Historia | Sociedad
23 de marzo de 2016

A cuarenta años del golpe de Estado. La última dictadura como problema histórico e historiográfico.

Dra. Olga ECHEVERRÍA

El 24 de marzo de 1976 una Junta militar (acompañada e impulsada por el activismo de sectores sociales, comunicacionales, económicos y religiosos (BILBAO y LEDE, 2016) y por la quietud y consenso de contingentes sociales y grupos políticos amplios (QUIROGA, 1994; LVOVICH, 2007)) dio un nuevo golpe de Estado en la Argentina.

Los argumentos con los que se pretendía legitimar la interrupción de la institucionalidad política conjugaban reclamos contra la corrupción, la anarquía política, el mal manejo de la economía, los avances de la guerrilla subversiva (PALERMO y NOVARO, 2003) y el trastoque de unos supuestos valores nacionales predestinados. Las Fuerzas Armadas decían, como tantas veces en el pasado, asumir un compromiso irrenunciable en defensa de la patria. Desde 1930, el militarismo estaba instalado en la sociedad  argentina y formaba parte de la “normalidad” política. No obstante, la última dictadura extremó la represión llevándola a niveles desconocidos hasta entonces y desarrolló una política de exterminio basada en el método clandestino de la desaparición de personas (CALVEIRO, 2004), una práctica desestructurante del colectivo social.

La ideología autoritaria del autodenominado Proceso de Reorganización Nacional no sólo se manifestó en la represión física, sino que también intervino la cultura y la educación, considerándolas territorios primordiales de lucha. Así, las universidades (RODRÍGUEZ, 2015), las escuelas (RODRÍGUEZ, 2008),  las editoriales, la prensa opositora, los partidos políticos y algunas expresiones artísticas fueron controlados,  intervenidos o eliminados con el objetivo  de imponer un nuevo sistema de valores nacionales. El estilo de vida argentino propugnado por la dictadura estuvo basado en dos ejes: la moral del cristianismo católico y el respeto a la propiedad privada. Lo inmoral, por ende lo subversivo, abarcaba al menos tres campos: la obscenidad, el cuestionamiento de la familia y el ataque a la Iglesia o a la seguridad nacional. (AVELLANEDA, 1989)

Las políticas represivas, tanto como la anulación de las libertades, la censura política y cultural, fueron las bases sobre las que se aplicaron (como en las otras dictaduras latinoamericanas  del mismo período y con el apoyo explícito de  Estados Unidos) políticas de libre mercado y apertura económica que buscaban desmantelar el modelo de acumulación basado en la sustitución de importaciones, anular el poder de los sindicatos y los derechos sociales logrados hasta mitad de los años setenta (QUIROGA y TCACH, 2006 y ASPIAZU, BASUALDO y KHAVISE, 1986). Es decir, la dictadura buscaba transformaciones profundas y en muchos aspectos lo logró, pero también se produjeron cambios no anhelados por el poder fáctico y la sociedad argentina saldría transmutada por la durísima experiencia, por ejemplo, en el campo político, donde la democracia y la defensa de los derechos humanos pasarían a ocupar un lugar central de los discursos y los valores de buena parte del colectivo social.

Si bien señalábamos que la dictadura contó con apoyos sociales significativos, también es sabido que la feroz represión convocó a los familiares y allegado de los desaparecidos a constituir el hoy emblemático movimiento de derechos humanos de la Argentina, (1) un movimiento social, plural, diversificado y heterogéneo, tenaz y creativo que logró superar los embates del terrorismo de Estado y establecer  fuertes lazos con las redes trasnacionales de derechos humanos (CRENZEL, 2013) y lentamente ir instalando sus reclamos en la propia escena nacional, aunque sólo tras la guerra de Malvinas encontraría un auditórium más amplio y mejor predispuesto.(2) Casi en simultáneo, aparecieron los primeros escritos/denuncias que buscaban exponer y explicar lo que estaba sucediendo en Argentina. En la mayoría de los casos, esos primeros textos testimoniales provenían de los exiliados que denunciaban el horror del que habían podido escapar y que los había llevado a esa situación de destierro forzado. Como es obvio, esos primeros análisis tenían una fuerte impronta descriptiva y se centraban en las desapariciones, los centros de detención, las torturas y el exilio. No obstante, algunos avanzaron en intentos de conceptualización que se irían plasmando unos años después con influencias en el campo político y en el  ámbito académico.

