Sociedad
15 de septiembre de 2014

Actividad física y calidad de vida

Dr. Gustavo H. MARIN

La calidad de vida se asocia con el bienestar físico, los aspectos materiales, sociales, emocionales y el desarrollo alcanzado por los individuos o las sociedades. Es decir que podríamos definir a la calidad de vida como la posibilidad de vivir la vida en forma plena, satisfactoria, digna, con libertad, bienestar  y felicidad. Los impedimentos físicos o enfermedades pueden limitar nuestra calidad de vida.

La actividad física es todo movimiento del cuerpo que hace trabajar a los músculos y que requiere más energía que el reposo.  Habitualmente realizamos movimientos (intencionales o involuntarios) como peinarse o cepillarse los dientes, caminar, bailar, nadar, o trabajar en el jardín, todos son considerados una actividad física.

Ahora bien, cuando la actividad física es planificada y estructurada, la llamamos “ejercicio”, como por ejemplo practicar un deporte individual o en equipo, asistir al gimnasio para levantar pesas o tomar una clase de pilates.

Sea o no sea planificada, existe suficiente evidencia científica para asociar a la actividad física a efectos positivos para nuestro organismo, siendo la actividad aeróbica (correr, nadar, andar en bicicleta, bailar, etc) la que más beneficia al corazón y los pulmones, ya que pone en movimiento los músculos más grandes de nuestro cuerpo como los de los brazos y las piernas (OMS, 2010).

Pero al referirnos a una actividad física debemos referenciarnos a parámetros cuantitativos como la intensidad, el grado de consumo de energía, o la frecuencia con la cual la realizamos; y a otros cualitativos vinculados al tipo de actividad a realizar, su propósito o el contexto en el cual se realiza. Si analizamos la intensidad, existe evidencia que los grados moderados e intensos de una actividad aeróbica son los más beneficiosos para nuestra salud. Sin embargo, ante la imposibilidad de lograr esa intensidad, es mejor  realizar una actividad suave que caer en una falta total de actividad. Con respecto a su frecuencia, se ha demostrado que una actividad aeróbica regular y periódica de al menos 30 minutos diarios tres veces por semana, logra reducir las descargas de neurotrasmisores del sistema nervioso simpático- adrenérgico, lo cual nos permite por ejemplo, reducir los niveles de tensión arterial de una forma “natural” (Halliwill, 2003).

Resulta claro que incorporar una actividad física aeróbica frecuente e intensa a nuestro estilo de vida, redundará en beneficios para nuestra salud (Nocon, 2008).

¿Por que entonces no lo hacemos? Aquí se ponen en juego nuestras características individuales (genéticas o adquiridas como la personalidad, interés, educación recibida); el entorno en el que nos  desenvolvemos como la familia, amigos, vecinos, ambiente laboral o estudiantil, la cultura imperante en la sociedad, la influencia de los grupos económicos y otros grupos de presión, los medios de comunicación, las políticas de instituciones oficiales como la Secretaria de Salud Municipal, o los Ministerio de Salud Provincial o Nacional; los aspectos geográficos como el clima del lugar donde habitamos, etc. Basta con realizar una mirada introspectiva a nuestras vidas para hallar alguna de las respuestas a la pregunta efectuada.

Optar por realizar un deporte durante la infancia nos permitirá tener beneficios inmediatos y futuros; como una mejora de las funciones cardiorrespiratorias, o la reducción de la grasa corporal, y una reducción del riesgo para sufrir enfermedades cardiovasculares, metabólicas, óseas o mentales durante nuestra la edad adulta. Sesenta minutos diarios de una actividad física moderada ayuda a los niños a  mantenerse saludables y tener una mejor calidad de vida futura (Janssen & Le Blanc 2010).

