Ciencia y Tecnología
12 de agosto de 2010

La economía del conocimiento versus la mercantilización de la ciencia

Dr. Ignacio KATZ

Quien piensa lo más hondo Ama lo más vivo.
Federico Hölderlin

Quisiera comenzar con el recuerdo de una anécdota ambientada en Argelia:
-Hijo mío –decía un cura, admirando el jardín de un argelino, situado en pleno desierto
-¡Cómo le ha premiado la Providencia!-
-¡Padre! –respondió el argelino- Felizmente usted no conoció el jardín cuando sólo la Providencia lo cuidaba-.

Esta pequeña historia nos demuestra la importancia de abordar los fenómenos con racionalidad y profundidad, dejando de lado los aspectos “providenciales” de las situaciones. Es la inteligencia la que detecta, en primera instancia, cuál es el contexto propicio para su expansión y desarrollo, y no un atributo inasible y ajeno a los humanos. Y es con inteligencia que debemos superar los males de nuestro país, en particular dentro del campo sanitario.

Por otro lado, comprender la realidad es una tarea crucial para cualquier política verdaderamente transformadora. Y dicha comprensión será plena de sentido sobre la base del sinceramiento. De nada sirve esconder debajo de cerrojos informativos los datos clave de la realidad sanitaria del país, si lo que pretende es modificar con profundidad este presente. Por lo tanto, sincerar la realidad es tarea prioritaria. Cueste lo que cueste.

Y en esa tarea, debemos replantear la relación entre universidad, sector público y empresas. Esas tres esferas, hoy por hoy desconectadas, deben interactuar para el beneficio del país. En primer término, recordemos que, en la Argentina, el porcentaje de graduados universitarios no es sólo inferior al de los países desarrollados, como Finlandia y Australia, sino también es menor que en naciones como Panamá, Brasil o México.

En ese sentido, uno de los males que ha sufrido el país ha sido la pérdida de capacitados científicos, que buscaron otros destinos, con la consiguiente pérdida de capital intelectual para la Argentina. Esta situación hace referencia a la llamada “fuga de cerebros”, que se asemeja a la idea de “exportación de sustancia gris”, aunque en realidad, lo más apropiado es hablar de un verdadero “éxodo de inteligencia”. No estamos hablando de un mercado “transparente”, exento de fuerzas discrecionales que alteran la distribución del conocimiento, ni de una instancia que tenga escaparates en donde se muestran conocimiento y tecnología como si fueran productos, y los sagaces buscan importación. Pero, en lo concreto, la Argentina se descapitalizó intelectualmente, con el consiguiente retraso en su desarrollo.

Hoy, como siempre, el desafío por el progreso de un país se da en el campo de la ciencia, la tecnología y las distintas cadenas agroganaderas e industriales. Por lo tanto, una sana interacción entre el campo universitario, el sector empresarial y el Estado es decisiva para impulsar el desarrollo socioproductivo del país. De lo que se trata no es en sí de incrementar la matrícula universitaria, sino de favorecer la convergencia entre universidad, empresas e investigación pública y privada. El objetivo tiene que ser confluir en una política articulada que estimule el desarrollo productivo, la innovación y la investigación.

Para construir una nación de ciudadanos dignos, necesitamos, en paralelo, edificar una verdadera “sociedad del conocimiento”. Con ese horizonte como guía, y a través del incremento del capital humano del país, podremos dejar atrás el subdesarrollo en distintos órdenes. ¿Cómo desperdiciar la sinergia entre sector público, privado y universidades, para, enfocándonos en el campo de la salud, mejorar la capacitación de médicos, enfermeros y auxiliares? ¿Cómo descartar interacciones político-económico-financieras, que favorezcan las investigaciones aplicadas para combatir enfermedades? ¿Por qué no proponer vínculos fecundos entre el sector público y el privado, dentro de marcos establecidos por el Estado, y construir así un sistema federal integrado de salud?

