Sociedad
7 de marzo de 2013

La mujer en la creación artística contemporánea

Dra. Julia LAVATELLI

María Elena Walsh, una de las grandes creadoras argentinas, contaba en una de sus novelas autobiográficas, el esfuerzo realizado por convencer a sus padres para inscribirse en la escuela nacional de arte y asimismo, la aceptación de que escribiera poesía hasta que se dieron cuenta de que quería ser poeta: a sus diecisiete años y habiendo ganado el segundo premio en concurso nacional de poesía, todavía no conseguía la libertad de tener la luz encendida hasta la madrugada para poder escribir.

La anécdota ilustra claramente los límites y las sujeciones que acompañaban y aún acompañan a las mujeres en el camino de la creación artística. Es claro que la actividad artística fue (y en gran medida continúa siendo) aceptada socialmente para las mujeres como complemento de su formación doméstica. Vale decir que la poesía o la música podrían estar bien consideradas cuando se destinaban a desarrollar la sensibilidad de una jovencita, pero bien distinto para pensarla como su profesión o su trabajo.

Es que, como cualquier otra actividad, la creación artística ocurre en el mundo en que vivimos. Aunque muchas veces nos gustaría pensar en el arte, los creadores y sus obras, como un aparte del mundo, un terreno con leyes propias donde reina la belleza, lo sublime, la imaginación o la libertad creativa, fuerza es reconocer que esta idea es ilusoria. Una imagen romántica de la actividad artística, que poco nos dice sobre su realidad, sus modos y desarrollos. Más interesante es pensarla en relación con el mundo, imbricada en él, en diálogo (y muchas veces en disputa) con él. Por eso, cuando tenemos que pensar el lugar de la mujer en la creación artística, lo primero a considerar es que se trata de la creación artística que ocurre en el mundo en que vivimos, en sociedades que están muy lejos de funcionar con igualdad para los géneros y que reproducen, en todos los ámbitos, su impronta patriarcal.

Por un lado, se puede decir que las condiciones que vive la mujer en el terreno de la creación artística son similares a las que vive en otros campos de la vida social. No hay más que ver estadísticas sobre la cantidad de mujeres/varones que acceden a reconocimientos del mundo del arte (ediciones, exposiciones, puestas en escena, grabaciones, premios, etc.) para verificar la vigencia de las desigualdades. Sobre cualquier catálogo de arte, se puede observar que la cantidad de mujeres es muy inferior a la cantidad de varones: catálogos de literatura, de artes plásticas, de ediciones musicales y muchos otros. Y si bien es cierto que ha habido un incremento en la participación de mujeres en la creación artística a lo largo del tiempo, también es cierto que la desproporción no se revierte como se esperaría de nuestras sociedades contemporáneas, muy prontas a reconocer de derecho la igualdad entre géneros, pero bien reticentes a hacerlo de hecho. En ese sentido, no podemos esperar que haya igualdad de género en la creación artística mientras no la haya en la sociedad general.

Sin embargo, hay otro aspecto del ámbito de la creación artística en el cuál el papel de la mujer tendría una enorme potencia, una fuerza transformadora general. El filósofo francés Giles Deleuze considera la importancia creciente de las mujeres en la escritura de novelas en lengua inglesa durante el s. XIX para definir un movimiento que implica a todos, a todos los hombres, aún a los que pasan por los más viriles, ya que estos igualmente captarán y emitirán voces que entran en la zona de lo indiscernible femenino.

Si la creación artística “mayoritaria”, esa que establece el canon de belleza, que determina el parámetro de lo que puede considerarse Gran Arte, está necesariamente sobre-codificada y su poder es el poder de lo instituido, por el contrario, la potencia instituyente es necesariamente indiscernible y en ese sentido, las mujeres tendrán un destino en las artes fundamental. No que ellas deban escribir, actuar o filmar según su condición femenina, sino que su tarea creativa produzca un verdadero devenir-mujer: “átomos de femenino capaces de recorrer e impregnar todo el campo social, y de contaminar a los hombres y arrastrarlos en ese devenir”. (1)

Así como Borges (2) sostenía que los escritores sudamericanos tenían una posición ventajosa para el uso de la lengua castellana en la literatura, justamente por su situación periférica (minoritarias en términos deleuzianos), por las libertades y el desapego que ésta permitía respecto de las tradiciones o de la sobre-codificación, igualmente podemos consensuar que las mujeres tienen una cita especialmente fructífera con la creación artística contemporánea. A condición de no asumir lo femenino como un estado dado, una región específica que determina temas, procedimientos o técnicas, las mujeres podrían tener una posición privilegiada posible (sólo posible) en función de ese devenir-mujer de las artes.
 

Notas:

1. Deleuze, Giles, y Guatari, Félix, “Capitalismo y Esquizofrenia II. Mil mesetas”, traducción de José Vázquez Pérez, editorial Pre-textos, Valencia, 2004.

 2. “Creo que los argentinos, los sudamericanos en general, estamos en situación análoga; podemos manejar todos los temas europeos, manejarlos sin supersticiones, con una irreverencia que puede tener y ya tiene, consecuencias afortunadas” Borges, Jorge Luis, “El escritor argentino y la tradición”, Discusión en Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, 1989.

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Dra. Julia LAVATELLI:
Docente-investigadora Facultad de Arte, UNICEN.
Contacto: jlavate [at] arte [dot] unicen [dot] edu [dot] ar