Ecología
3 de junio de 2011

Pago a productores por buenas prácticas agropecuarias: una necesidad impostergable

Mag. Fernando A. MILANO

Desde nuestro grupo trabajamos en el análisis de los sistemas de producción agropecuaria. A partir de 2006 hemos venido generando propuestas aplicables a la política agropecuaria y ambiental basadas en los pagos a las buenas prácticas agropecuarias desde la perspectiva ambiental (en algunos casos denominados pagos por servicios ambientales). Aquí presentamos una síntesis de esas ideas, trabajos  y acciones en marcha construidas sobre un concepto y dos estrategias:

El concepto

La población y el consumo humano son tan grandes que la demanda  es hoy un 50% mayor de lo que el planeta puede ofrecer: hoy estamos necesitando un planeta y medio y necesitaremos dos en 2030.

Hoy, y casi sin darnos cuenta, las futuras generaciones somos nosotros mismos. En los últimos  60 años el consumo y el crecimiento poblacional alteraron la relación demanda humana- capacidad planetaria. En 1955, con algo menos de 3000 millones de personas, la Humanidad demandaba la mitad de los recursos que el planeta podía generar y sólo 20 años después, con unos 4000 millones de habitantes, ya  demandaba todos los recursos que se podían generar. En 2007, con unos 6700 millones de personas, ya se necesitaba un 50% más de otro planeta semejante para cubrir nuestra demanda. Para 2030 necesitaremos dos planetas aunque la población recién se estabilizaría para 2050. 

Esta realidad, expresada en términos ganaderos,  significa que hoy estamos criando 150 vacas donde sólo pueden vivir 100 y, en términos empresarios, que estamos vendiendo el capital o consumiendo nuestra caja de ahorros. Por eso el cambio climático, las inundaciones, la erosión, el agotamiento de las pesquerías y los bosques, la contaminación de aguas, y la expansión de enfermedades. Un hombre puede vivir con un sólo riñón, pero no con medio. El planeta no puede funcionar sin un mínimo de bosques, de océanos, aguas dulces y atmósfera saludables y de suelos y biodiversidad funcionales. Hemos superado esos límites y la tendencia no muestra esperanza excepto que la revirtamos. 

Como si esto fuera poco para el sector agropecuario, en 2010 el Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente presentó un extenso documento donde identificaba a la producción y consumo de alimentos y al consumo de combustibles fósiles como las actividades humanas que más impacto ambiental producen. Los pagos por servicios ambientales,  nuevos mecanismos económicos nacidos en los ´90 para intentar estabilizar esta situación, son ya apoyados  por la FAO, la UNESCO, el Panel Intergubernamental para el Cambio Climático, la Convención de Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación  e, inclusive, por el Banco Mundial y la OMC. 

Frente a este panorama, inexistente hace 20 años, algunas observaciones emergen:

- Cada vez es más barato prevenir los problemas ambientales premiando las buenas prácticas, que solucionar los que las malas prácticas producen.

- La escasez de recursos nos pone en inminentes escenarios (algunos ya en curso) de severos problemas sociales (refugiados ambientales, inmigraciones por crisis económica y sobrepoblación) e incluso de conflictos internacionales por disputa de recursos. 

- Los mercados están empezando a exigir indicadores ambientales de los sistemas de producción de nuestros productos. Esa presión ya se ve en los biocombustibles,  se empieza a presentar en carnes y  está siendo aplicada por empresas multinacionales vinculadas a los alimentos como los grandes hipermercados estadounidenses (Wallmart) y europeos (Tesco).

- La agricultura certificada, en la cual se demuestra que se realizan buenas prácticas para intentar ganar mercados y/o sobreprecios, es un buen camino  que hay que seguir  pero que no alcanza. No creemos suficiente hacer bien las cosas para que nos mejoren los precios. Debemos hacerlas para cuidar nuestro patrimonio nacional. Además, ha sucedido que cuando uno hace el esfuerzo de certificar, no se terminan mejorando los precios sino que se mantienen los mercados con los mismos precios, logrando reducir los precios de lo no certificado y profundizando el impacto ambiental y social.

- Muchos tomadores de decisión  aún no interiorizaron estos cambios y siguen pensando como en las décadas del 70, 80 o 90 enlenteciendo el proceso de cambio. 

-  Las negociaciones  internacionales, comerciales o no, no pueden ser iguales a hace tres  o cuatro décadas. Siempre hubo crisis sociales y económicas. Pero nunca una ambiental de este calibre que puede potenciarlas de manera dramática.

Las estrategias

a) Generar legislación y proyectos nacionales en donde se pague a los productores por las buenas prácticas agropecuarias, previa  investigación de las fuentes de dinero para financiarlas. Dentro de las buenas prácticas se consideran la conservación de bosques (como lo hace la conocida como “Ley de bosques”) o pastizales naturales, la reducción de carga animal en áreas sobrepastoreadas, las rotaciones agrícolas incluyendo pasturas consociadas, la construcción de curvas de nivel, la planificación integrada de productores a nivel de cuencas y microcuencas, la labranza reducida o labranza “0”, la subdivisión de ambientes a nivel de potrero, la fertilización balanceada y variable, etc.

b) Promover negociaciones internacionales sobre productos agropecuarios en el marco del Mercosur para lograr, de acuerdo a recomendaciones de la FAO, un mejor precio de los productos y/o nuevos mecanismos  que incorporen los costos ambientales (degradación de suelos, alteraciones hidrológicas y climáticas, pérdida de biodiversidad) y sociales (desempleo y éxodo rural, pobreza, inseguridad).

Asumimos que el primer punto es fundamental para dar coherencia, confiabilidad y fortaleza al segundo. Para ver los aportes realizados en estos temas (legislativos, detección origen de fondos, etc.) consultar el sitio:  www.exa.unicen.edu.ar/ecosistemas/grupos/recursos/

Finalmente, una reflexión para nuestro accionar diario: los problemas ambientales pueden solucionarse en gran medida si tenemos hábitos razonables de consumo de alimentos y de uso de los vehículos particulares. No nos privemos de los bienes  necesarios, pero tampoco consumamos más de lo que necesitamos.

© Todos los derechos reservados.

Mag. Fernando A. MILANO:
Méd. Vet., Magister en Manejo de Vida Silvestre, Área de Rec. Nat. y Sustentabilidad,  Dpto. Cs. Biológicas, Facultad de Ciencias Veterinarias e Instituto Multidisciplinario sobre Ecosistemas y Desarrollo Sustentable, UNICEN.
Contacto: fmilano [at] vet [dot] unicen [dot] edu [dot] ar