Miércoles 12 de agosto de 2015

NUESTROS INVESTIGADORES: ING. GABRIEL BLANCO

NUESTROS INVESTIGADORES: ING. GABRIEL BLANCO

“UNICEN Divulga” incorpora una nueva sección. Efectivamente, el Programa perteneciente a la Secretaría de Relaciones Institucionales de la Universidad, suma a sus habituales dossiers temáticos mensuales, una nueva línea de trabajo que, a través de entrevistas, pone el foco en los investigadores. En algunos casos abordando sus trayectorias, en otros, haciendo de los temas de su especialidad, el eje de las notas. En esta primera entrega, el entrevistado es el Ing. Gabriel Blanco, docente-investigador de la Facultad de Ingeniería, quien se refiere a un tema de indiscutible actualidad: el cambio climático.

Cambio climático: Gabriel Blanco explica que “el modelo de extracción de recursos naturales, producción y consumo de bienes y servicios, y acumulación de riqueza, adoptado en occidente desde el inicio de la Revolución Industrial, es el responsable de la situación actual”

Gabriel Blanco es profesor titular de la Facultad de Ingeniería de la UNICEN. Se graduó como ingeniero en la Universidad de Buenos Aires, y tiene formación de posgrado en la Universidad de Massachusetts (Estados Unidos) en el campo de los recursos energéticos y las energías renovables. A su vuelta de Estados Unidos, en 2002, contribuyó a instalar esta temática en la Facultad de Ingeniería de la UNICEN a partir de la formación de un equipo conformado por docentes, investigadores y alumnos y de la participación en proyectos de investigación, desarrollo, vinculación y transferencia. Las actividades en este campo llevaron inmediatamente al equipo de trabajo a involucrarse en temas ambientales, incluyendo la problemática del cambio climático. Es así que con este equipo se han venido desarrollando trabajos tanto de I+D como trabajos de asistencia técnica a organismos de Estado, organismos internacionales, y a empresas del sector privado en temas de energía y ambiente. Estas actividades han llevado a que varios integrantes del equipo de trabajo tengan actuación en diferentes instituciones a nivel nacional e internacional.

En años recientes, Blanco fue coordinador nacional del Estudio de Necesidades Tecnológicas del Mincyt/PNUMA y coordinador del estudio de mitigación e inventario de gases de efecto invernadero (GEIs) en el sector residuos para la Comunicación Nacional de Cambio Climático de la Argentina ante la UNFCCC recientemente publicado. Estos trabajos fueron desarrollados con la participación del equipo de trabajo de la FIO entre otras instituciones.

Actualmente es profesor de programas de posgrado en varias universidades del país y del exterior, es autor del Panel Intergubernamental de Cambio Climático (IPCC), autor del informe GEO 6 del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), miembro y presidente del Comité Ejecutivo de Tecnologías de la Convención de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC), y forma parte del equipo de negociación internacional sobre cambio climático del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación.

UNICEN Divulga dialogó con el destacado profesional y presenta a sus lectores la entrevista

- En relación a las notables variaciones del tiempo en lo que va del año, que son tema frecuente en la sociedad, ¿en qué medida son resultado del cambio climático?

Los resultados presentados en el último Informe de Evaluación del IPCC, publicado a fines de 2014, en el que participaron más de 800 científicos y expertos de todo el mundo en las distintas temáticas que hacen al cambio climático, y que reúne y analiza más de 40 mil estudios y referencias bibliográficas, muestran que los cambios en el sistema climático global son concretos, reales y responden a las predicciones realizadas desde hace ya más de dos décadas. Las evidencias presentadas por el IPCC en esta materia a partir de mediciones realizadas por décadas en todo el planeta y el análisis de esa información dejan poco margen para la duda.

Las tendencias observadas y proyectadas señalan un incremento de la temperatura media global del planeta que tiene una persistencia y una rapidez nunca observadas en la historia de la Tierra. Este incremento en la temperatura media es acompañado de variaciones extremas de temperatura y de precipitaciones así como de otros eventos climáticos que se dan cada vez con más frecuencia y con más fuerza, como tormentas, tornados, huracanes, sequías, inundaciones y olas de calor. Todos fenómenos que ya estamos experimentando y sufriendo en la Argentina desde hace un tiempo y cada vez de forma más acentuada.

