Historia
9 de septiembre de 2011

Educación y ciudadanía en el pensamiento sarmientino

Dra. Renata GIOVINE

Revisitar a Sarmiento en un momento de deterioro de la educación común y del declive de la escuela como uno de los principales lugares de formación ciudadana, nos invita a reflexionar acerca de sus propuestas y acciones, proyectándolas hacia un futuro más inclusivo que aún les es esquivo a muchos niños, adolescentes y jóvenes argentinos. Implica, a nuestro entender, remontarnos al momento fundacional del estado y del sistema educativo. Un momento de construcción de un nuevo orden en el que se debatían los grandes dilemas de la Modernidad, entre los cuales destacamos aquí el fin del encantamiento del mundo como lo expresaba Max Weber y el pasaje de ese orden divino a un orden producido por los hombres, en su propia soledad; que cuando se democratiza una de sus principales encrucijadas será la producción de hombres civilizados, libres e iguales y el mejor modo de convivencia pacífica y ordenada entre ellos que posibilite una sociedad organizada y bien administrada. Preocupación esta que nos acompaña aún hoy.

El siglo XIX que transita el Sarmiento lector, escritor, exiliado y político es también un momento de múltiples opciones, un menú a la carta podríamos decir en los que se plasman intereses, circunstancias, expectativas, utopías, creencias y pensamientos de una época que –con olvidos y conmemoraciones que incitan al recuerdo solemne- fueron dándole contenido y sentidos a la escuela pública y a la ciudadanía argentina.

La claridad del proyecto sarmientino, en ocasiones enfrentado al de Alberdi y Mitre –entre otros-, posibilitó que Argentina lograse universalizar la escuela primaria más tempranamente que la mayoría de los países de la región latinoamericana. La educación era el punto de partida y la ciudadanía el punto de llegada. En esta ligazón que Sarmiento establece entre ambos se halla presente esa idea de que los individuos son educables, perfectibles y a ello se ataba el destino de las naciones; o en otras palabras unía en un mismo proceso al perfeccionamiento humano y al progreso indefinido del pueblo. Es por ello que, y recorriendo una vez más el libro De la Educación Popular que escribió en 1849, la educación debía ser común: “La verdadera civilización de un pueblo no consiste en tener un centenar de individuos que constituyan ´la aristocracia del saber´, sino el mayor número posible de ciudadanos instruidos. Lo que necesita una sociedad moderna es una ´educación común´ libre de las odiosas diferencias entre ricos y pobres, maestros y esclavos, nobles y plebeyos. Sólo cuando se haya comprendido esto, quedan establecidas las bases de un gobierno democrático” (en Giovine, 2008: 47). Debía ser pública, es decir responsabilidad del estado tanto a nivel nacional como provincial: la formación del ciudadano será un deber del gobierno (no de los padres, quienes "ignorantes de la ley, no pueden enseñar a sus hijos a ser buenos ciudadanos"), un "derecho de los gobernados" y una "necesidad absoluta de la sociedad" (Sarmiento, 1949: 43); siendo esta necesidad social la que convierte a la escuela "en una institución pública" (p. 236). Debía ser por último popular: "preparar las nuevas generaciones en masa para el uso de la inteligencia individual, por el conocimiento aunque rudimental de las ciencias y hechos necesarios para formar la razón" (p.25), entre los cuales destacaba la adquisición de la capacidad lectora a fin de aprender el uso del medio de comunicación social más relevante de la época: la prensa –"arma de civilización i progreso [sic] (Sarmiento, 1948)-, para contribuir a la prosperidad general.

En este proyecto de un nuevo orden sarmientino, de construcción de una nueva hegemonía la educación debía estar a su servicio. Una educación que no se agotaba en una red escolarizada, sino que debía abarcar diferentes instituciones desde las “Cunas Públicas” en las que "se empieza a criar a los niños" hasta la Lectura Pública "que es el extremo final de la educación popular" (Sarmiento, 1948: 356). Hay en Sarmiento la idea de un sistema de instrucción pública complejo, abierto y articulado integrado por múltiples instituciones escolares y educadoras que debían responder a los intereses de la nación y de su pueblo. Una nación que debía crearse y un pueblo que debía re-inventarse para ser constructor y partícipe de un espacio público, en el cual los ciudadanos deliberaran libremente en pos del bien común. He aquí el sentido pedagógico del lema “civilización y barbarie”, el cual podemos sintetizar parafraseando a Le Goff (1991) que la escuela debía implementar un proceso de expropiación de la memoria colectiva, excluyendo los resabios coloniales, indígenas, gauchos, los Facundos que habitaban las provincias argentinas.

