Ciencia | Historia
18 de agosto de 2015

EL IEHS: un proyecto compartido de ayer que se renueva en el presente

Dra. Lucía LIONETTI

Una institución puede entenderse como el conjunto de acciones integradas que persiguen metas y objetivos a cierto plazo. Así lo entendieron hace treinta años un conjunto de docentes que tuvieron la claridad como para proyectar la creación de un instituto de investigaciones, fijando metas de mediano y largo alcance para lo cual diseñaron acciones. Eran tiempos de cambio donde se abrazaban convicciones ideológicas y compromisos de fe con la democracia. Todo estaba por hacerse en un contexto político, social y cultural que daba las condiciones de posibilidades para que las universidades y sus actores se encontraran, luego de arduas disputas, participando en la construcción de un horizonte acerca del lugar que tendría la construcción del conocimiento y la formación de los recursos humanos para una sociedad que iniciaba el camino de su reconstrucción luego de la larga y oscura noche de la última dictadura en la Argentina.

En ese  contexto  de democratización de las universidades, con su consecuente renovación del elenco de su cuerpo docente, en el caso particular del Departamento de Historia de nuestra casa de estudios, un grupo de profesores –muchos de los que eran portadores de la dolorosa experiencia de los exilios internos y externos- percibieron que Tandil y su Universidad podía ser ese lugar en el mundo donde encontrarse para dar impulso a un proyecto académico en común: la renovación en la producción del conocimiento histórico. El trabajo fue enorme pero no solitario. Alumnos y jóvenes graduados se sumaron en la tarea. Sin embargo, no todo era tan auspicioso. El cambio implicaba abrir el juego a la dinámica de los concursos docentes y eso impactó en las relaciones personales de ese micro mundo de la Facultad de Humanidades. El fragor del cambio que la democratización abrazó tuvo sus costos y hubo valentía en asumirlos.

En ese escenario, surgió el programa Población y Sociedad  dirigido por el Dr. Eduardo Míguez y el Profesor Norberto Alvarez. Aquello fue la piedra basal del Instituto de Estudios Histórico Sociales, constituido el 2 de octubre de 1986 y creado por Res. Consejo Académico N°118/86 del 1° de diciembre de 1986. Al repasar la lectura de ese documento fundacional encontramos los nombres de reconocidos y admirados profesionales como Juan Carlos Garavaglia, Juan Carlos Grosso, Raúl Mandrini, Susana Bianchi, Zacarías Moutoukias, Maria Dolores Béjar, Graciela Malgesini, Antonio Manna, junto a los miembros asistentes –graduados de la UNICEN- (1) Poco después se asumía un nuevo y exitoso desafío, publicar una revista propia. Así surgió el Anuario IEHS, reconocido a nivel nacional e internacional como una de las publicaciones más destacadas del campo historiográfico. En el escenario del aula fascinaron a sus alumnos con aquella Historia que se renovaba mostrando nuevos horizontes para esa ineludible pareja que es la docencia y la investigación.

En ese compromiso colectivo, se consolidó la convicción de que investigar y enseñar Historia implicaba dar visibilidad a protagonistas hasta entonces (in)visibilizados, apelando a nuevos métodos, la formulación de nuevos problemas y presupuestos con estrecho diálogo con otras disciplinas de las Ciencias Sociales. Si la Historia era un campo en permanente construcción, entonces, esos alumnos y jóvenes graduados podían emprender el camino duro, competitivo pero ciertamente estimulante de la profesionalización. El Departamento de Historia y el IEHS fueron los impulsores de esa formación de recursos humanos que tendrían la valiosa experiencia de continuar sus estudios de postgrado en centros académicos de excelencia a nivel internacional y nacional. Esa innovación mostraba de modo palmario que el cambio profesional vendría de la mano de una acción colectiva enmarcada en claras pautas institucionales que dieran sustento al crecimiento individual.

Lo que fue un proyecto se materializó en una realidad. Junto al IEHS proliferaron otros núcleos de investigación dentro de la Facultad de Ciencias Humanas -por entonces de Humanidades- y la UNICEN en su conjunto. En el campo estrictamente historiográfico surgieron otros centros académicos de peso en otras universidades nacionales con los cuales se estrecharon vínculos así como, se afianzaron contactos con otras universidades y grupos de investigación a nivel internacional.

Los tiempos pasaron y muchos de los miembros fundadores emprendieron nuevos rumbos dejando un recuerdo y un camino a seguir. Hubo pérdidas dolorosas e irreparables como las de un querido Maestro de la profesión y de la vida. Su recuerdo permanente nos sigue inspirando a todos los que formamos parte de lo que hoy es el Instituto de Estudios Histórico Sociales “Prof. Juan Carlos Grosso”.

