Sociedad
10 de agosto de 2012

La diversidad de lo juvenil

Dra. María Ana MANZIONE

En el contexto de los cambios derivados de lo que algunos autores denominan la crisis de la modernidad y sus instituciones, a la que sintéticamente puede entenderse como el declive de la institucionalidad y de los relatos que han dado cohesión y sentido al pacto social moderno, la pregunta por los jóvenes y lo juvenil, se hace cada vez mas compleja requiriendo de nuevas herramientas analíticas para su comprensión. En un escenario cada vez mas fragmentado y fragmentario, en el cuál las categorías sociológicas conocidas no alcanzan para nombrar los procesos sociales emergentes, nos preguntamos si no sería necesario pluralizar el concepto de juventud y hablar de juventudes. Cabe aclarar que esta preocupación no remite a una cuestión cuantitativa, sino más bien a promover una perspectiva que incorpore la dimensión de la diversidad inherente a todos los procesos sociales y relacionales, y que visibilice la heterogeneidad de lo juvenil.

Diferentes autores (Margulis y Urresti, 2000; Duarte Quaper, 2000, Chaves, 2005, entre otros) coinciden en señalar que la juventud es un constructo social, y como tal ha ido adquiriendo características diferentes según los distintos momentos históricos y culturales. Según Margullis y Urresti (2000), la juventud, como etapa de la vida, aparece particularmente diferenciada en la sociedad occidental a partir de los siglos XVIII y XIX. Se la entiende como una capa social que disfruta “de un período de permisividad, que media entre la madurez biológica y la madurez social”. Esta “moratoria social” es casi privativa de aquellos jóvenes que pertenecen a sectores sociales relativamente acomodados. Desde esta perspectiva, la condición social de “juventud” no se ofrece de igual manera a todos los integrantes de la categoría estadística “joven”. En otras palabras, la singularidad del concepto opacaría los distintos modos de ser joven según la pertenencia social y cultural de los sujetos. De allí la necesidad de revisar las racionalidades que subyacen en las distintas maneras de entender y abordar lo concerniente a la juventud y discutir la conveniencia o no de pluralizar el concepto.

Entre otros autores, Duarte Quaper (2000), sostiene que los modos con los que se han abordado las problemáticas juveniles podrían resumirse de la siguiente manera: en primer lugar se la definió desde una variable etaria, esto es referida a la edad del sujeto, categoría fácilmente objetivable. Sin embargo, al indagar un poco más en su capacidad clasificatoria y productora del sentido que invoca, deriva en un terreno complejo en el que son frecuentes las ambigüedades y simplificaciones. Otra de las perspectivas la define como una etapa de la vida, transitoria, hasta llegar al  mundo adulto. Entiende a la juventud como una etapa natural, centrada en lo biológico. En palabras de Chaves (2005), esta visión se condice con un discurso naturalista que considera que la juventud existió desde siempre y de la misma manera, dado que corresponde a la naturaleza biológica de los individuos. Otra forma con la que a menudo se alude a la juventud, remite a la relación con ciertos posicionamientos frente a la vida. En otras palabras, se define a la juventud como un estado sicobiológico generalmente ligado a la alegría, a las ganas de emprender cosas nuevas, o en otras ocasiones, a la despreocupación. Una cuarta visión, que se desprende de la anterior, es la que plantea a la juventud como la generación futura, es decir como aquellos sujetos que más adelante asumirán los roles que definen a los adultos (entrar en el mundo del trabajo, casarse, tener hijos, etc.). Desde esta perspectiva, los adultos se conciben a sí mismos, y son vistos por su entorno, como responsables de formar y preparar a los jóvenes para un adecuado desempeño de funciones en el mundo adulto. Esta responsabilidad, es la que va enmarcando el estilo de relaciones que entre el mundo adulto y el mundo joven se van dando, y que son mayormente definidas desde una perspectiva adultocéntrica que configura una determinada forma de comprender y comprenderse en el mundo y en las relaciones sociales que en él se dan.

Duarte Quaper (2000) afirma que diversas racionalidades subyacen en estos enfoques -que no son los únicos- planteando posicionamientos diversos, y a veces hasta antagónicos, acerca de la juventud, pero que sin embargo, comparten una visión centrada en el adulto, en tanto sitúa a éstos como punto de referencia para el mundo juvenil. Esta visión conlleva riesgos que no son ingenuos. En primer lugar homogeiniza, no reconoce diferenciaciones entre géneros, grupos sociales, estéticas y estilos culturales, etc.  De este modo se visualiza la existencia de una sola juventud, universal, singular y total. Otro riesgo radica en la permanente negativización y estigmatización de las prácticas y discursos de los jóvenes, considerándolos un problema para la sociedad y portadores de una potencial peligrosidad. En tercer lugar, la concepción que la entiende como etapa de la vida, parcializa la complejidad social negando la posibilidad de convivencias o simultaneidades en la posición que se asume socialmente (ser joven y adulto, por ejemplo). Por último, un último riesgo radicaría en concebir a los jóvenes, por el sólo hecho de serlo, como la esperanza de cambio y responsables de la transformación de la sociedad.

Hasta aquí una muy sintética revisión de algunas formas de entender la juventud que opacan las diferencias y particularidades de este sector social. Insistimos en que la juventud en singular ha sido la construcción intencionada de quien observa desde un determinado lugar, pero conceptualmente no ha podido dar respuestas a un conjunto de aspectos que requieren una mirada multidimensional. De allí que reafirmamos la necesidad de hablar de juventudes en plural, reconociendo las diversas expresiones generadas por grupos sociales y culturales diferentes, en el marco de las singularidades y especificidades de cada sociedad, en un intento por revisar las posiciones paradigmáticas desde las cuales se aborda lo juvenil. Para finalizar, creemos necesario plantear, como desafío epistemológico, que si la homogenización, la idealización, la estigmatización y la parcialización, han sido las lógicas imperantes en la construcción social de la juventud, los cambios actuales reclaman otros miradas que humanicen a los jóvenes y hagan visible la diversidad existente entre ellos.

Bibliografía

Duarte Quper, K (2000) ¿Juventud o juventudes? Acerca de como mirar y remirar la juventudes en nuestro continente- Ultima Década, N° 13. Chile

Margullis, M. y Urresti, M. (2000) La construcción social de la condición de juventud en Cuvides, laverde Toscano y Valderrama (comp) “Viviendo a toda”. Jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades. Siglo del Hombre editores. Colombia

Chaves, M. (2005) Juventud negada y negativizada. Representaciones y formaciones discursivas vigentes en la Argentina contemporánea. Ultima Década N° 23. Chile

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Dra. María Ana MANZIONE:
Dra. en Ciencias Sociales- Docente investigador del núcleo de Estudios Educacionales y Sociales- Coordinadora Académica de la especialización en Nuevas Infancias y Juventudes- Facultad de Ciencias Humanas-UNICEN.
Contacto: marianamanzione [at] gmail [dot] com