Sociedad
7 de marzo de 2013

Violencia contra las mujeres

Dra. Eva GIBERTI

Por lo general se habla de violencias pensando en las mujeres que forman parte de las etnias conocidas como europeas blancas, y no se atiende a las diversas formas de violencia que resultan específicas para las mujeres que forman parte de las etnias afro y de los pueblos originarios. Sin embargo, la inspiración que creó el mito bíblico no surgió de Europa sino en otros meridianos, los que localizaban a los pueblos de Oriente. En la maldición bíblica las palabras dirigidas a la mujer: “Parirás tus hijos con dolor y hacia tu marido irá tu deseo (apetencia), y él te dominará" aparecen dos palabras claves: dolor y dominio.

La violencia de género se instaló desde el mito bíblico que culpabiliza la desobediencia femenina por su pretensión de saber (Eva eligió comer el fruto del Árbol del Conocimiento). Como resultado debió asumir los dolores de la parición. La maldición añade que quedará adherida al varón por su deseo hacia él y debido a ese deseo, él la dominará. Queda sancionado el deseo con la sumisión resultante. La maldición no tuvo en cuenta a las lesbianas.

Este modelo corresponde a una megaidentidad (1) hegemónica, la de pater. El padre/ varón todo poderoso que desde niño aprende que ése será su lugar en relación con las mujeres.

Esa identidad (subjetividad) incluye su manera de estar con ellas. En la identidad de los varones está implícito el poder sobre las mujeres en tanto la mujer es otro que ha sido puesto en el planeta para servirlo y obedecerlo.

Las mujeres suelen quedar atrapadas en esa megaidentidad hegemónica desarrollando la suya de acuerdo con los permisos que los varones podían aportar.

Entonces la primera forma de violencia es la de estar en el mundo junto con aquellos que adquieren su identidad de niño como miembros de un género que se inventa a sí mismo como superior de acuerdo con las pautas culturales, educativas consagrado por las distintas formas de la violencia.

Si ejemplificamos con la violencia simbólica, la encontramos instalada en las leyes cuando, por ejemplo, determina el pago de menores sueldos a las mujeres por igual trabajo; así como la servidumbre doméstica de la esposa o de la mujer de la casa que también es violencia simbólica mediatizada por “el saber popular”; inclusive y aunque no figure escrito en la ley, un juez puede fallar en contra de una mujer en un pedido de divorcio si el marido la acusa de no cumplir con sus “deberes domésticos”. Esa violencia simbólica se inscribe en los ámbitos judiciales cuando algunos jueces, en las carátulas de las denuncias por violencia familiar todavía escriben “lesiones leves”. Se incluyen aquellos otros que en el fuero penal, ante una mujer violada insisten en referirse a “abuso deshonesto”, figura caduca en el Código.

La violencia es simbólica porque, entre otros motivos, se infiltra en los procesos cognitivos, en las distintas formas de pensamiento y naturaliza prejuicios, mitos y abusos de poder por parte del género masculino; es una forma de violencia a la cual adhieren innumerables mujeres porque no la reconocen como tal. Para aprender a reconocerla es fundamental el entrenamiento en el estudio de temas relacionados con el género, la capacitación permanente e incorporada en los establecimientos escolares de todos los niveles educativos, desde el inicial hasta la universidad. Las familias son transmisoras de esta violencia simbólica al incorporar en sus prácticas la discriminación hacia las niñas y las mujeres como inferiores o menos inteligentes o menos capaces que el varón; en las familias se aprende a tolerar los abusos de poder que provienen de determinados varones, en lugar de colaborar con niños y niñas en la comprensión de lo que significa la convivencia entre los géneros en condiciones de igualdad (que aspiramos lograr, con las necesarias diferencias específicas para cada género, incluyendo las personas transgéneros).

La violencia simbólica logra transformar los hechos concretos de abuso de poder en la exigencia de tareas domésticas, violación matrimonial entre otras -en deformaciones abstractas, es decir, en silencios (aquello de lo que no se habla) o bien en la repetición de frases históricamente instaladas y naturalizadas en el imaginario social: “siempre fue así”, “los hombres siempre les pegaron a las mujeres”, “violaciones hubo siempre”, por ejemplo.

El género como construcción simbólica es el que describe-entre otras teorizaciones- las posiciones de dominio sobre las mujeres, buscando su sometimiento.

En cambio el género como relación social pone en evidencia cómo funciona ese dominio. Por ejemplo, perjudicando a las mujeres en las prácticas de la vida cotidiana. También impidiendo o dificultando la composición de estadísticas que traduzcan en cifras las múltiples formas de violencia contra las mujeres.

Notas:

1. Mega, del latín magnus, quiere decir grande.  

Párrafos iniciales de la Conferencia Inaugural de la Dra. Eva Giberti en el I Congreso Internacional sobre Violencia contra la Mujer y II Congreso Internacional sobre Delitos Contra la Integridad Sexual, Consejo Provincial de la Mujer, Córdoba, 19 de agosto 2010. Conferencia inédita cedida gentilmente por la autora para su reproducción en este especial.

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Dra. Eva GIBERTI:
Licenciada en Psicología y Asistente Social (UBA). Recibió un Doctorado Honoris Causa en Psicología (Universidad Nacional de Rosario) y el Doctorado en Psicología por la Universidad Autónoma de Entre Ríos. Se desempeña como Coordinadora del Programa Las Victimas contra las Violencias del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos de la Nación.
Contacto: vicontravio [at] jus [dot] gov [dot] ar