El principal legado de Sarmiento será ese conjunto de escuelas primarias diseminado por todo el territorio y esos centros de formación de maestras llamados escuelas normales que, con marchas y retrocesos, con rasgos de normalización, homogeneización y disciplinamiento, fueron formando la “capacidad moral”, “industrial” e “intelectual” de los futuros ciudadanos que la Argentina moderna necesitaba para salir del retroceso y la barbarie. Es decir, la escuela pública se constituyó para muchas generaciones de argentinos e hijos de extranjeros en un espacio común de sociabilidad, formadora de ciudadanos imbuidos de la ética republicana. Aunque este proceso implicara la negación de aquellos sujetos y culturas que no respondiesen a ese nuevo orden civilizatorio.

El siglo XX se mostrará oscilante con respecto a esta matriz sarmientina, pero terminarán prevaleciendo discursos y prácticas que se desvían de esta tríada educación común, pública y popular, reforzando elementos autoritarios y excluyentes que aún perviven en nuestra cultura política y escolar. Las luchas y disputas por la hegemonía han ido conduciendo hacia el distanciamiento entre estos términos que, como hemos mencionado, estaban íntimamente vinculados en el pensamiento de Sarmiento. Concomitantemente, la conquista de nuevos derechos ciudadanos primero individuales, luego políticos, sociales y por último aquellos de grupo que apelan al respeto de la diversidad cultural, a la vez que se van garantizando en los textos constitucionales de 1853, 1949 y 1994, permanece una distancia entre su reconocimiento legal  y su ejercicio; sin por ello desconocer los avances producidos sobre todo desde la recuperación democrática en 1983. Ello ha traído aparejado, pese a la universalización de la educación primaria y a la ampliación ciudadana, que los niveles de desigualdad social y educativa aún sean significativos. Una desigualdad que en la actualidad se diversifica y complejiza, en la que se entrelazan injusticias socio-económicas (aquellas vinculadas a la limitación o privación de la satisfacción de necesidades básicas) con nuevas injusticias culturales y simbólicas, generadas por la dominación de la cultura globalizada, el no reconocimiento real a la diversidad y la estigmatización de esos otros que aún hoy se intentan incluir vulnerando algunos de sus derechos ciudadanos, entre ellos el de una educación común.

Escuelas y ciudadanías, en suma, que son interpeladas desde otros discursos, desde otros intereses, desde otras circunstancias, expectativas, utopías y creencias que van imponiendo otros sentidos a las escuelas y a los sujetos que pretende formar. De ahí la actualidad que, a mi entender, adquiere para nosotros los educadores volver una y otra vez al discurso sarmientino para re-pensar ese pasado incorporado en nuestro presente, que nos ayude a construir sistemas educativos y ciudadanías más inclusivos y democráticos.

Bibliografía citada:

GIOVINE, R. (2008) Cultura política, ciudadanía y gobierno escolar. Tensiones en torno a su definición: la provincia de Buenos Aires (1850-1905). Stella/La Crujía. Colección Itinerario, Buenos Aires.
LE GOFF, J. (1991) El orden de la memoria: el tiempo como imaginario. Paidós, Barcelona.
SARMIENTO, D. F. (1948) Obras Completas. Tomo 8, Luz del Día, Buenos Aires.
_ (1949) Educación Popular. Lautaro, Buenos Aires (Primera edición 1849).

© Todos los derechos reservados.

Dra. Renata GIOVINE:
Núcleo de Estudios Educacionales y Sociales (NEES), Facultad de Ciencias Humanas, UNICEN.
Contacto: renatagiovine [at] gmail [dot] com