Ecología
18 de junio de 2012

El estudio del riesgo ambiental en el marco de Río+20

Dr. Fabio PELUSO

En junio de 2012 se celebra una nueva Cumbre de la Tierra. El eje se centra, desde la primera reunión, en el concepto del desarrollo sustentable bajo un enfoque global. Por ello se discute cómo se pueden acercar posiciones sobre políticas de estado particulares de los países (sobre todo de los desarrollados) a políticas globales en pos de ese objetivo. Si bien se lograron avances en estos 20 años a contar desde Río 92, la cuestión de fondo, es decir, cómo lograr la sustentabilidad del desarrollo de las sociedades en un marco de prosperidad y paz, por ahora está lejos de alcanzarse.

A pesar de esas dificultades, la cuestión ambiental está presente dentro de la agenda propia de la mayoría de los estados, en parte gracias a los compromisos adquiridos en estas cumbres. Uno de los temas que ha evolucionado en el marco de la cuestión ambiental es la necesidad de reconocer y afrontar el peligro por la presencia de agentes físicos, químicos y biológicos, para los organismos en general y para el ser humano en particular. Lo que significa la contaminación y los problemas que puede ocasionar ya es parte de los contenidos que pueden verse en las escuelas o en los medios masivos de comunicación. El concepto de peligro ronda por detrás de éstas problemáticas ambientales, lo cual se ha hecho dolorosamente patente a partir de hechos tales como Chernobil, o el más reciente accidente de la central nuclear de Fukushima, tras el terremoto y posterior tsunami en Japón en 2011.

Como se expresó previamente, la necesidad de prevenir situaciones peligrosas derivadas de problemáticas ambientales se ha planteado en las diferentes reuniones internacionales. Por ello, no solo se ha sancionado legislación que promueve la protección preventiva del hombre y de los ecosistemas frente a ciertas situaciones peligrosas. También se ha reconocido la necesidad de crear herramientas para reconocer otras fuentes de peligrosidad, medir su magnitud estimando sus consecuencias potenciales, para así decidir cursos de acción, sean preventivos o correctivos. Las herramientas que analizan las causas y evalúan las posibles consecuencias negativas por la presencia de agentes peligrosos (probabilidad de ocurrencia, extensión y magnitud de los efectos, etc.) son los estudios de riesgo. Un análisis de riesgo ambiental es una herramienta de gestión que tiene por objetivo evaluar el nivel de gravedad de una amenaza de origen ambiental, estudiando las incertidumbres asociadas al caso.

Existen dos tipos básicos de análisis con relación al riesgo: los análisis de la percepción del riesgo y los de evaluación del riesgo.  Dicho de otra manera, los primeros estudiarían los aspectos “subjetivos” asociados al riesgo y los segundos, los “objetivos”; en los primeros, en el análisis participa el componente sicológico de quienes están expuestos al peligro, mientras que en los segundos no. Los primeros estudian cómo se construyen los juicios de valor personales frente a determinadas amenazas, mientras que los segundos analizan las posibilidades de que esa amenazas se concreten, y estima cuáles serán las consecuencias bajo diferentes escenarios, reales o simulados, independientemente de lo que piensen las personas expuestas. Y ante el análisis de la misma situación peligrosa, generalmente ambos tipos de enfoques no coinciden en sus resultados.

El riesgo percibido proviene de una construcción mental en la que participan elementos sicológicos, sociales, culturales y políticos (Slovic, 1999). Normalmente surge de un ciudadano sin conocimientos particulares sobre las problemáticas generadoras del riesgo más allá de su relación directa o indirecta con la situación peligrosa. Existen varias condiciones que influyen en la construcción del riesgo percibido. Por ejemplo, elevan la gravedad del riesgo percibido si ese riesgo tiene el carácter de catastrófico, es decir, que pueda causar muerte colectiva; si no se conoce lo que causa el riesgo o sus efectos; si se cree que la fuente del riesgo es incontrolable; si se siente que se está en esa situación involuntariamente; si no se tiene confianza en las instituciones que deberían encargarse de reducirlo; si la problemática es recogida y amplificada por los medios masivos de comunicación; si los riesgos cuentan con antecedentes cercanos de situaciones semejantes, y peor aún, si finalmente se efectivizaron las consecuencias negativas potenciales; si se considera que la exposición a ese riesgo no genera ningún tipo de beneficio, o peor aún, si se está convencido que la exposición a la amenaza beneficia a un tercero; si se piensa que los efectos potenciales del riesgo pueden ser irreversibles; si el agente causal no puede ser percibido por los órganos de los sentidos; si los efectos son en el futuro, demorados en el tiempo, y pueden afectar a las futuras generaciones; si las víctimas son identificables, es decir, con las cuales la persona expuesta pueda sentirse “en comunidad” (Slovic, 1997).

En países con tradición en la aplicación de regulaciones emanadas de estudios del riesgo del tipo “objetivo” sin considerar simultáneamente los del tipo “subjetivo”, el público sospecha de los resultados argumentando que están sujetos a la manipulación por el aparato burocrático en función de intereses económicos. Es decir, si no es considerada explícitamente la percepción social del riesgo se entrometen en el asunto y potencian varias de las condiciones mencionadas más arriba como agravadoras del mismo. Y, obviamente, si la gente descree de estos estudios, las decisiones adoptadas en base a ellos contarán con un grado minúsculo de aceptación.

En el contexto de la gestión del riesgo ambiental es tan importantes considerar la evaluación de tipo “objetiva” como la de tipo “subjetiva”. Esta será aceptada por la comunidad si tiene un carácter veraz y es emanada por un órgano técnico creíble en el marco de un aparato burocrático honesto y permeable a considerar la calidad de vida de la comunidad en su conjunto.

Como mecanismo de reforzamiento de la credibilidad de las instituciones técnicas y de gestión se propone dar participación en estas evaluaciones a representantes de la comunidad, interesados y/o afectados, que puedan dar fe de la objetividad técnica en los estudios de riesgo de tipo “objetivo”, y además aporten sus “saberes y pareceres”, generando un sistema de gestión de base más amplia, participativa y democrática para la toma de decisiones con mayor nivel de legitimidad (Peluso, 2003), compatible con lo que se pregona en las cumbres.

Bibliografía:

Peluso F., 2003. La Percepción del Riesgo Ambiental. Gerencia Ambiental 96: 465 - 468.
Slovic P., 1987. Perception of risk. Science 236: 280 – 285.
Slovic P., 1999. Trust, Emotion, Sex, Politics, and Science: Surveying the Risk-Assessment Battlefield. Risk Analysis 19 (4): 689 – 701.     

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Dr. Fabio PELUSO:
Investigador de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires, Instituto de Hidrología de Llanuras “Dr. Eduardo J. Usunoff”.
Contacto: fpeluso [at] faa [dot] unicen [dot] edu [dot] ar