Ese proceso fue acompañado de las concomitantes mutaciones con nuevos elencos de investigadores/as, muchos ya graduados en nuestro reconocido Doctorado de Historia. Cada uno tuvo su recorrido, imprimió su propio sello a su formación. Entre ellos, quien suscribe este escrito. Un recorrido menos lineal que el de muchos, con trayectos que se bifurcaron por otros rumbos abrazando la docencia secundaria por las escuelas de pueblos vecinos y de nuestra ciudad. Una rica y apreciada experiencia que, al regresar a la Universidad para comenzar esa carrera hacia un formación continua y pasar por los requerimientos que exigían esas nuevas reglas de la profesionalización de los años noventa, exigía asumir el compromiso de formarse para poder alcanzar aquella meta que parecía inalcanzable, casi imposible, de formar parte de ese núcleo de investigación tan respetado y, al mismo tiempo lejano para mis posibilidades. No fue fácil, hubo sinsabores pero también la enorme satisfacción del aprendizaje y del reconocimiento de que se iba por la senda correcta. El Doctorado en la Universidad Autónoma de Madrid fue el comienzo de una senda que me abrió nuevos horizontes.

Ese trayecto individual se nos impuso a todos, también a mí, con las pesadas exigencias de las que fuimos objeto en estos últimos años. En ese recorrido personal opté por pensar lo educativo desde una perspectiva histórica. En efecto, advertía que en esa diversificación del conocimiento histórico poco se había pensado en historiar a la escuela, a la infancia escolarizada y a la no escolarizada, a la formación docente, a la relación entre la educación y el género, a las escuelas y su relación con las comunidades, entre otras problemáticas. La Historia de la Educación tenía valiosos referentes pero pocos eran estrictamente del campo de la Historia. Desde allí podía hacer mi modesto aporte.

Primer Día de Clase en el Correccional de Menores, bajo administración laica. Legajo, 72, 1900. Archivo General de la Nación.

El tiempo pasó también en mi propia formación profesional y eso ha dejado una producción que procura estudiar –seguramente con medianos aciertos- los procesos educativos atendiendo la modernización económica y cultural de las comunidades urbanas y rurales, el fortalecimiento del Estado nacional y las mutaciones de las representaciones sociales. Me ha interesado y me preocupa aún, superar el mero tratamiento de los discursos y las políticas educativas para colocar el énfasis en los procesos de escolarización y los mecanismos institucionales que estos implican, dando un lugar especial a la práctica en la vida cotidiana y los intercambios diarios entre los estudiantes, los maestros y los padres de familia, a la conformación de relaciones de poder locales en torno a la institución escolar, a las implicaciones sociales y culturales de la alfabetización y el afán de civilizar y formar ciudadanos, a los resultados de los intentos por capacitar trabajadores eficientes, a la conformación de la cultura escolar, a las negociaciones y resistencias en torno a la propuesta cultural o los mecanismos organizativos de la escuela, a la irrupción de lo escolar en la organización local y a la puesta en marcha y apropiación de la teoría pedagógica. En definitiva, busco dar una centralidad a todos aquellos sujetos sociales que, de un modo u otro, quedaron involucrados en la educación, pero también a aquéllos que quedaron fuera desde un enfoque de larga duración del siglo XVIII al XX.

Esta línea de investigación que aspira pretenciosamente aproximarse al campo de estudio de la Historia Social de la Educación, no hubiera sido posible sin ese diálogo con los colegas del IEHS, en particular, de los amigos y referentes del Programa de “Actores, Ideas y Proyectos Políticos de la Argentina Contemporánea”. Leer sus producciones y compartir el acercamiento a las propuestas de reconocidos historiadores del campo de la Historia Social, la renovada Historia Política y la Historia Cultural fue el aprendizaje más valioso de todos estos años y lo seguirá siendo. Y, todo ello, gracias a que hace treinta años cotidianamente se renueva ese compromiso de sostener y recrear -tal como reza en el documento fundacional- ese “objetivo común de contribuir al mejoramiento del conocimiento de las Ciencias Sociales”.

Notas:

1. Como miembros asistentes se sumaron los graduados: María E. Argeri, María E. Bilbao, Gabriel Huarte, Miriam Iglesias, Nancy Pastor, Hernán Otero, Andrea Reguera, Analía Soria, María E. Spinelli, Fernando Urquiza, Guillermo Velázquez, Blanca Zeberio. Formaron parte del Consejo Directivo, Marta Brugi y Daniel Dicósimo.

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Dra. Lucía LIONETTI:
Prof. y Licenciada en Historia, UNICEN. Doctora en Historia, Universidad Autónoma de Madrid (España). Profesora Adjunta de Historia Social General e Historia General V (siglos XVIII al XIX)  en la FCH/UNICEN. Miembro del IEHS-IGEHCS/CONICET-UNICEN. Directora del IEHS.
Contacto: lionettilucia [at] gmail [dot] com