Turismo
26 de septiembre de 2012

Del turismo sustentable al turismo responsable

Mg. Juan Carlos MANTERO

Al afrontar las tendencias expansivas de la actividad turística, la OMT Organización Mundial de Turismo plantea que el concepto de desarrollo sostenible ha de ser el objetivo primordial de la actuación turística en cuanto ha de preservar los valores y recursos naturales y culturales, trascendiendo sus connotaciones ambientales y reivindicando que una actividad turística será sustentable en tanto contemple sustentabilidad económica, ambiental y social.

A nuestro criterio la definición y el alcance de la actividad turística se inscribe dentro de una concepción integral que le confiere sentido y trascendencia en relación al devenir de la persona y de la sociedad. La acción de desplazarse para descansar, recrearse y conocer y de emplazarse para acoger, emplearse y darse a conocer, trasciende el mercado e inscribe la actividad turística en el contexto de la sociedad, en la generación y construcción de una significativa práctica social.

En la actualidad es necesario, útil y oportuno discernir las diferencias entre las nociones de crecimiento y de desarrollo que suelen subyacer en el proyecto de realización de la comunidad, para rescatar la singularidad cualitativa y pluri dimensional del desarrollo, como proceso asumido por la comunidad, en expresión de J. L. Lebrel: tránsito de una fase menos humana a una fase más humana, en el devenir del valor de más tener al valor del más ser.

El desarrollo plausible, necesario y sustentable tiene más relación con la miríada de decisiones y acciones que se asumen y realizan en la comunidad a diferentes niveles por los más diversos actores que protagonizan la escena que en la decisión de los sistemas que operan y de las instituciones que pautan las acciones.

La OMT refiere al triángulo mágico de conceptos la eficacia económica, la equidad social y la sostenibilidad ambiental y en tal sentido, la eficacia económica remite a una actividad generadora de rentabilidad económica para la empresa y la sociedad, la equidad social que refiere a la distribución equilibrada de costos y beneficios en la sociedad y la sostenibilidad ambiental que implica garantizar respecto por los recursos y valores naturales y culturales para el disfrute presente y futuro.

Sin embargo, la sustentabilidad es una concepción compleja e integral que trasciendelos tres pilares señalados y da cuenta de una pluridimensionalidad no reductible a los conceptos señalados; en rigor, tampoco se la concibe en relación a la actividad turística sino que es un atributo aplicable a cualquier actividad, producción y gestión que incide en el devenir de la comunidad.

Ya en la Agenda XXI para los viajes y el turismo se define el turismo sostenible como aquel que satisface las necesidades de los turistas actuales y de las regiones de destino y al mismo tiempo que protege ya garantiza la actividad de cara al futuro. Se concibe como una forma de gestión de todos los recursos de formas que las necesidades económicas, sociales y estéticas puedan ser satisfechas al mismo tiempo que se conservan la integridad cultural, los procesos ecológicos esenciales, la diversidad biológica y los sistemas que soportan la vida.

Los principios y las directrices de desarrollo sustentable de la actividad y la gestión turística son aplicables a las diferentes formas de turismo en los más diversos destinos, cualquiera sea la escala de la práctica o magnitud de la afluencia. La pluralidad y diversidad inherente a la actividad y la producción turística supone atender a las múltiples dimensiones involucradas: ambiental, territorial, social, cultural, económica, política y sistémica.

La recurrente expresión del juego de escalas afirma: pensar lo global y actuar en lo local requiriendo informarse y apreciar las señales del mercado y las exigencias de la demanda para definir y realizar el adecuado diseño y proyección del destino turístico, ajustando productos a demandas. Sin perjuicio de ello, dialécticamente cabe reivindicar la proposición pensar lo local y actuar lo global en tanto compete a aquellos que poseen conciencia de atributos y recursos y vocación de acogida definir su proposición convocante de la afluencia turística más plausible y factible.

Al respecto, la sustentabilidad como desafío y compromiso adquiere su sentido más pleno en el destino que recibe y el trayecto que conecta, donde actúan los actores locales, más allá del origen que identifica la procedencia del turista, donde actúan los agentes emisores. En tal sentido la sustentabilidad ha de ser responsabilidad de las comunidades localizadas en los espacios donde se disponen los recursos que provocan y convocan la afluencia turística y donde el desarrollo local define la opción.

El desarrollo local es una estrategia donde los actores son los beneficiarios dispuestos a asumir su trayecto de superación, donde los cimientos territoriales resultan recursos generadores de energía endógena, que, a través de un proceso global e integrado, apuesta al control de las opciones para buscar soluciones perdurables.

Soluciones perdurables suponen sustentabilidad y sostenibilidad, en el espacio y en el tiempo, en las diferentes dimensiones, que el desarrollo local reivindica:

 

dimensión territorial ambiente y paisaje el escenario
dimensión social inclusión e integración la comunidad
dimensión cultural memoria y proyecto la identidad
dimensión económica dinámica y producción la proyección
dimensión política autonomía y eficiencia la participación
dimensión sistémica horizontal y vertical la articulación

 

Allí donde la comunidad adquiere sentido y valoración de lo propio, en la identidad de su gente, en la singularidad de su paisaje, en el genuino modo de producción y de recreación, es probable que los atributos que le identifican le permitan conformar un espacio de convivencia, umbral de actividad recreativa y/o turística.

No es el recurso el que crea el proyecto sino el proyecto el que crea el recurso expresa Maurice Allefresde, en tanto que la contribución de la opción turística al desarrollo de una comunidad radica en plantear el desafío de conocer y valorar lo propio para trascenderse.