La adolescencia es generalmente una etapa activa en la cual la escolaridad media garantizará una rutina semanal de ejercicios (obligatoria en nuestra educación secundaria), mientras que las actividades físicas extraescolares de los jóvenes suelen asociarse a su género. Los varones valoran los aspectos relacionados con la competición y el triunfo; mientras que las mujeres ven la actividad física como un modo de promover su estilo de vida sano y las actitudes de auto-mejora. Como sea, es la adolescencia la etapa que marcará en cierto modo nuestra vida, ya que los hábitos que se instalan durante la misma perdurarán en la edad adulta (Janssen & Le Blanc 2010)..  

En la adultez, a medida que aumenta nuestra edad realizamos menos actividad física programada, trabajamos varias horas al día, utilizamos transportes para buscar a nuestros hijos de la escuela, los llevamos a realizar sus actividades extra-escolares (música, deportes) de la misma manera, y finalmente al regresar a casa nos sentamos frente al televisor a “relajarnos” de las tensiones del día, pero sin haber efectuado la cantidad suficiente de actividad fisica que esta etapa de la vida requiere. Se ha demostrado que los adultos de 18 a 64 años deberían acumular entre 150 a 300 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada en sesiones de 10 minutos, en las que se involucren a grandes grupos musculares (OMS, 2010).

Ya al cumplir los 65 años, pasamos al grupo de “adultos mayores” y la actividad realizada es aún más pobre y se incrementa el grado de sedentarismo, lo cual nos lleva hacia un círculo vicioso de menor movilidad, atrofia muscular, caídas frecuentes, y fracturas. Sin embargo, sólo 150 minutos semanales de actividad física aeróbica moderada en sesiones de 10 minutos podría revertir esta situación (Paterson 2007). Un estudio poblacional con más de 500 adultos mayores realizado por docentes de la Escuela Superior de Ciencias de la Salud de la UNICEN, en conjunto con la Universidad de La Plata y el Ministerio de Salud, demostró que una actividad física regular y un fortalecimiento de los grupos musculares relacionados con los aspectos de la vida cotidiana que permiten la autonomía, redujo los eventos cardiovasculares, las fracturas, las internaciones hospitalarias, mejorando sustancialmente la calidad de vida de esos ancianos. Este estudio se convirtió en un programa estable y aún vigente del Ministerio de Salud Provincial bajo el nombre “Agrega Salud a tus años” (www.ms.gba.gov.ar/wp-content/uploads/2013/03/agrega-salud.pdf ).

En resumen, sea cual fuere nuestra edad, la evidencia nos muestra que realizar una actividad física aeróbica en forma regular y de intensidad moderada, mejorará nuestra calidad de vida. Es solo cuestión de empezar!!!

Referencias:

Halliwill JR, Dinenno FA, Dietz NM. (2003). Alfa-Adrenergic vascular responsiveness during postexercise hypotension in humans. Journal of Physiology 550(1):279-86.

Janssen I, LeBlanc G. (2010) Systematic review of the health benefits of physical activity and fitness in school-aged children and youth. International Journal of Behavioral Nutrition and Physical Activity, 7:40.  

Nocon M et al. (2008) Association of physical activity with all-cause and cardiovascular mortality: a systematic review and meta-analysis. European Journal of Cardiovascular Prevention & Rehabilitation, 2008, 15:239–46.

OMS (2010). Recomendaciones mundiales sobre actividad física para la salud. Organización Mundial de la Salud, Ginebra, Suiza, 12-39.

Paterson DH, Jones GR, Rice CL. (2007) Ageing and physical activity: evidence to develop exercise recommendations for older adults. Applied Physiology, Nutrition and Metabolism, 32:69–108.

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Dr. Gustavo H. MARIN:
Dr. Gustavo H. MARIN. Médico, Doctor en Medicina, Magister en Salud Pública, Magister en Economía de la Salud, ex-Becario del Colegio de Médicos de Paris, Francia; ex-Residente del Sistema de Asistencia Pública de Paris, Francia. Ex-Director de Atención Primaria de la Salud de la Provincia de Buenos Aires. Docente de la Escuela de Superior de Ciencias de la Salud, UNICEN.
Contacto: gmarin2009 [at] gmail [dot] com