La situación de crisis que motivó el cambio en nuestra configuración social (2000-2001), hace imprescindible generar un vuelco en nuestra situación, y realizar el cambio que la necesidad impone. Más allá de que registremos un “efecto ocaso”, que se hace patente en muchos aspectos de nuestra realidad que están caducos, estamos ante una gran oportunidad para la toma de conciencia del punto de encrucijada al que hemos arribado.

La asimetría en el conocimiento, de la que estamos hablando, puede reflejarse en la siguiente situación: la Argentina, país que basa su economía en el sector agroganadero, reconoce en sus universidades públicas que sólo el 2,5 % de sus graduados corresponde a actividades vinculadas con el suelo. Esta brecha se agudiza si vemos los datos de las universidades privadas, en donde en este rubro hay menos de 1 graduado cada 100.

Este presente tiene sus orígenes en la combinación de los modelos económicos llevados adelante por los ministros Adalbert Krieger Vasena y José Alfredo Martínez de Hoz, que, respectivamente, descapitalizaron y desindustrializaron el país. A lo que se adicionó el deterioro universitario. Esta combinación fatal degradó los recursos del país, en particular el prioritario: el potencial vital, necesario para el desarrollo de una nación, que busque darles una vida digna, con justicia y equidad, a todos sus habitantes.

Esta encrucijada nos lleva a tener que decidir qué escenarios a forjar. Y para eso, se necesita una planificación estratégica, que se elabora con un capital también estratégico: los recursos humanos, con el bagaje cualitativo y la convicción, compromiso y coraje necesarios para imponer el rumbo deseado. Estos escenarios no son proyecciones, pronósticos, ni predicciones, sino elaboraciones, tramas, tejidos, encadenamientos de eventos en los que se despliegan potencialidades para alcanzar la categoría de realidad. Son el soporte de pensamientos que se entrecruzan y se concretan.

Hablemos de la idea de “conocimiento”. No tenemos dudas de que estamos inmersos en “sociedades del conocimiento”, y de ellas será el futuro. Este tipo de configuraciones sociales se basan en economías de un perfil particular, que combinan “economías” más “conocimiento”, que tienen que tener un “affectus societatis” mutuo. Son prerrequisitos de estas sociedades: el desarrollo regional, que incluye recursos particulares, conocimientos, e innovación, que redundan en más oportunidades y en establecer un camino crítico hacia el progreso; una combinación de enseñanza, investigación y producción de servicios; y un marco político, regulado con márgenes de expansión eficiente y espíritu emprendedor.

De lo que se trata, si hablamos de crear una “economía del conocimiento” que sea la base de una sociedad nueva, es de rechazar una visión mercantilista de la ciencia. Esta última solamente busca nichos de rédito financiero, mientras que la economía y la sociedad que deseamos es, en cambio, el soporte sustentable de valores de la dignidad humana. Esta nueva configuración social nos hace retornar a los principios liminares de:

. Libertad (conciencia de su necesidad)

. Igualdad (de oportunidades)

. Fraternidad (solidaridad y equidad)

Las herramientas para planificar estos escenarios deben apoyarse en la articulación de instituciones académicas y el sector productivo privado. Hay que superar el cortoplacismo especulativo que en general responde a ambiciones individuales y comprometerse en forma mancomunada en un proyecto intergeneracional donde enseñar y aprender y viceversa, aprender y enseñar, tenga un solo verbo: vivir (y no sobrevivir). El sendero nos convoca en forma permanente a superar obstáculos y desarrollar aptitudes. Quienes padecen las deficiencias logísticas y organizacionales de los hospitales, los investigadores científicos que carecen de recursos económicos y tantas otras personas más, aguardan que se produzca la convergencia entre los sectores decisivos para la vida del país, para salir de la lógica del “parche perpetuo” y planificar un escenario de verdadera justicia social.

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Dr. Ignacio KATZ:
Doctor en Medicina (UBA), Carrera de Especialización en Gestión Estratégica de Organizaciones de Salud, UNICEN.
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