Viernes 8 de junio de 2012

Docente de Humanas participará de la Cumbre de la Tierra en Río

Docente de Humanas participará de la Cumbre de la Tierra en Río

Expresión de un territorio-mundo, Río de Janeiro será el vértice de un debate planetario. Por una parte, los estados y representantes de sectores privados  participarán, entre el 20 y el 22 de junio, de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Desarrollo Sostenible (también llamada Cumbre de la Tierra  Río +20). Por otra parte, la sociedad civil global organiza, del 15 al 23 de junio, la Cumbre de los Pueblos Río+20 por la Justicia Social y Ambiental.

Dos Cumbres, con sus formas, sus contenidos, sus actores. Pero cada una existe por la otra y las dos porque la injusticia social y ambiental se agigantan día a día, crecen los conflictos y los múltiples problemas alertan sobre el deterioro del Planeta y amenazan la vida.

Veinte años después de la  primer Cumbre de la Tierra, los resultados no son los anunciados. La dinámica de la economía global, signada por la especulación financiera, la supremacía del mercado, la concentración económica y el aumento de las desigualdades, moldean territorios y sociedades. Las instituciones creadas a partir de la Cumbre de Río 92 y las sucesivas  instancias de negociaciones internacionales, no han podido avanzar significativamente en la mayoría de sus objetivos. La percepción de esta realidad, ha impulsado instancias de movilización global no estatales, que buscan canalizar las preocupaciones de las sociedades y encontrar instancias de articulación entre los pueblos.

Los Foros Sociales y particularmente las Cumbres de los Pueblos se proponen como formas de articulación  para una  lucha colectiva contra el poder de las corporaciones y los actores económicos transnacionales cuyo lobby condiciona las acciones de los Estados y determina que las Cumbres oficiales no hayan avanzado en cambios sustanciales. Por el contrario, se generó un encausamiento de las problemáticas, que atiende a aspectos secundarios y legitima la continuidad de las condiciones estructurales responsables de los problemas que debemos enfrentar. Lejos de aportar verdaderas soluciones, hoy podemos afirmar que quizá hayan contribuido a dilatarlas, en la medida que han canalizado los conflictos sin resolver sus causas, y han permitido la continuidad de las políticas que los generan. Que el Banco Mundial se proponga como guardián del desarrollo sostenible es una muestra de ello.

Sin dudas,  al interior  de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible hay posiciones muy disímiles. Los distintos grupos de países trabajan desde hace mucho por sus objetivos; unos, para lograr que  se alcancen  acuerdos sobre cuestiones sustanciales y otros, para que dichos acuerdos sean insustanciales. Así, una táctica ya expuesta por algunos países centrales, principales responsables de muchos de los problemas más acuciantes, ha sido proponer nuevos acuerdos más laxos, sin asumir sus incumplimientos sobre los vigentes. Cambiar las reglas y empezar de nuevo; y que las nuevas reglas no impliquen cambios estructurales.  Por ejemplo,  después de  no reconocer o incumplir el Protocolo de Kyoto,  que los obligaba a asumir el compromiso de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, y por lo tanto a poner condiciones a su crecimiento,  proponen dejarlo sin efecto y comenzar a discutir otro. Así pasan décadas y décadas, dilatándose las soluciones para el futuro. Sin embargo, los problemas ambientales, que se profundizan por esta elección irresponsable, golpean a la puerta de comunidades de todo el mundo.

Los glaciares se deshielan y comprometen el futuro de ciudades enteras que dependen de sus aguas. Poblaciones costeras cuyas tierras serán arrasadas por el aumento del nivel del mar deben mudarse; pero: ¿a dónde…?  Cambios climáticos afectarán la agricultura y las posibilidades de alimentación de grandes cantidades de población. La frecuencia de eventos extremos como huracanes y tornados, sequías o inundaciones extraordinarias están aumentando. Varias enfermedades se están extendiendo. Urge bajar el nivel de emisiones de gases de efecto invernadero. Para muchos pueblos del mundo estas son amenazas que ya han comenzado a concretarse y  buscan respuestas  y justicia. Existen responsabilidades compartidas pero diferenciadas. Entonces, quienes son responsables de la acumulación existente deben hacer un esfuerzo mayor pero sin embargo, proponen darle una miguita del festín a los países pobres, mercantilizando los servicios ambientales de los bosques, a cambio de que hagan lo que a ellos les correspondería.

