Wednesday 10 de August de 2011

Homenaje universitario a la entrañable figura de Rosita Osquigûil

Homenaje universitario a la entrañable figura de Rosita Osquigûil

Sencillo. Sincero. Profundo. Sereno. Lleno de un tocante silencio profundizado, por ahí, con algún travieso ruido de alguna vasijería cocinera alistándose para recibir después al estudiantado. Con más pinta de reunión de amigos que de acto oficial. Hasta con la curiosa presencia de un perro que, alguna vez, habrá recibido de Rosita un pedazo de pan.

Tal fue el clima del reconocimiento que la comunidad universitaria destinó este lunes a las 11, en el Comedor del Campus, a su baluarte hacedor y trozo grande de la historia de la Unicen que falleciera el 4 de mayo último: Rosita Osquigûil.

Alrededor de 200 representantes de todos los estamentos universitarios con o sin canas – bien se dijo que si se hubiese realizado un sábado o domingo no hubiera bastado el espacio – entregaron sus emociones, conocieran en carne propia o bien sólo por mentas a la homenajeada.

La no docente Inés Ceballos dio lectura en primer término a la ordenanza del Consejo Superior 3851 que bautiza “Rosita Osquigûil” al Comedor, abriendo enseguida la serie de oratorias, todas ellas improvisadas. La titular del Centro de Estudiantes de la facultad de Ciencias Económicas, Sofía Gianetti, agradeció a la memoria de la homenajeada “haber hecho posible que hoy, todos los estudiantes, compartamos este Comedor que ha quedado tan hermoso”.

Siguió el secretario de Bienestar Estudiantil, Lisandro Ramos, quien citó la “combinación de trabajo genial, ella con su experiencia y, yo, con mi pro actividad muchas veces desaforada que ella me atemperaba. Fue una gran formadora de todos este grupo que hoy trabaja acá, por eso la recordaremos siempre y le decimos Gracias”.

“PUSO OREJAS A TODOS”

Sacándole pecho a la posibilidad de quebrarse en el intento, el secretario general y amigo de la extinta, Guillermo Corres, recordó pasajes de la vida de Rosita dedicada a la Universidad. “Creo que nadie en el mundo se haya ido con tantas confesiones, con tantos oídos prestados a tantos, que fuera su gran virtud, símbolo singular de su inolvidable personalidad”.

“Si me habrá hecho amistosas trampas respecto al pago de alguna cuota de algún alumno para que ese chico terminara sus estudios y después viéramos; si le habrá prestado las orejas a quienes necesitaban apoyo para terminar sus maestrías; si les habrá puesto la oreja a los amigos de antes, a los jóvenes de ahora para hacerles mejor la vida”.

Relató además otros hechos distinguidos de su trayectoria. “Distraer su propio perfeccionamiento en el estudio con mañanas de Banco, ir a buscar pan o dejar sin auto a su esposo, Alfredo, para hacer alguna gestión universitaria en la ciudad”.

“Por sobre todas las cosas, Rosita fue esa rueda de auxilio, haciendo tan cierto aquello que cuando el carrero está en el barro castiga al animal más noble. Siempre fue así. Me acuerdo mucho que lo primero que me pidió Roberto al asumir como Rector fue “tenemos que sacar el Comedor”.

“Los que tenemos años sabemos que lo más difícil de un proyecto no es el diseño sino la implementación. Que las cosas se hagan y bien. Enseguida pensamos en Rosita, siendo el Comedor algo tan sensible para el estudiante, con 25 personas a cargo y al que había que ponerle la vida, misión que tuvo el apoyo de los no docentes. No tengo la menor duda que el primer año del Comedor fue posible porque Rosita le puso el hombro”.

“Así fue en todas las cosas. Con el amigo, con esfuerzos personales para bancarlo. Memoró que “aquel día tan duro de su muerte me quebré, y hoy no sé como estoy haciendo para no quebrarme.....”. Pero fue en vano. Corres, al terminar, también buscó un hombro para esconder sus lágrimas.

“UN DOLOR MUY GRANDE”

“Dieron vuelta por mi cabeza mil palabras. Pensé en escribirlo, pero no podría terminar de leer. Es que en lo personal se me mezcla una larga vida de amistad con Rosita y la responsabilidad de hablar en nombre de toda la comunidad universitaria”, expresó al cierre de las oratorias el rector Roberto Tassara.

Puntualizó que “fue la primera amiga que pierdo. Es un dolor muy grande. La relación con ella era inigualable; una amistad de fierro, lealtad mútua. No se si en vida le agradecí todo el esfuerzo dado, es que uno piensa que las cosas siguen, olvidándose de la muerte”.

“Hoy es un entero reconocimiento. Fue una alegría el contenido de la Ordenanza leída, diciéndose cosas más hermosas aún el día que el Consejo Superior la sancionara. Salimos de la nada y Rosita, inmediatamente, comprendió el concepto del Comedor como servicio al estudiante”, sumó Tassara refrescando a su vez los tiempos que en que lo acompañara como secretaria en el decanato de Ciencias Económicas.

“Me pareció muy buena idea de tener en el Comedor el retrato de Rosita que ahora vamos a descubrir, porque la recordamos siempre pero viéndola en todo momento seguramente ese recuerdo de una gran amiga y luchadora por la Universidad, desde el caro que fuera, será permanente. Muchas gracias por todo”, concluyó muy emocionado.

RECUERDO PERMANENTE

Por último, Tassara, Corres, Alfredo Vesciunas marido de la extinta, el secretario general del gremio Atuncba Juan Loidi y un representante del personal culinario descubrieron el retrato alusivo que lleva la leyenda “Comedor Universitario Rosita Osquigûil, en homenaje a su entrega total para el éxito del Comedor”, y luego una plaqueta del gremio que reza: “Atuncba en homenaje a Rosita Osquigûil por su humildad y calidad humana”.

Las emociones, volcadas en un aplauso final interminable, se trocaron en feliz energía. Como lo hubiera preferido la querida figura que, según el pensamiento generalizado, no se ha ido. Sólo termina lo que muere. Y Rosita sigue en el Comedor.