Ciencia | Ecología
30 de septiembre de 2013

-“¡¡¡Qué barato!!!” - “¡¡¡¡Entonces no lo compres!!!!”

Mag. Fernando A. MILANO

Me dieron a elegir un tema ambiental para divulgar nuestro trabajo. Elegí el consumo. Vivimos buena parte de nuestra vida calculando precios, administrando nuestro dinero, lo cual es muy razonable hasta cierto punto. Cuando, teniendo una vida digna, eso empieza a ser el centro empezamos a perdernos. Como dijo Ricardo Darín en una extraordinaria entrevista  (17/9/2013,  http://www.youtube.com/watch?v=izOatvH5vPk): “La ambición te  puede llevar a un  lugar muy oscuro, muy desolador…”  Y en el debate hacia adentro o hacia afuera de nosotros mismos  sobre cómo comprar hemos hecho un culto a la injusticia.

Cuando algo es barato, hay otras personas u otras especies que pagan lo que no pagamos nosotros. Seguramente habrá excepciones y justamente ese es el problema: que son excepciones. La competencia es uno de los elementos básicos del Capitalismo. Tiene su lado bueno: si alguien quiere cobrar algo mucho más de lo que podría considerarse razonable otro lo hace  bajar hasta precios razonables (es teórico…, demasiado…). Bien. Supongamos que estamos con precios razonables que implicaría que cada parte del sistema tiene una paga razonable. Si una empresa baja más los precios respecto a ese punto teórico, deja de hacer algo con el respeto y la dignidad que el hombre y la naturaleza merecen. Así terminamos cómplices de  pisarle la cabeza a  alguna persona que trabajó pero  no le pagaron lo que correspondía, o no tiene beneficios sociales pagos, o que llegó tarde al cumpleaños del hijo por presión del sistema.  O peor, esclavitud disfrazada o no. O bien le compramos contento a la empresa que contamina más de lo que podría o extrae productos de manera indebida y, por ende, extermina la vida por un puñado de nada hecho billetes.

Decimos casi orgullosos:

“¡¡Qué buen negocio hice!!”  En otras palabras: “¡¡¡Pagué algo menos de lo que vale en el mercado!!!”. O sea, y dado que  el precio era razonable en nuestra suposición:

“¡Qué bueno! He contribuido a una injusticia. ¡¡¡Andá y contribuí vos también a otra injusticia!!!”.

 E inevitablemente me pregunto, asumiendo que somos más o menos buena gente y que podemos vivir materialmente con dignidad:

¿¿¿De qué nos ponemos contentos???

 ¿¿¿Nos damos cuenta de lo que pasa??? ¿¿¿Seremos buena gente??? ¿¿¿Qué es ser buena gente???

Para aquellos que tenemos el privilegio de tener lo indispensable, por favor:

Cuando veamos una oferta, ¡¡¡HUYAMOS!!!

Y relacionado a todo esto está la evidencia científica, que demuestra que es urgente empezar a reducir el consumo de bienes. El modelo científico de Huella Ecológica  demuestra que  los seres humanos estamos demandando  lo que pueden generar 1,5 planetas y vamos en aumento a demandar lo que puedan generar dos planetas para el 2030. ¿Cómo puede ser? Es simple. Esto es como una caja de ahorro: si ponemos 100 y sacamos 100 todos los meses tendremos la misma cantidad. Si ponemos 100 y sacamos 150 estamos reduciendo nuestros recursos aunque todavía no nos enteramos  porque aún hay dinero. En esa etapa estamos.  Ecológicamente estamos consumiendo los recursos más rápido de lo que pueden generarse o bien contaminando más de lo que la naturaleza puede depurar. Empresarialmente nos estamos comiendo el capital. Médicamente lo que nos queda sano del pulmón y riñones nos predice que en poco tiempo estaremos muertos.  Desde lo agropecuario: tenemos 150 vacas en un potrero donde pueden vivir 100.

Bajar el consumo de bienes  generará grandes problemas de trabajo. No bajarlo será mucho peor… Se necesita, por tanto planes de muy largo plazo para reconvertir la sociedad.  Y, de nuestra parte, empezar por reconvertir  la conciencia o, tal vez, simplemente dejarla ser.

Los argentinos, en promedio, estamos consumiendo aproximadamente como el promedio del planeta. Conceptualmente eso quiere decir que deberíamos bajar el consumo alrededor de un 33 %. Si consideramos que son varios los millones de argentinos que no consumen lo básico probablemente los que leamos este artículo, de clase media, deberíamos bajar nuestro consumo entre el 40 y  50%. Algunos rubros no se pueden bajar para una vida digna por lo que otros hay que bajarlos mucho más. El petróleo no vinculado a necesidades indispensables (uso innecesario del auto)  y la mala y excesiva alimentación aparecen en el centro de la escena. Ambas son las causas más importantes de degradación ambiental global.  

Sobre el alimento, y para los que podemos pagar, tengamos esto en mente: si pagamos un alimento barato estamos diciendo, de alguna manera, que la naturaleza y el esfuerzo humano que hay detrás tienen poco valor. A la naturaleza le cuesta mucho generar el alimento. Al hombre mucho lograrlo de una manera digna. En un sistema socioeconómico como en el que vivimos, basado en el dinero, eso debe reflejarse en el valor económico.

 En la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires estamos investigando cómo generar incentivos para productores agropecuarios a fin de que los alimentos se produzcan de una manera saludable para el hombre, el ambiente y el equilibrio social y económico. Para ello, aquellos que podemos, deberemos, en muchos casos, pagar más por cada unidad de producto, sea  a través del mercado o del Estado.  Ese mayor precio que debe llegar al productor agropecuario no es para comprar camionetas innecesarias sino para generar  más trabajo,  calidad ambiental y alimentos saludables integralmente.

Y para los que creen que la tecnología solucionará todo, efectivamente en los últimos años hubo grandes avances en reducción de impactos mediante tecnología. Y esa  es, paradójicamente,  la mala noticia: la curva de demanda de recursos sigue igualmente en rápido aumento en relación a la disponibilidad. Se mejoran problemas pero la ambición queda intacta.

Habiendo recursos abundantes  diversas culturas siempre quisieron dominar para apropiárselos.  Imaginemos ahora qué pasará (o qué está pasando) en un mundo con recursos escasos…  La austeridad, la alimentación digna y la bicicleta se convierten así, impensadamente, en esencia y símbolos de la conciencia y la esperanza.

© Todos los derechos reservados.

Mag. Fernando A. MILANO:
Méd. Vet., Magister en Manejo de Vida Silvestre, Área de Rec. Nat. y Sustentabilidad,  Dpto. Cs. Biológicas, Facultad de Ciencias Veterinarias e Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, UNICEN.
Contacto: fmilano [at] vet [dot] unicen [dot] edu [dot] ar