Los países centrales no quieren asumir ningún compromiso que les dificulte crecer. Los emergentes no quieren parar de crecer. Los pobres quieren crecer. Pero sucede que el planeta es finito y entonces el crecimiento ilimitado es una fantasía. Además, para crecer se precisa acumular y para acumular producir más con menos trabajo.

Y en la cuenta del crecimiento ¿qué se cuenta? ¿Está el dique de cola con el lixiviado con cianuro,  los suelos empobrecidos por el monocultivo, la contaminación de los ríos, los enfermos? ¿Quién le pone precio a una especie que desaparece? ¿Quién a una forma de vida truncada por un desplazamiento forzado? ¿Crecimiento de qué? ¿Qué es Vivir bien?. Preguntas como estas llevan a ciudadanos de todo el mundo a expresarse por el abandono de un paradigma destructivo de empleo y naturaleza y a buscar  paradigmas alternativos que permitan a la humanidad transformar las formas de consumo y producción, vivir en equilibrio con la naturaleza  y con mayores niveles de equidad.

Es por ello que miles de ciudadanos del mundo participarán de la Cumbre de los Pueblos en Río+20 contra la Mercantilización de la Vida y de la  Naturaleza en Defensa de los Bienes comunes.

Desde Río 92, las transnacionales y los gobiernos de algunos de los países centrales  consiguieron debilitar o tergiversar el concepto de desarrollo sustentable a fuerza de usarlo como una muletilla  para cualquier cosa. Esta vez, y para seguir “liderando” la Cumbre oficial, han colocado como eje a “la economía verde”, un concepto que pareciera remitir a un imaginario deseable  pero que, sin embargo, sigue orientado al crecimiento ilimitado y a extender la mercantilización de la Naturaleza. Promueve la privatización de los bienes comunes y la instauración de los organismos internacionales como el Banco Mundial y el FMI a cargo de una especie de gobernanza global encargada de velar por los objetivos ambientales.

Es difícil imaginar al Banco Mundial, principal instigador de los mega-emprendimientos de infraestructura al servicio de modelos extractivistas neocolonialistas y al FMI, facilitador de la expoliación de los países por la  especulación financiera, como guardianes de una forma de desarrollo social y ambientalmente equitativa. Sin dudas, existen posturas muy disímiles entre grupos de países que se trasuntan en los días previos a la Cumbre de la Tierra, abriéndose expectativas de que el debate supere los estrechos límites guionados por los partidarios de la economía (del maquillaje) verde.  Ya el representante de Bolivia ha expresado una posición crítica que propone debatir cuestiones estructurales . Seguramente otros países de América Latina tienen mucho para decir. Las posibilidades de obtener un documento de consenso con avances significativos  aparecen más trabajosas a la luz de una experiencia que mina la credibilidad  de algunos actores claves. Sin embargo, sin el compromiso de los mismos,  por su peso en la economía global, no serían suficientes ni eficaces los esfuerzos que pudieran hacer los países menos desarrollados por reducir los impactos ambientales.  Esto permite suponer que si hay acuerdo será a la medida de los países centrales y con compromisos más que moderados.

Sea como sea,  la discusión entre países, la visibilización de distintas posturas en la esfera pública, así como la existencia simultánea de la Cumbre de los Pueblos, y de una acción global convocada para el 20 de junio, contribuyen a priorizar en la agenda global un tema crucial para el futuro de la humanidad y del planeta.

Desde Tandil, concurrirá Ana María Fernández Equiza, Geógrafa, Mag. en RRII y Dra. en Ciencias Humanas. Docente de las carreras de Geografía, RRII en la Facultad de Ciencias Humanas. Desarrollará tareas relacionadas con la Línea de Investigación que dirige, sobre “Análisis de conflictos ambientales a distintas escalas. Aportes para la construcción de sustentabilidad”, en el Centro de Investigaciones Geográficas, UNICEN.

La Facultad de Ciencias Humanas a través de su Secretaría de Extensión y Transferencia y la carrera de Geografía organizarán un encuentro posterior donde la docente-investigadora presentará una crónica de lo sucedido en RIO+20