Wednesday 4 de June de 2014
Tandil

Palabras del Rector en el acto del 50º aniversario de la Universidad

Palabras del Rector en el acto del 50º aniversario de la Universidad

          Una tan apasionada como celebrada oratoria ofreció el rector, contador Roberto Tassara, cerrando los discursos – lo precedieron los profesores Francisco Serrano y Alicia Spinello, en ese orden – del emotivo acto desarrollado el 30 de mayo en el auditórium del Centro Cultural Universitario en homenaje a los 50 años de vida de los estudios universitarios en Tandil y la región.
      Dijo entonces: “Recién cuando Beto Laulhé entregaba la placa recordatoria no pude dejar de acordarme de la abuela Laulhé que prendía una vela ahí, en Pinto 348, cada vez que íbamos a dar un examen. Qué años”, recordó con cariño. Enseguida, entró de lleno en el tema.
    “Hace 50 años me sentaba en el Salón Blanco del municipio de Tandil, para escuchar y enterarme, con enorme expectativa, del inicio de los estudios universitarios en la ciudad. Osvaldo nos había invitado. Yo tenía 15 años, mi padre gravemente enfermo y ya sabía que no podría irme a estudiar, ni a Buenos Aires, La Plata ni Bahía Blanca, los destinos posibles para estudiar.
   Pero cuando se fueron desgranando los discursos del intendente Lunghi, de otros oradores – recuerdo al doctor Pratt, particularmente – y fundamentalmente de Osvaldo Zarini la expectativa y también la ilusión se proponían lentamente una posibilidad cercana a la realidad.


   Se anunciaba que comenzaban a fin de mayo las clases para la facultad de Ciencias del Hombre y casi se aseguraba que, al año siguiente, comenzarían las de contador público, que era mi deseo de estudiar. Estaba en cuarto año de perito mercantil y si todo iba bien y si egresaba estaría funcionando la carrera de contador público.
   Cuento mi experiencia personal para tratar de acercar a quienes no vivieron esos tiempos la significación profunda que para los jóvenes de ese entonces tuvo la excelente idea del querido Osvaldo. Sin duda, muchos los tandilenses tuvimos una oportunidad única e inesperada de concretar la ilusión. Sin duda, muchos tandilenses advirtieron la posibilidad de soñar con una Universidad mejor, más completa y más inclusiva. Sin duda, Osvado Zarini inauguró una nueva etapa de utopías para nuestro pueblo.
      El lo expresaba en el Salón Blanco, hace exactamente 50 años, con esa capacidad discursiva a mi juicio de una genialidad totalizadora: -- Creemos en la democratización de la enseñanza para abrir las puertas a los egresados capaces de progresar; captamos desde la modestia de nuestro quehacer la existencia de un objeto social para contribuir, desde esta región bonaerense, al desenvolvimiento intelectual de la provincia y el país. Captamos también que la democracia se desarrolla cuando el pueblo está provisto, o procura proveerse, de todos sus elementos funcionales.


El Instituto Universitario de Tandil abre sus puertas sin constituirse ni enTorre de Marfil ni en Torre de Babel, porque evitando los extremos pretende formar al hombre del país con sentido social y nacional.
Y así lo reconocía, en nombre de la comunidad que representaba, el intendente municipal José Emilio Lunghi. Dijo entonces: “Estáis en vuestra casa, y lo estáis para cumplir una noble misión. Todos ustedes sentirán que es un aparte valioso de la ciudad, para la provincia y para el país”.

