Historia
9 de septiembre de 2011

Sarmiento y la educación popular

Lic. Juan Carlos TEDESCO y MSc. Ivana ZACARIAS

No son pocos los analistas del presente que sostienen que este comienzo de siglo se parece mucho más a los finales del siglo XIX que a la mitad del siglo XX. Vivimos transformaciones sociales, políticas, económicas y culturales de significativa profundidad y, en ese sentido, el espíritu “fundacional” que tenían las reflexiones y propuestas de Sarmiento puede ser una fuente de inspiración para las transformaciones actuales.

No es casual, por ello, que la figura de Sarmiento esté atravesando un momento de cierta revalorización. A diferencia de lo sucedido durante gran parte del siglo XX en que fue atacado tanto por la derecha como por la izquierda nacionalista, en estos momentos se destaca más su rol como promotor de la idea según la cual la educación popular debería ser la base para la construcción de una Argentina moderna. Este enfoque adquiere plena vigencia en un contexto donde se consolidan los consensos acerca de la educación como derecho humano y de su rol clave en el desarrollo de la sociedad, en particular en la construcción de sociedades más justas e igualitarias.

Desde este punto de vista, la lectura actual de Sarmiento permite apreciar la necesidad de recuperar una tradición de pensamiento holístico, de visión sistémica de los problemas sociales y educativos. Pero la visión sistémica de Sarmiento no está asociada al carácter general y abstracto con el que se suele utilizar ese enfoque. Al contrario, Sarmiento es capaz de articular la complejidad, la sutileza y la observación detallista tanto en los aspectos referidos a la vinculación entre educación, economía y sociedad, como a la macro política educativa y a los aspectos específicamente pedagógicos o administrativos. Su visión permite superar tanto el déficit de sentido que hoy afecta al desarrollo social, como las visiones unidimensionales que empobrecen no sólo el análisis de la educación sino también sus objetivos, sus metas y propósitos. 

En un contexto en donde la universalización de la enseñanza básica constituyó el principal instrumento de consolidación de los Estados-nación, Sarmiento fue, sin dudas, quien mayormente le otorgó prioridad a la educación primaria así como también un rol activo del Estado en este sentido –esto lo diferencia de otros protagonistas de le época, como Bartolomé Mitre o Andrés Bello. Mientras para Sarmiento, “la educación pública (…) no debe tener otro fin que aumentar cada vez más el número de individuos que la posean”, para Mitre lo más importante era que “el saber condensado en un grupo de individuos obre en la masa de la ignorancia.” (Tedesco, 1986). En la misma línea, Bello creía que era “…necesario y urgente el fomento de la enseñanza literaria y científica. En ninguna parte ha podido generalizarse la instrucción elemental que reclaman las clases laboriosas, la gran mayoría del género humano, sino donde han florecido de antemano las ciencias y las letras.” (1) (Arciniégas 1946). En otras palabras: para Sarmiento era fundamental incluir a todos o al “mayor número posible”; para Mitre y Bello, en cambio, la base social del proyecto se concentraba en las elites dirigentes.

En este sentido, mientras la enseñanza primaria estaba destinada a socializar al conjunto de la población en los valores propios del proceso de modernización y unidad nacional, la escuela secundaria y la universidad fueron concebidas como las herramientas privilegiadas para formar a la elite dirigente. Este debate pone de manifiesto una de las características más importantes del proyecto sarmientino: la debilidad de los actores sociales que podrían apoyar su proyecto. Los sectores populares locales o nativos eran considerados parte de la “barbarie” y los nuevos integrantes de este sector, fundamentalmente inmigrantes europeos, aún no habían llegado o recién comenzaban su proceso de integración, lo cual los alejaba de la actividad política.

Sabemos que Sarmiento es controversial, pero innegablemente su obra a favor de la educación popular ha sido la más prolífica de la historia argentina. Sin lugar a dudas, mucha de su obra escrita puede ser cuestionada desde numerosos ángulos, y él mismo se ha contradicho en infinidad de ocasiones sobre los mismos temas. Como hemos visto, sus contemporáneos lo han criticado, y décadas más tarde también padeció embates desde la izquierda y desde la derecha. Pero como dijo Ricardo Rojas en su edición de Educación Popular de 1915 (la segunda en territorio argentino): “Basta para el lector novel la prevención de que los libros deben utilizarse principalmente como excitantes de la propia meditación, y no como una revelación de la propia verdad. En cuanto al lector sabio, le rogamos que no olvide al juzgarlo, la época y circunstancias en que sus páginas fueron escritas.”

Notas:

1. En Arciniégas, Germán. (1946). El pensamiento vivo de Andrés Bello. Buenos Aires: Ed. Losada. Segunda edición. Pgs.155-156.

© Todos los derechos reservados.

Lic. Juan Carlos TEDESCO:
Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)
Contacto: j [dot] tedesco [at] iipe-buenosaires [dot] org [dot] ar
MSc. Ivana ZACARIAS:
Universidad Nacional de San Martín (UNSAM)
Contacto: igz115 [at] mail [dot] harvard [dot] edu