Americanos (OEA). 

Se presenta en esta nueva etapa de los procesos de regionalización una concepción netamente política, ligada a la movilidad social civilmente organizada, que cuenta con el respaldo y la plataforma de una partidocracia política con sentido ideológico común que traspasa el mero discurso retórico del populismo latinoamericano. La conformación de lazos políticos regionales que denotan escenarios comunes, los movimientos sociales ligados a los desposeídos en Brasil, por caso, que gozaron de una salida gradual de la pobreza comprometiendo su participación política, reflejan un momento de reformulación de la participación y el compromiso cívico. El debate en torno a la desmonopolización de los medios de comunicación, a través de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual en Argentina, muestra a las claras la opción que se abre a la luz del debate sobre los límites del poder ligado a las grandes corporaciones y el peso de la sociedad civil comprometida y partidaria de la injerencia en asuntos políticos desvinculados de la esfera social durante períodos donde la vinculación entre la política y la sociedad era sólo una utopía. El desafío para el Mercado Común, en este nuevo año que se presenta, es la transformación en un verdadero espacio político para la difusión y el debate de ideas comunes dentro de un marco superador de instancias integracionistas que vayan más allá de una unión aduanera con libre circulación de bienes y personas.

Bibliografía

- Le Monde Diplomatique, “Brasil marca el rumbo”, Capital Intelectual, septiembre de 2010.
- Lijphart, A., “Modelos de Democracia. Formas de gobierno y resultados en treinta y seis países”, Ed. Ariel SA, Barcelona, 2000.
- Botana, A. en Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), “La Democracia en América Latina. Contribuciones para el debate”, Alfaguara S.A, Buenos Aires, 2004.
- Sader, E., García, M. A., (Comp.), “Brasil. Entre el pasado y el futuro”, Capital Intelectual, Buenos Aires, 2010.

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Lic. Ezequiel A. ESCUDERO:
Graduado en Relaciones Internacionales (UNICEN), Centro Argentino de Estudios Internacionales (CAEI).
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