5 de diciembre de 2016

La larga espera por la independencia. De 1816 a 2016. Líneas de motivadores de discusión

Dr. Héctor RANEA SANDOVAL

La pretensión de este artículo fue la de guiarme durante un estudio para responder la pregunta sobre la independencia en el contexto de los dos siglos de su proclamación en nuestra Nación. En ese contexto señalé como motivadores de discusión estos posibles temas, sin intentar agotar ni por la extensión de cada enunciado ni por el elenco, todos aquellos que sé que pueden ser incluso más importantes o más específicos para mi especialidad.

Uno

Ante un problema, formular bien las preguntas. Esto, que parece una verdad de Perogrullo, es, la mayoría de las veces, una respuesta al problema. Hacerse la pregunta correcta es resolver el problema en cuestión, algo así escribe Carlo Rovelli, físico italiano, fundador de una versión de la cuantización del espacio-tiempo. Esta manera de ver el problema es diferente de la lógica positivista clásica en la que las respuestas proveían un cuerpo de conocimientos más profundos y unívocos, pues nos encontramos que la respuesta es siempre seguir preguntando no solo porque así se construye el análisis sino porque no se concluye. La referencia a la física puede resultar sorprendente para algunos, ya que se supone que una vez conocido un aspecto de la realidad se da por sentado y se profundiza en otros, cosa que ocurre casi siempre, pero que en cuestiones fundamentales abre camino a revisar conceptos que se creían firmes.

En el caso de estas contribuciones, considero que la independencia es un concepto de importancia capital, con lo cual no puede quedar sin revisión y análisis si se mira en el contexto actual del desarrollo humano y de la ciencia o la tecnología en particular.

Por eso, formular bien las preguntas que nos hagamos sobre ella será fundamental para lograr el objetivo de entender de qué se trata. Así llego al segundo punto.

Dos

La independencia como camino tortuoso e inconcluso. Repito la frase de Bernardo de Monteagudo, tan lejana y tan cercana: “Hemos guardado un silencio bastante parecido a la estupidez. Ya es tiempo de levantar el estandarte de la libertad en estas desgraciadas colonias, adquiridas sin el menor título y conservadas con la mayor injusticia y tiranía.” Bernardo de Monteagudo, ca. 1816 (algunos datan esta cita en 1809).

El título por el que fui citado: “Tecnología e Independencia” deberíamos reformularlo a “Tecnología y Soberanía”, incluso sería reconfortante ver cumplidas las pretensiones un escalón más abajo: “Tecnología y políticas propias en el sector de Ciencia y Tecnología”. Algo que asegure un nivel de mínima acerca de la evolución del mercado laboral en el país, que de otra manera no tiene fondo.

Uno de los errores más comunes es considerar que la ciencia es pura, con prescindencia de la política. Tal vez, para ser más prolijo con el idioma, podría decirse que las políticas científicas son inseparables de la ciencia al menos desde una perspectiva del impacto social de las ciencias. Si las separamos solo podríamos obtener conocimientos sin formar parte de una organización. Las vacunas no se generan por curiosidad sino con un fin y un objetivo específico. La lucha contra el cáncer requiere imaginación, claro, pero se hace no para ejercitar la imaginación sino para curar o sanar a los cancerosos y también por negocio, cosa que genera tensiones que resuelve la política. Y otra cosa, los científicos deberían participar en la elaboración de un proyecto de país tal como cualquier ciudadano lo hace, tal vez con algo más de empeño de lo que la Constitución nos habilita a hacer, con lo cual tal vez ese instrumento haya quedado obsoleto, pero no más, ni menos. La imagen de un científico abstraído de la sociedad no solo es falsa sino injuriosa.

También suele considerarse que la capacidad de desarrollar tecnología está asociada al progreso porque procura bienestar y esto es también un error. La tecnología sin otro fin que el desarrollo de tecnología por sí mismo por lo general atiende a un sistema económico, no a la sociedad que la sostiene. La política dirá cómo esa tecnología, por lo pronto vinculada a los conocimientos científicos de modo inextricable, contribuye al progreso de la sociedad, no solo de los individuos que la componen.

Y ciertamente, no puede haber ni ciencia ni tecnología que lo hagan si no existe una política con independencia de otros estados, y que tenga objetivos bien trazados dentro de un concepto de progreso que incluya a los ciudadanos y a la condición de sustentable de los mismos.

Este principio es complejo, ya que a la conocida maraña en la que se mezclan la ciencia y la tecnología, se debe agregar la política o políticas que hagan posible que todo esto tenga un objetivo precisado de antemano y se respeten ciertos equilibrios naturales indispensables para la vida.

Que estamos moldeados por un pensamiento pre-científico, casi mágico, con prejuicios y hasta delirios religiosos que nos impiden encontrar las fallas en el razonamiento es tema bastante trillado, lo único que hay que aclarar es que la declinación del verbo estar no abarca solo al nosotros local, sino que es casi universal y ahí están las masacres en nombre de religiones para demostrarlo, lamentablemente, o las políticas científicas que no se pueden implementar, en su defecto. Aparte, tenemos un problema serio en materia mucho más profunda que la comunicación, aunque esta está involucrada, que es el surgimiento del fenómeno que se ha dado en llamar del ciudadano post fáctico, el que resiste a los datos de la realidad con su convicción, que no es otra que la instalada de modo tal que ni se preocupe en querer conocer los datos que no se ajustan a ese preconcepto, siempre que el mismo se haya vinculado con su nivel de “uomo qualunque”, como señala Horacio Verbitsky citando a Jill Lipore (para más detalles, ver nota al final). Al respecto, ya señalaba Eric Roll que el éxito de Adam Smith, por traer un ejemplo sensato a los fines de este artículo, se debió a que escribió aquello que los industriales, empresarios y terratenientes estaban esperando leer y dijo lo que ellos querían escuchar. O sea, este fenómeno no es completamente nuevo, solo que ahora está más extendido por el auge de las redes sociales.

