El cambio climático y los modelos de desarrollo
Las mediciones que se realizan de la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera, y que es la causante del cambio climático, muestran que en 2012 esta concentración está por encima aun de las proyecciones más pesimistas presentadas por el Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC) en 2007 en su 4to Informe de Evaluación. La brecha entre las emisiones reales de gases de efecto invernadero y las que tendría que haber para mantener el clima terrestre bajo cierto control se agiganta día a día.
El cambio climático ya no es algo que puede llegar a ocurrir en el futuro, los impactos pronosticados del cambio climático se observan día a día en cada región del planeta, incluida la Argentina. La sucesión de eventos climáticos extremos, desde lluvias torrenciales, sequías, olas de calor, hasta vientos inusitadamente violentos, los vemos y sufrimos a diario, con impactos sociales y económicos terribles.
Pero el cambio climático es sólo uno de los síntomas de que las cosas no van bien en materia ambiental, y por lo tanto en materia de desarrollo y calidad de vida. El uso indiscriminado e insostenible de otros recursos naturales también deteriora la calidad de vida de la gente. Sólo por mencionar una situación que nos golpea de cerca: el uso de la tierra para monocultivos junto al uso cada vez más intensivo de agroquímicos está contaminando aguas, suelos y aire, y por supuesto, enfermando gente a su paso. A esto se agrega la expansión de la frontera agrícola que, mediante la deforestación de bosques nativos, sigue avanzando a pasos alarmantes en el mundo y también aquí en Argentina, con el correspondiente deterioro de los suelos y de la biodiversidad por cambios en los ecosistemas.
En el trabajo que se está realizando en el IPCC en el marco del 5to Informe de Evaluación, el cual será presentado en el 2014, se puede ver cómo el crecimiento sostenido de la población, el incremento en el consumo de combustibles fósiles, y fundamentalmente el aumento de los niveles de consumo de bienes y servicios de las poblaciones más ricas y de las economías emergentes representan los factores determinantes que alimentan el crecimiento de las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera y con ello el cambio climático. Pero también surge del análisis un hecho clave: las mejoras tecnológicas para la producción de bienes, para el transporte y para la generación de energía no alcanzan para revertir el problema.
El desarrollo y la implementación masiva de tecnologías para la producción de energía a partir de recursos renovables son un paso necesario para reducir las emisiones de gases que causan el cambio climático, y que además ofrecen la posibilidad de desarrollo de tecnología local, y de la independencia de recursos no renovables que empiezan a escasear y que se concentran en pocas regiones del planeta, como el petróleo y el gas natural. En definitiva, las energías renovables podrían facilitar el acceso a la energía de las comunidades haciendo uso de sus recursos autóctonos, una suerte de “democratización” de la energía. Pero a pesar de todas sus ventajas, las energías renovables no serán capacespor si solas de revertir el problema del cambio climático, y en términos más generales del desarrollo y su sustentabilidad.
En la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático los países no logran llegar a ningún acuerdo sobre reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, y han entrado en una lógica de desconfianza mutua que no permite dar pasos positivos. Los países desarrollados desconfían entre ellos, y en particular de los Estados Unidos que nunca ratificó el Protocolo de Kyoto. Nadie quiere dar el primer paso sin estar seguro de que los Estados Unidos también va a sumarse al esfuerzo para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero. Al mismo tiempo los países desarrollados en conjunto consideran que China, India y Brasil, pero también la Argentina y otros países de renta media, deberían asumir compromisos para reducir sus emisiones.
Detrás de estas posiciones, por supuesto, aparecen cuestiones de competitividad y comercio internacional; si unos hacen el esfuerzo y otros no, entonces la competitividad quedaría afectada para los primeros. Pero también aparecen cuestiones éticas vinculadas a la equidad. Ante la pregunta sobre quién debería liderar los esfuerzos de mitigación del cambio climático, surge inmediatamente el dato objetivo de que, por ejemplo, cada habitante promedio de China consume 5 veces menos bienes y servicios que un habitante promedio de los Estados Unidos, o uno de la India que consume 20 veces menos. Esto no significa, sin embargo, que los países en desarrollo no deban asumir su cuota de responsabilidad, sobre todo en la elección del modelo de desarrollo a seguir.
En este sentido, en la Argentina sigue reinando el paradigma del crecimiento económico como única base del desarrollo, dejando relegadas, o para un futuro más venturoso, las cuestiones vinculadas al desarrollo humano y a la salud ambiental. La decisión del gobierno nacional de avanzar en la explotación de los llamados recursos fósiles no convencionales y de la energía nuclear, dos formas de energía no renovables que requieren una alta concentración de recursos económicos para su desarrollo y explotación, es una muestra clara de esta visión del mundo. Después de dos siglos de revolución industrial basados en este paradigma de progreso y viendo las diferencias sociales y económicas generadas así como el deterioro del ambiente y de la calidad de vida de una gran parte de la población mundial, queda claro que ese paradigma ha quedado obsoleto.
Es tiempo de empezar a pensar, discutir y acordar qué modelo de desarrollo queremos para nuestro país. Es uno basado sólo en el consumo y la producción de bienes y servicios, como lo hicieron en su momento los países actualmente más desarrollados? En ese caso hay una mala noticia para dar, ya no es posible un desarrollo de ese tipo. Las diferencias sociales y el agotamiento de los recursos naturales, tanto por su explotación insostenible como por su contaminación desmedida, ya no lo permiten.
Si pretendemos un desarrollo más equitativo, y por consecuencia más sustentable, habrá que pensarlo en términos más integrales, donde el crecimiento económico vaya de la mano del desarrollo humano y del uso sostenible de los recursos naturales.
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