Tras la caída del régimen en 1983, y en consonancia con el clima de la transición democrática, fueron emergiendo diferentes trabajos que aun centrados en los métodos represivos ensayaban algunas preguntas nuevas  y diversas y se planteaban reflexiones e indagatorias sobre las responsabilidades de la sociedad, los años previos al golpe de Estado, los efectos sociales de la represión, etc.  Intelectuales de diferentes países se sumaron a los avances de los investigadores argentinos, pero dada la cercanía temporal, la Historia no realizó mayores aportes en este período. Sin embargo con el transcurrir de los años y cuando la producción de las ciencias sociales se volvía abundante sobre la temática, la disciplina histórica continuaba estando ausente del debate. Evidentemente, para el paradigma historiográfico vigente, incluso ya renovado, la Dictadura no constituía un problema aceptado dentro del campo académico. Aun así, fueron apareciendo algunos estudios, en general de jóvenes que iniciaban sus carreras de investigación o alcanzaban sus títulos de grado. No obstante, el avance de las otras disciplinas, las demandas sociales, la emergencia de ese pasado bajo las formas de memorias plurales y muchas veces en disputa, tanto como la incorporación de la problemáticas a los planes de estudios escolares (que conllevó el requerimiento de materiales por parte de los docentes del nivel medio e incluso la producción de textos y exploraciones que esos docentes encararon en las aulas), impulsaron la reflexión desde una perspectiva histórica y abrieron el campo de la Historia reciente. Una historia reciente que no es originalidad de la Argentina, pero que aquí significó el estudio de un pasado inmediato y con fuertes huellas en el presente.

Esta presencia de la dictadura como problema histórico alcanzó espacios legitimados de desarrollo a  partir del siglo XXI. En las décadas que han transcurrido desde el año 2000, no solo hemos asistido a una consolidación de los estudios sobre los años setenta y, especialmente, sobre la dictadura, sino también a un auge que muy pocos otros períodos o procesos históricos han alcanzado. De hecho, también hay una profusa reflexión teórico metodológica que analiza la producción de la Historia reciente y muestra el fuerte impacto que esos estudios están provocando en la disciplina y en sus discusiones sobre el hacer y entender historiográfico (CARNOVALE, LORENZ y PITTALUGA, 2006, FRANCO y LEVIN, 2007, ALONSO, 2007, LVOVICH y BISQUERT, 2008, BRIENZA, 2008, AGUILA, 2012, entre otros)

Empero, la masividad de estudios sobre la dictadura, la ampliación de los aspectos analizados, las preguntas renovadas, y los avances conceptuales no acallaron todas las voces que rechazan la viabilidad de estudios históricos sobre un pasado que, evidentemente, no termina de pasar. Con miradas, más o menos inocentes, que unifican Historia y Memoria y no advierten la pluralidad de esas memorias y de los estudios que las abordan, muchas de esas críticas no son históricas ni historiográficas, sino embates  políticos a un orden presente pero que, sin embargo, terminan muchas veces avalando el accionar militar de los años oscuros. Algo así sucede cuando se usan argumentos contrarios y descalificatorios a las investigaciones sobre el período 1976-1983 para sostener propuestas que buscan limitar el avance de la justicia sobre los genocidas y las investigaciones sobre los civiles comprometidos. Es decir, las disputas entre perspectivas positivistas y subjetivistas que reclaman para sí la potestad y la legitimidad para examinar y dar cuenta del pasado (CRENZEL, 2010), asumieron en Argentina también otra dimensión que es la del debate político e ideológico sobre la dictadura cívico-militar, la agitada etapa previa al golpe de Estado y los procesos judiciales que de ese proceso se derivaron y derivan. Quienes nos paramos en las antípodas de esos planteos que alientan la impunidad, estamos dispuestos al debate, “sabemos de los múltiples usos políticos del pasado, y también que la disputa por el sentido de toda conmemoración es parte ineludible de la contienda política”,(3) pero rechazamos que las impugnaciones se  escuden engañosamente bajo premisas de objetividad, de preocupación exclusivamente historiográfica o de pretextos teórico metodológicos.

Resumiendo, a la Historia, una disciplina “conservadora”, le ha costado admitir nuevos temas y perspectivas de análisis, sin embargo estos han ido encontrando su legítimo lugar en base a trabajo empírico y reflexión teórico-metodológica. En el tema que nos ocupa,  ello no se ha debido sólo a la voluntad y trabajo de los propios profesionales inclinados a la Historia reciente, sino también (y quizás fundamentalmente) a la propia demanda social, al impulso de los docentes de las escuelas secundarias, por la necesidad colectiva de explicar/se los profundos y múltiples impactos y transformaciones de la sociedad argentina. La Historia de la dictadura es un problema histórico que requiere el esfuerzo y la participación de toda la comunidad. La Historiografía ya no puede (ni quiere) estar ausente.

