5 de julio de 2016

La construcción de la identidad nacional en el bicentenario de la independencia

Dra. Griselda LEMIEZ

A 200 años de la independencia Argentina, nos encontramos reflexionando sobre la identidad nacional e inmediatamente surge el interrogante que nos hace pensar desde dónde deberíamos partir, como para iniciar este análisis, en ese largo y complejo proceso de búsqueda de construir una identidad para nuestro Estado Argentino. Tal vez entonces sea ésta una ocasión propicia para preguntarnos qué ocurrió el 9 de Julio de 1816 y qué significa para nosotros, los argentinos, este aniversario. Nos encontramos con distintas miradas y perspectivas vinculadas a este momento histórico relevante, pero no debemos olvidar que lo que estamos celebrando hoy es el inicio de la independencia; es decir de la autonomía de nuestro país como una Nación. Una autonomía que presuponía una comunidad unida, no sólo por habitar el mismo territorio, sino también representaba un acuerdo de toda su gente en torno a un proyecto común, solidificado por una identidad nacional.

Si bien fue el 25 de mayo de 1810 cuando se dio inicio al proceso revolucionario que culmina con la independencia, pasaron seis complejos años hasta poder llegar a ese 9 de julio de 1816, para empezar a expresar ideas de libertad y poder darle una forma concreta al poder político que empezaría a representar a los ciudadanos independientes del poder español. Es por eso que 1816 va a marcar un punto de partida en relación a cómo establecer y definir una estructura de poder político para regir en el territorio independiente, y como parte de esa construcción, aparece la necesidad de ir definiendo una identidad nacional. Sin lugar a dudas, este momento constituye, a su vez, el inicio de la construcción de una identidad para el pueblo argentino, de algo tan complicado como necesario y que estuvo ligado a la búsqueda de que aquellos que se convertían en ciudadanos libres e independientes, se identificaran con la nación de la que formaban parte.

El proceso de la declaración de independencia y posterior emancipación respecto de la metrópoli colonial implicó la sustitución de todo un orden simbólico por otro y la necesidad de crear nuevas imágenes y representaciones vinculadas a las nuevas ideas que se plasmaban en la sociedad. Todo un conjunto de emblemas y símbolos que, en el contexto y la dimensión visual del período de la independencia, representaban nuevas imágenes simbólicas que enfatizaban en la construcción de ideas y sentimientos de nación. Por supuesto, en el camino abundaron diferentes elementos que fueron entorpeciendo ese proceso de construir y consolidar una identidad, que fuera representativa y que lograra unificar. Lo que queda claro es que, si bien la independencia fue un momento clave, como parte del mismo proceso se debía construir una identidad.

Debemos tener presente que, en paralelo a los sucesos políticos, la guerra de la independencia y las disputas sobre la soberanía y las formas de organización fueron surgiendo otras formas de identidad, de carácter regional y local, que convivieron, muchas veces en forma conflictiva, con el ideal de la identidad nacional. Sólo con el transcurso del tiempo y de los sucesos históricos, en una parte del territorio que había formado parte del Virreinato del Río de la Plata, se afianzó una identidad política nacional argentina que contribuyó decisivamente a la formación de un Estado nacional. De todos modos, la construcción de esa identidad nacional es un replanteo permanente que seguimos debatiendo aún hoy, a 200 años de la Independencia.

Muchas fueron las disputas y las diferencias expresadas en la sociedad que permitieron que el territorio que integraba aquella vieja colonia se transformara en una república. Esa revolucionaria idea de la época, la de constituir un pueblo soberano, fue en sí mismo un largo y costoso proceso, que permitió la construcción de una identidad definitiva como Nación. Al finalizar el siglo XIX, nuestras fronteras estaban consolidadas y las instituciones del Estado se iban definiendo y al inicio del XX, nuestro país había logrado integrar una gran corriente inmigratoria. Si bien la inmigración fue un aporte necesario para nuestro país, principalmente si lo pensamos en contextos donde escaseaba la mano de obra, la identidad nacional debía reforzarse cuando la variable inmigración se ponía en juego en el escenario argentino.

El transcurso del siglo XX estuvo cargado de logros, como la ley que estableció el voto universal, secreto y obligatorio en 1912, perfeccionada con la inclusión del voto femenino en 1947, pero también de grandes problemas a los que se debía dar una solución, como la creciente conflictividad social. Y los replanteos de reforzar la identidad nacional argentina, siempre estuvieron presentes, dado que los problemas permanecieron a lo largo de nuestros dos siglos de vida y se fueron expresando en diferentes dicotomías, partiendo de unitarios o federales, radicales o conservadores, peronistas o antiperonistas. Una sociedad dividida y marcada por expresiones de violencia fue lo que nos llevó a caer en gran tragedia que representó y sigue representando, la última dictadura cívico- militar en Argentina, que marcó para siempre nuestra identidad como argentinos.

Al hablar de construcción de la identidad, no podemos dejar de señalar los efectos negativos y las marcas de dolor que la última dictadura dejó en nuestra sociedad y principalmente en nuestra identidad como argentinos. El retorno tan esperado de la Democracia, apareció en el escenario argentino en 1983 como una expresión de esperanza para empezar a cerrar algunas heridas de nuestra identidad, aunque fue necesario que pasaran 20 años para que, a partir de la iniciativa del representante de los argentinos de aquel entonces, se aplicaran en nuestra sociedad las medidas políticas tan esperadas que permitieron juzgar a los responsables de aquel desastre social y colaborar incondicionalmente en la búsqueda de recuperar la identidad de las víctimas directas del terrorismo de Estado. Así, es como nos encontramos actualmente con una búsqueda permanente de madres y abuelas que luchan por encontrar a sus hijos y nietos que la dictadura les arranco y, de la mano de esa búsqueda, devolverle a ese argentino/a la identidad que esa dictadura le arrancó.

La interpretación del proceso de la Independencia fue variando según el contexto histórico donde fueron construidas dichas interpretaciones, que nos muestran como el Estado nacional argentino que hoy conocemos no existió desde siempre, sino que se fue forjando a lo largo de un proceso sinuoso y conflictivo. Muchas variables que entraron en juego en diferentes momentos y procesos de nuestra historia, fueron reforzando y sobre todo redefiniendo una idea identidad nacional, esta difícil tarea de construir una nación representativa ligada al sentimiento del ser argentino/a. Hoy nos encontramos reflexionando en el marco del Bicentenario de la Independencia y creemos que, si bien representa una extraordinaria fecha para festejar, también puede ser una fecha ideal para reflexionar sobre nuestro pasado, recordarlo para no repetir los mismos errores y valorar las decisiones políticas concretas que nos permitieron plasmar una nueva idea de Nación.

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Dra. Griselda LEMIEZ:
Doctora en Historia. PROINCOMSCI (Producciones e Investigaciones Comunicacionales y Sociales de la Ciudad Intermedia), Facultad de Ciencias Sociales. CONICET.
Contacto: griseldalemiez [at] hotmail [dot] com