La actividad turística no escapa a efectos indeseados y previsibles del impacto de las prácticas inadecuadas e impropias, producto de su espontánea expansión y su incontrolado crecimiento, en perjuicio de su integral desarrollo. Tal situación sustentada en la ingenuidad de las expectativas planteadas y en la obstinación de las realidades consumadas, no admite la inocencia de aquellos que tiene la responsabilidad de su devenir.

Propiciar un turismo responsable, incluyendo la problemática turística en el contexto de la ética no puede limitarse a la adopción de un código concebido a partir del interés del sector sino que requiere su consideración en función del interés de la sociedad en propiciar la actividad turística como contribución al más pleno, plural e integral desarrollo de las personas y de la sociedad.

En tal sentido, Bernardo Klicksberg, a propósito de las implicancias de proyectos y realizaciones que invocan el desarrollo en nuestros países, señala urge construir un modelo de desarrollo integral, productivo y equitativo orientado por valores éticos básicos.

Actuar éticamente significa no sólo hacerlo con dignidad, sino con responsabilidad respecto de las consecuencias de su ejercicio, con compromiso respecto de las situaciones planteadas, las actividades realizadas y las proyecciones generadas, con respeto por la naturaleza y la cultura que confieren sentido al devenir compartido.

La actividad turística no excluye las distorsiones que introduce la carencia de valores éticos cuando el turismo adopta modalidades que se realizan a expensas de la naturaleza o de la cultura degradando condiciones o atributos del ambiente, canalizando adicciones o generando espectáculos que afectan la dignidad de las personas, en síntesis afectando creencias o valores de la comunidad, paradójicamente haciendo del lugar de destino sede de actividades impropias del lugar de origen.

Aún cuando en relación a la actividad turística, se asuma su proyección plural e integral, cuanto la sustentabilidad cultural, social y económica cuanto ambiental en tiempo y espacio, la alternativa se plantea entre la responsabilidad y la insolidaridad y ello adquiere sentido cuando es menester realizar las opciones que preceden a las decisiones y consecuentes acciones que, acorde reflexiones de B. Klicksberg, plantean arbitrajes al ponderar si, además de garantizar los atributos ambientales, las acciones: integran o desarticulan el territorio, conducen a impactos regresivos o progresivos, debilitan o fortalecen el tejido social, propician la solidaridad o la insolidaridad, encauzan o bloquean la proyección económica, acreditan la eficiencia y la transparencia.

La ética de la responsabilidad nos interpreta e interpela en relación a nuestras acciones y realizaciones, en tanto a través de nuestras opciones damos y rendimos cuenta de los valores asumidos. La construcción de un turismo responsable es el modo de traducir los valores éticos en la actividad específica, tal premisa no puede estar ausente del saber y del hacer turismo y ha de estar presente al concebir la política, al gestionar la acción, al usufructuar el recurso, al prestar el servicio, en fin no puede desconocerse que realizar actividad y ejercer saber es realizar valores.

A nuestro criterio, contribuir al mejor devenir de la actividad turística implica comprender que ubicar no es localizar y crecer no es desarrollar y entender que en turismo el desarrollo local constituye el modo idóneo de desarrollar y localizar, endogeneizando proposiciones, acciones e inversiones interesadas en hacer objeto de producción y consumo los atributos de la localidad.

La ética no es un discurso, la ética es una práctica social. Asumir la ética en relación al desarrollo turístico trasciende la concepción de la política y se torna premisa estratégica que propicia valores inclusión y promoción a través la puesta en curso y en cauce de la actividad a través de asumir las necesidades como potencialidades confiando la agencia de su devenir a los propios sujetos organizados, acudiendo a profesionales que asumen el problema o el desafío como propio, apelando a un modelo de concepción y gestión social del desarrollo.

En síntesis la responsabilidad signa la sustentabilidad y signa la actividad turística al proponer conmover - provocar - convocar en función de un mejor desarrollo de la persona y de la sociedad.

Bibliografía

KLICKSBERG, Bernardo (2002). Más ética, más desarrollo. Fondo de Cultura Económica. Buenos Aires.

LEBRET, Joseph Louis (1967) Dinamyque concrete du developpement. serie Economie et Humanisme. editions Ouvrieres. Paris.

MANTERO, Juan Carlos. (2005). Turismo: ética y desarrollo. en revista de ALCUTH. Vol 4 del 2005. edición U. N. de Mar del Plata.

MANTERO, Juan Carlos (2007). Desarrollo y Turismo: la opción necesaria. en Turismo y Desarrollo. Crecimiento y Pobreza. Ed. Universidad de Gualdalajara. México. en edición.

OMT. (1999). Guía para Administradores Locales. Desarrollo Turístico Sostenible. OMT Madrid España.

SECRETARIA NACIONAL DE TURISMO. (2004) Plan Federal Estratégico de Turismo Sustentable. Turismo 2016. Secretaria Nacional de Turismo. Buenos Aires.

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Mg. Juan Carlos MANTERO:
Arquitecto (UBA), especializado en Desarrollo y Ordenación Territorial (IRFEDH,  Francia) y magister en Gestión Ambiental, Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMdP), actualmente director de Investigaciones Turísticas, de la Maestría en Desarrollo Turístico Sustentable y de la revista Aportes y Transferencias, UNMdP.
Contacto: manmar40 [at] gmail [dot] com