    A partir de entonces la modesta casa de General Rodríguez 1036 se comenzó a llenar del hermoso sonido de las aulas, lenta y inexorablemente. El rasgar de las tizas, el polvillo que generaban los borradores, las voces el conocimiento y la sabiduría de los docentes y, por supuesto, el bullicio estudiantil de los textos. Son y eran los sonidos de la educación. Eran y son los sonidos de la esperanza de un pueblo, porque la Universidad es y será siempre ese faro de la esperanza para los pueblos.
    He ahí la razón del éxito. He ahí la razón para que el pueblo de Tandil, sus representantes en el municipio y otros ámbitos del gobierno, sus instituciones, apoye el desarrollo de la Universidad durante 50 años convertida ahora en Universidad Nacional del Centro.
      Ese mismo 30 de mayo de 1964 escuché decir a Osvaldo en otro párrafo de sus palabras: -- La semilla está plantaba en buena tierra. Cuidemos su germinación poniendo para ello los mejores abonos de capacidad, reflexionamiento, prudencia, fe y responsabilidad, así crecerá a pesar de las inclemencias y las dificultades, con la orientación de la integralidad del hombre, la luz de su potencia creadora, el sentimiento de Patria y la defensa del patrimonio cultural de la Nación. Nosotros abrimos las puertas de una modesta realización con la esperanza que los continuadores extenderán el surco y profundizarán la huella, ensanchándola, para que transiten por ella las futuras generaciones.
   Esto decía. Un desafío a las convicciones propias y a las de sus sucesores. Un hermoso desafío a muchos de nosotros que hoy estamos aquí presentes. La semilla germinó, abonada por aquellas convicciones que hoy siguen siendo las mismas, germinaron las plantadas en Azul y en Olavarría y se transformaron en una, híbrida y homogénea, de tres compuestos ciudadanos: la semilla de nuestra Universidad del Centro.
   También con el sello ético de Osvaldo, que expresaba en aquel momento fundacional del ´64: -- Hemos resuelto no hacer concesiones que puedan disminuir el nivel ético y docente que corresponde al Instituto Universitario. No hemos realizado un movimiento cultural para encontrar en él nuestras posibilidades personales consideradas en su significación económica, sino para encontrar un camino de superación y perfeccionamiento a través del esfuerzo y la dedicación.
   No hemos proclamado con grandilocuencia una realización magnífica, hablamos con la prudencia, el respeto y la humildad de quienes desde un ángulo modesto vislumbramos la luz que proyecta la ciencia.
  Llevó esta premisa al extremo de hipotecar su propia vivienda para sostener a la joven Universidad. Así también diariamente a tempranas horas de la madrugada se llegaba a Pinto 348 para, en solitario, dejar instrucciones de trabajo escritas en repuestos Rivadavia, una vieja Olivetti, para luego, a eso de las 7, tomar el colectivo para dar sus clases en la Escuela Normal y en Comercio a la tarde, volver a Pinto 348 para seguir abonando el sueño.
       Un grupo de colaboradores y empleados, éstos no más de cuatro que no siempre cobraban como debían, desarrollaban las tareas de gestión y administración. Ustedes podrán encontrar los nombres en los distintos elementos que se han preparado para la muestra fotográfica. Algunos están hoy con nosotros, otros nos dejaron físicamente.
   La comunidad universitaria y el pueblo de Tandil y la región les estaremos eternamente agradecidos por creer en la utopía, o trabajar para llevarla adelante, por darnos el hermoso futuro de entonces que es hoy el presente.
  En 1966 nos instalamos en Pinto 348 con tres facultades funcionando: Ciencias del Hombre, Ciencias Económicas y Ciencias Físico-Matemáticas. El pequeño hall, los pasillos repletos de estudiantes, apretados, interactuando en directo con los profesores, aprendiendo de sus haberes y sus prácticas, estimulante intercambio que marcó a fuego esos años. Se necesitaba más espacio, otra organización, más actores.
   Y aparece lo que para muchos fuera la loca idea de adquirir el inmueble del Palace Hotel. Claro, las arcas estaban llenas, pero no de pesos sino de fe, entusiasmo, convicción de un estilo de gestión de Osvaldo que convencía a propios y terceros de la magnífica empresa que se estaba construyendo.
       Las arcas estaban vacías de recursos para pagar a profesores, empleados, proveedores. Creo que casi todos éstos últimos, armados del convencimiento de lo que estaban forjando. Mil gracias a todos, a todos ellos, que fueron vitales para plasmar el sueño.
  En el mismo sentido y con la misma convicción estaban los integrantes de la Fundación, de la Asociación Amigos de la Universidad, del municipio, empresarios, asociaciones y gremios y del pueblo de Tandil que más tarde, en jornadas inolvidables, salvaron del remate de los bienes con marchas y todo junto a los centros de estudiantes de entonces y personales docente y no docente.
  Para entonces, ya no estaba físicamente Osvaldo. Sólo su espíritu sobrevolaba en las mentes y conciencias de sus sucesores. Pero era más que suficiente. Aquella semilla que plantara demostró su fortaleza, su capacidad de transmitir seguridad en lo valioso del objetivo, nos hizo deudores de su grandeza.
   Y desde entonces su impronta, sus valores, sus objetivos universitarios nos interrogan permanentemente en nuestro quehacer. Así pasó con Raúl Cruz que lo sucedió en la conducción del rectorado, manejando la institución junto a los miembros de la Fundación y que nos condujeron a la nacionalización junto a los emprendimientos de Azul y Olavarría.
  En octubre de este año estaremos festejando los 40 años de la ley de creación de la Universidad Nacional del Centro. La nueva semilla híbrida que se consolida en 1975 en el primer presupuesto financiado por el Estado Nacional ha venido dando frutos crecientes.
  Sabrás Osvaldo, sabrán los que ayudaron y que ya no están, sabrán muchos de ellos que hoy nos acompañan que generaron valores y alegrías. Valores y alegrías de un pueblo agradecido al que han servido de la mejor manera, afirmando cimientos irrompibles para una educación de calidad de institución.
   Festejemos. Demos gracias al dios en el que creamos por esta historia, por estas personas que encabezó Zarini, por nuestro pueblo que entonces confió en ellos y que hoy nos financia. Para ese pueblo, desde hace 50 años, los universitarios del Centro hemos labrado un presente de puertas abiertas, garantizando el derecho a la educación y sirviendo a la Patria