Historia
9 de septiembre de 2011

Sarmiento en la Historia, una Nación inconclusa

Prof. Pedro C. ZARINI

La figura y vida de Domingo Faustino Sarmiento (San Juan, Argentina 1811- Asunción del Paraguay 1888) ha provocado sinnúmero de reacciones y reflexiones, muchas laudatorias otras refractarias, pero mas allá del posicionamiento adoptado ninguna ha mostrado indiferencia ante el pasional sanjuanino.

Su vida personal y pública ha mostrado a un hombre de voluntad titánica, palabra encendida y polémica y una visión global sobre el país y el mundo que lo destacaron como pensador pero también como gobernante y estadista de nivel superlativo.

Su familia de origen pertenecía a los sectores humildes de su San Juan natal y a causa de ello la formación educativa e intelectual de Sarmiento tuvo un gran componente autodidacta ya que sus recursos económicos no le permitieron pertenecer a las instituciones de la elite provincial o porteña a las que sin embargo luego accedería escalando rápidamente en la consideración de sus contemporáneos.

Políticamente, desde su más iniciática juventud se vio enfrentado al líder federal de su provincia y luego de verse afectado personalmente por una leva militar, decidió abrazar la causa unitaria, lo que le valió repetidos exilios, el más conocido y extenso durante la época de dominio del gobernador bonaerense Juan Manuel de Rosas en la década de 1840. En sus reiteradas salidas del territorio rioplatense encontró en Chile un hogar adoptivo en el que transcurrió muchos años en los que desarrolló una fecunda labor periodística, educativa y política. También en la plenitud de su adultez recorrió la Europa Occidental y los Estados Unidos de Norteamérica, experiencia esta última, que lo marcaría en sus ideales educativos y políticos.

Su mirada totalizadora, forjada en la casi secular lucha entre los proyectos federal y centralista que dividieron a las provincias argentinas, se ubicó del lado de un poder político nacional que se fortaleciera a expensas del declive de los caudillos provincianos al tiempo que bregaba por el inicio de la modernización social y económica postergada según él por las persistentes rémoras que nos anclaban a la “barbarie” (estigma denunciado en la figura prototípica de Facundo Quiroga y  de los gauchos criollos) como eran la herencia colonial española y el componente cultural amalgamado de gauchos, aborígenes y población de origen africano (indios y negros en el lenguaje de la época decimonónica, grupos que habían contribuido según Sarmiento al envilecimiento del territorio rioplatense). Esta clara dicotomía entre “Civilización y Barbarie” es la que dio forma a su proyecto de Nación probablemente esbozado acabadamente en su obra Facundo de 1845. Sería anacrónico o extemporáneo censurar a Sarmiento como racista, ya que buena parte del mundo intelectual y dirigente de aquella época abrevaba en las aguas de las supuestas diferencias  y aptitudes de razas (actualmente y ya desde un tiempo, denostadas y científicamente rebatidas, pero no en aquellos tiempos). En todo caso su espíritu analítico y propositivo se plegó a las corrientes de la producción académica y ensayística de mediados y finales del siglo XIX.

Para Sarmiento, como para su otro gran contemporáneo y adversario político e intelectual Juan Bautista Alberdi, el gran “desierto” de las pampas debería ser civilizado y urbanizado con la afluencia masiva de inmigrantes europeos que traerían su laboriosidad, empeño, disciplina y capacidad técnica para llevar a la Nación por el camino de las potencias occidentales. Esa inyección demográfica foránea desplazaría el componente  poblacional nativo que frenaba el progreso económico y cultural tan ansiado. Su extensa carrera política y pública, que lo tuvo como gobernador de su provincia, senador, ministro nacional y Presidente de la República en el lapso de dos décadas entre los 60 y 80 de su siglo, fue el medio para plasmar su idea de una Nación renovada desde su componente humano  e instruida desde la formación educativa, a la que dedicó buena parte de sus esfuerzos como pedagogo en conjunción con su faceta de hombre del poder. Creía que podría democratizarse la sociedad y la política (en clara discordancia con Alberdi) con una población formada intelectualmente desde los inicios a través de la escolarización básica y también fomentó la formación de los cuadros superiores con la creación de estudios universitarios y de formación profesional en el ámbito civil y militar. En ese esquema se inscribe también la formación de personal docente y fundación de establecimientos escolares que le han asignado un papel excluyente como promotor y factotum de la educación pública y popular en Argentina y Latinoamérica toda. Su proyecto educativo se enlazaba con su idea de un desarrollo económico y social que tenía como modelo referencial el norteamericano del farmer (granjero, campesino)  del medio oeste, en cuanto a la ocupación de la tierra para dar forma a una sólida franja de pequeños y medianos productores independientes que ayudaran a colonizar la agreste pampa y la árida Patagonia, en contraposición al modelo latifundista de propietarios absentistas que comenzó a dominar desde la llegada de  Bartolomé Mitre y de Julio A. Roca, especialmente, a la presidencia. En la replica ampliada de la ciudad de Chivilcoy (provincia de Buenos Aires) creyó ver Sarmiento (“Haré cien Chivilcoy…” pronunció en su discurso de asunción a  la Presidencia) el comienzo de la cristalización de su ideario socioeconómico que sin embargo no pasaría de esos intentos aislados. Su originalidad radicó en mirar a EE.UU. como modelo deseado y no a la Gran Bretaña o a Francia como sí hacían la mayoría de sus pares y compañeros de época.

A dos siglos del  nacimiento de Sarmiento, el proyecto de Nación que encarnó, parece traducido en un éxito educativo que tomó creciente impulso a partir del Congreso Pedagógico Internacional de 1882 y la posterior ley 1420 de 1884, la pletórica llegada de inmigrantes y el pronunciado urbanismo y alfabetización que mostró el Censo Nacional de 1914, sin embargo el fuerte sesgo agro-exportador truncó en parte aquel anhelo colonizador minifundista que el sanjuanino advirtió en sus viajes al hemisferio boreal de nuestro continente.

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Prof. Pedro C. ZARINI:
Docente Facultad de Ciencias Económicas y Escuela Nacional Ernesto Sabato, UNICEN.
Contacto: pczarini [at] hotmail [dot] com