Además, del análisis se pudo establecer que las causas de este cambio climático responden de manera irrefutable a la acción del hombre y sus actividades productivas. Entre éstas actividades, las que más han contribuido desde la Revolución Industrial a principios del siglo XIX, y que siguen haciéndolo en la actualidad, son: en primer lugar, el uso de combustibles fósiles (petróleo y sus derivados, gas natural, y carbón) para la producción de energía eléctrica, el transporte, la producción industrial, y la calefacción residencial; en segundo término está la deforestación de bosques nativos para la expansión territorial de las actividades agrícolas y ganaderas. Hay otras actividades que también producen GEIs, aunque en menor medida, como el manejo de residuos urbanos, industriales y agropecuarios, y el uso de agroquímicos para la agricultura.

Claro que estas actividades que causan el cambio climático se han dado de manera diferente en el tiempo y según el país o región de que se trate. Es por eso que las responsabilidades de los diferentes países no es la misma, y hay quienes tienen responsabilidades históricas que deben asumir, concretamente los Estados Unidos y Europa entre otros países de los llamados industrializados. Sin embargo, el presente muestra que países emergentes también empiezan a tener una importante cuota de responsabilidad por el nivel de emisiones de GEIs actuales que presentan, tal es el caso de China e India y otros países como Brasil, Indonesia, Egipto, Sudáfrica y la Argentina.

La necesidad de desarrollo de este último grupo de países junto con otros países en desarrollo plantea un nuevo interrogante: ¿es posible para estos países seguir los mismos caminos de desarrollo que siguieron los países hoy ya industrializados?

El Informe de Evaluación del IPCC muestra que para que tener alguna posibilidad de no llegar a cambios climáticos irreversibles con consecuencias aún más devastadoras que las que sufrimos en la actualidad, las emisiones de GEIs hacia 2050 deben ser reducidas a un 40% de las emisiones actuales. Para que esto sea posible, no alcanzará con que los países desarrollados reduzcan sus emisiones de GEIs, sino que la reducción debe ocurrir también en los países en desarrollo, incluida la Argentina.

Una pregunta surge inmediatamente: ¿es esto un problema para el desarrollo de nuestro país? Depende que tipo de desarrollo se pretenda para el país. Si el desarrollo que se busca está basado en los mismos valores y principios de producción y consumo de bienes y servicios que llevaron adelante los países hoy industrializados, entonces la situación es problemática, no sólo porque este modelo se demuestra insostenible por la extracción indiscriminada de recursos naturales, sino también por la acumulación de riqueza y los consecuentes problemas de desigualdad que genera y que vemos entre regiones, entre países e internamente dentro de cada país.

Si en cambio el modelo de desarrollo deseado incluyera otros valores y principios, que consideren la diversificación de la matriz productiva, una relación diferente con los recursos naturales, y un ambiente sano como parte esencial de la calidad de vida de la sociedad y sus individuos, entonces las acciones que se lleven adelante no sólo traerán prosperidad en el sentido cabal del término, sino que además contribuirán a reducir nuestras emisiones de GEIs. Estas emisiones, por otra parte, han crecido 25% con respecto a las del año 2000 y nos ubica muy por arriba del promedio mundial cuando consideramos las emisiones per cápita con más de 10 ton de CO2e por año, como muestra el último inventario de GEIs de la Argentina presentado a comienzos de julio de este año.

- ¿Qué debería saber un lector que no es experto en cambio climático pero que está preocupado por esa problemática que usted trabaja, acerca de los modelos de desarrollo económico en el mundo y en Argentina en particular?

Cuando se buscan las causas profundas del cambio climático, el Informe del IPCC confirma lo que todos sabemos: el modelo de extracción de recursos naturales, producción y consumo de bienes y servicios, y acumulación de riqueza, adoptado en occidente desde el inicio de la Revolución Industrial es el responsable de la situación actual. Un modelo adoptado también por la Argentina desde fines del siglo XIX y profundizado durante las últimas décadas. Alguien puede sostener y con razón que este modelo ha producido una cantidad de avances importantes en materia de salud, de crecimiento económico y de calidad de vida para una parte importante de la población mundial. Pero estos beneficios no llegaron a todos, ni a todos los países ni a toda la población dentro de cada país. Las diferencias y las injusticias sociales son evidentes y no hace falta volver a señalarlas.