Notas

1. Incluso se alzaron voces disidentes dentro de las propias Fuerzas Armadas, la Iglesia y otras instituciones y grupos sociales y políticos. En ese sentido podemos mencionar que, en 1984, se conformó el CEMIDA, un centro de militares en defensa de la democracia que durante la dictadura habían alzado su voz en oposición al régimen.

2. Sobre la historicidad de este movimiento puede verse LVOVICH y BISQUERT, 2008

3. Párrafo extraído de una carta pública firmada por centenares de profesionales de la Historia, que verá la luz en estos días y que puede ser consultada en: http://historiaporlaverdad.blogspot.com.ar/

Bibliografía citada

AGUILA, Gabriela, “La Historia Reciente en la Argentina: un balance”, Historiografías, 3, 2012

ALONSO, Luciano «Sobre la existencia de la historia reciente como disciplina académica», Prohistoria. Historia-Políticas de la historia, Rosario, núm. 11, 2007

ASPIAZU, Daniel, BASUALDO, Daniel y KHAVISE, Miguel El nuevo poder económico Legasa, Buenos Aires, 1986

AVELLANEDA, Andrés: “Argentina militar: los discursos del silencio” en Kohut, K. y Pagni, A. (eds.), Literatura argentina hoy. De la dictadura a la democracia, Frankfurt/Main: Vervuert Verlag, 1989

BILBAO, Lucas y LEDE, Ariel: Profeta del genocidio. El Vicariato castrense y los diarios del obispo Bonamín en la última dictadura,  Buenos Aires, Sudamericana, 2016

BRIENZA, Lucía: “La escritura de la historia del pasado reciente en la Argentina democrática”, Anuario del Centro de Estudios Históricos «Prof. Carlos S. A. Segreti» Córdoba (Argentina), año 8, n° 8, 2008

CALVEIRO, Pilar: Poder y desaparición. Los campos de concentración en Argentina, Buenos Aires: Colihue, 2004

CARNOVALE, Vera, LORENZ, Federico, y PITTALUGA, Roberto Historia, memoria y fuentes orales, Buenos Aires, CeDInCi editores y Memoria Abierta Ediciones, 2006

CRENZEL, Emilio “Historia y memoria. Reflexiones desde la investigación”, en Aletheia, volumen 1, número 1, 2010

CRENZEL, Emilio, “Los derechos humanos, una verdad evidente de la democracia en la Argentina”, ESTUDIOS - N° 29, 2013

FRANCO, Marina y LEVIN, Florencia (comp.), Historia reciente. Perspectivas y desafíos para un campo en construcción, Buenos Aires, Paidós, 2007

LVOVICH, Daniel. “Dictadura y consenso. ¿Qué podemos saber?”, Puentes de la Memoria n. 17, 2007

LVOVICH, Daniel y BISQUERT, Jorgelina, La cambiante memoria de la dictadura. Discursos sociales y legitimidad democrática, Biblioteca Nacional / UNGS, Buenos Aires, 2008

PALERMO, Vicente y  NOVARO, Marcos. La dictadura militar 1976-1983: Del golpe de Estado a la restauración democrática. Buenos Aires Paidós, 2003

QUIROGA, Hugo. El tiempo del ‘proceso’. Conflictos y coincidencias entre políticos y militares, 1976-1983. Rosario: Editorial Fundación Ross, 1994

QUIROGA, Hugo y TCACH, César (comps.) Argentina 1976-2006. Entre la sombra de la dictadura y el futuro de la democracia. Editorial Homo Sapiens, Rosario, 2006

RODRIGUEZ, Laura, “La primaria durante la dictadura: reforma curricular y "concentración" de escuelas rurales”. [En línea] Archivos de Ciencias de la Educación (4a. época), 2 (2). Disponible en:  http://www.memoria.fahce.unlp.edu.ar/art_revistas/pr.3177/pr.3177.pdf

RODRÍGUEZ, Laura: Universidad, peronismo y dictadura, 1973-1983, Buenos Aires, Prometeo, 2015

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Dra. Olga ECHEVERRÍA:
Prof. y Licenciada en Historia, UNICEN. Doctora en Historia, UNICEN.  Profesora Adjunta de Historia Social General e Historia Social Contemporánea en la FCH/UNICEN. Investigadora CONICET. Miembro del IEHS-IGEHCS/CONICET-UNICEN. Directora del Proyecto: Fototeca Digital de Ciencias Humanas y Archivo Histórico Oral de Ciencias Humanas.
Contacto: olgaecheverria23 [at] gmail [dot] com