Friday 11 de February de 2011

Lágrimas para Abel

Lágrimas para Abel

Dolor profundo, generalizado, el que sale de las entrañas de la existencia para recordarnos la fragilidad de la vida y la necesidad de vivirla en plenitud.Ese sentimiento vestido de amarga tristeza fue reflejado, la mañana de este viernes, por el aplauso acunado, denso, sostenido, con que la comunidad universitaria despidiera en la esquina de Pinto y Chacabuco el paso del cortejo fúnebre conduciendo al cementerio los restos del compañero de trabajo Abel Carlos Carbone.

Cuando aún perduraba la conmoción por el deceso en los primeros días de enero, pleno período vacacional, de la entrañable no docente Mercedes Nigro, sobrevino el impacto por la muerte de Abel, inscripto a su vez en el renglón del personal administrativo reservado a los históricos.

       Su estampa de 66 años resumía un pedazo enorme de la Unicen, modelada siempre en el área de Personal (hoy Recursos Humanos) que integraba y desde la cual indicara tantos caminos a los colegas recién llegados.

      Lucía lo que solía considerar un privilegio, esto es pertenecer a la generación que viera crecer casi desde el vamos a su querida Casa laboral. Entonces, pregonaba a los cuatro vientos la necesidad de sentirla propia, dentro de uno, para así educarla y protegerla con sentido de pertenencia, imprimiéndole el sello que hoy la destaca entre sus pares nacionales.

    Pero no se detuvo sólo en cumplir con notable rectitud y fidelidad su trabajo. Lo amplió, con tandilense entusiasmo, a través de la conducción de la Asociación Mutual Universitaria, su querida AMU, la que acaba de anunciar la institución de una farmacia como revolucionaria ampliación de sus servicios.

   Bien dicho está que tener un hijo, escribir un libro y plantar un árbol son los veredictos de la vida del hombre. Sus legados. Abel fue padre de familia, escribió el libro “Crónica de una época feliz” y sembró muchos árboles.

  Quizá no lo hizo desde abajo, con pala y tierra, sino desde arriba, ya que fuera importantísima rama de ese frondoso árbol que representa su Universidad, de hojas jóvenes que brotan y se van hacia los cuatro puntos cardinales, a encarar la vida con un diploma bajo el brazo.

   Sabía Abel, porque acostumbraba a comentarlo en charla amistosa, que a un dolor lo sigue una alegría, como el día a la noche. Y es la alegría que debemos sentir al recordarlo tal cual era, aunque por ahí se nos escape una lágrima espesa, pero siempre dulce.

 

                                                        C.I.