Gracias al uso del carbón y luego del petróleo y el gas natural, este modelo logró el divorcio entre la producción de bienes y servicios y los ciclos naturales que impone nuestro planeta con sus cuatro estaciones y sus días y sus noches. Hoy se produce y se consume a una velocidad mayor a la que los propios recursos naturales pueden reproducirse. La tecnología no ha sido capaz de revertir este proceso; por el contrario, las evidencias muestran que ha acelerado el problema.

Un modelo que se aparta de los ciclos naturales es, por definición, no sustentable. El cambio climático no es más que un síntoma de este modelo de desarrollo, y ahora con sus eventos extremos y devastadores, es la muestra contundente de esto.

En nuestro país, el modelo también deja huellas, y como muestra podemos mencionar tres casos concretos y bien conocidos:

La megaminería a cielo abierto en la cordillera andina con su consecuente destrucción de glaciares y del agua dulce allí contenida. La producción avasallante de la soja con su devastación de los suelos por el consumo de sus nutrientes que se intenta remediar malamente mediante el uso masivo de agroquímicos, y también con su avance sobre los bosques nativos del norte del país. Y por supuesto, la matriz energética concentrada, más que nunca antes en nuestra historia, en el uso de petróleo, gas natural y carbón, los mismos recursos energéticos que permitieron la concentración desigual de la riqueza que sufrimos aquí y en todo el mundo. Es por esto que avanzar con la explotación de los llamados recursos fósiles no convencionales del yacimiento de Vaca Muerta en Neuquén es una decisión que atrasa décadas, y que nos deja atrapados en esa matriz concentrada y contaminante por muchas décadas más hacia el futuro.

- ¿Cómo trabajar sobre el problema del cambio climático y sus consecuencias, teniendo en cuenta el escenario de incertidumbre en el futuro?

Siempre surge la pregunta sobre cuál es la salida y en todo caso si será fácil. Dos cosas hay para decir al respecto, la primera es que sí hay alternativas para el desarrollo, y la segunda es que es posible implementarlas pero no sencillo, hay que vencer 200 años de historia y cambiar el paradigma actual de desarrollo.

Pero existen situaciones donde es posible empezar a dar pasos por un camino diferente. Un ejemplo bien concreto: diversificar la matriz energética a favor del uso de recursos energéticos autóctonos y renovables como el sol, el viento, la biomasa y el agua, no sólo trae mejoras ambientales vitales para la calidad de vida sino también la democratización en el acceso a los recursos energéticos. Esto es posible de implementar acá y ahora, pero hay que tener la decisión de hacerlo. Tal vez los cambios se den desde abajo, a partir de decisiones individuales que se vayan contagiando a otros; estos cambios son más lentos, pero también son más profundos y perdurables.

Estos cambios tecnológicos y en la matriz productiva seguramente tampoco alcancen si no van de la mano de un cambio en la manera de entender la prosperidad individual y de la sociedad en su conjunto. Debemos revisar nuestros patrones de consumo, qué, cómo y para qué consumimos y sin descuidar a aquellos que sí necesitan incrementar su consumo de bienes y servicios básicos, algo que implica sentido de la equidad.

Es indispensable también replantear la forma en que medimos nuestro desarrollo. Está claro que los indicadores que usamos habitualmente, como el Producto Bruto Interno, no contemplan el capital natural y social que tiene una sociedad ni las relaciones entre ellos. Por esto es necesario establecer nuevos indicadores que nos permitan evaluar de forma integral nuestro desarrollo.

El equilibrio en el desarrollo de una sociedad sólo puede ocurrir cuando se integran de manera armoniosa los aspectos sociales, económicos y ambientales, y cuando existe equidad en el acceso y distribución de los recursos naturales, lo que asegura a su vez una distribución más equitativa de la riqueza que esos mismos recursos generan.

Tal vez recién entonces podamos hablar de desarrollo, y de sustentabilidad en el sentido más profundo de la palabra; y también de crecimiento, pero no sólo de la venta de electrodomésticos y automóviles, sino de crecimiento de la calidad de vida y de la prosperidad de todos los habitantes.