Son esas lo que llamo pausas en nuestra razón y ellas las que alimentan los monstruos, no nuestros sueños. Los lapsos de la razón engendran monstruos, escriben. Cuando la razón se duerme se engendran monstruos. Los sueños de la razón engendran conocimiento. Francisco de Goya lo expresó bien pero siempre fue malinterpretado. Incluso desde la academia se suele mencionar el título de una de sus célebres aguafuertes como una demostración de una postura en contra del uso de la razón de parte del artista.

Pero, ¡ojo! esto no quiere decir que la ciencia sea siempre un dechado de perfección humanitaria. Como toda actividad humana es esencialmente política. Y las políticas no son los conocimientos que genera la ciencia sino los usos que se hace de la ciencia por parte de los ciudadanos, cosa que incluye a los científicos.

tres

La cuestión de la ciencia, la sociedad y el estado. En el único contexto en el que es posible que tengan sentido es el de la independencia, autonomía o, al menos, políticas propias. Elegí estas frases para motivadores:

Aun en el campo estrictamente económico es necesario distinguir entre los fenómenos de crecimiento, desarrollo y progreso. Un país puede crecer sin desarrollarse, y puede crecer y desarrollarse sin progresar”. Julio H. G. Olivera. Ex-Rector de UBA, ex-Secretario de Ciencia y Técnica. Mundialmente reconocido por su teoría de que es la inflación la que produce déficit fiscal, y no al revés, de indudable actualidad.

En la actualidad, ninguna nación que desee formular políticas bien fundamentadas y adoptar medidas eficaces en relación con esas cuestiones puede darse el lujo de no crear una capacidad científica y tecnológica propia e independiente”. Kofi Annan

La búsqueda de la verdad no es la única dimensión a tener en cuenta en el trabajo científico. Hay otro criterio: el de la importancia que un conocimiento tiene para un lugar determinado. Este es local y brinda la posibilidad de autonomía científica” Gabriel M. Bilmes sobre Oscar Varsavsky.

A las que podría sumarse la ya clásica cita de Nehru, que no escribo por saberla conocida por todos.

Finalmente, siguiendo un poco las ideas de Amílcar Herrera, la educación científica de la sociedad, pero con el contexto actual de sociedades post – fácticas en el sentido de que comenté arriba, versus la democratización en educación científica, siempre teniendo en cuenta el arraigo del pensamiento mágico, que puede convertirse no solo en un obstáculo para el desarrollo científico sino también para la aplicación de cualesquiera políticas.

Y, lo que considero un desafío para el rol del sector científico-tecnológico y del Estado en el contexto de un modelo nacional de desarrollo, que es el asunto referido a la evaluación de la actividad científica: ¿debemos apuntar a la bibliometría / excelencia o a la constricción / utilidad?

Para sintetizar, pienso que son errores comunes considerar que la ciencia es pura, que prescinde de la política y, por ende, que toda política científica debe considerar solo la generación de conocimiento en sí mismo y no interferir en el proceso creativo, por un lado y que solo los científicos deben ocuparse de generar políticas científicas en un país. Otro es creer que la capacidad de desarrollar tecnología está asociada al progreso porque procura bienestar: la tecnología sin otro fin que sí misma por lo general atiende a un sistema externo, no a la sociedad que la sostiene; en otras palabras, es una actividad necesaria pero no suficiente para alcanzar un concepto de progreso construido por la sociedad. La política dirá cómo esa tecnología, por lo pronto vinculada a los conocimientos científicos de modo inextricable, contribuye al progreso de la sociedad, no solo de los individuos que la componen en lo estrictamente personal. El progreso individual es necesario para hablar de progreso como sociedad pero no alcanza, a mi juicio, para el concepto de progreso solidario que más se parece a lo realmente justo.

Nota: a propósito de las citas, debo aclarar que no están elegidas para mostrar más o menos conocimiento sobre el tema o, peor, erudición y/o manejo bibliográfico, sino como ilustración textual de que estos problemas fueron tratados desde 1809 hasta la fecha por muchos pensadores en la Argentina, sin poder, ¡ay!, encontrar una solución estable al problema o los problemas concomitantes de la independencia, al menos en las áreas de economía, y por ende, en ciencia y tecnología.

Sobre el hombre post – fáctico, o sea, aquel que prescinde de los datos de la realidad, los hechos: Esa independencia del discurso en relación con los datos de la realidad no es una exclusividad argentina. En su edición del viernes 21 de marzo de 2016 el diario de registro de la política estadounidense, el Washington Post, publicó una columna sobre lo que llamó “un mundo post fáctico”, en el que el público ni siquiera se preocupa por saber si los hechos que se le presentan son verdaderos. Se detectó una tendencia general a creer en los supuestos hechos que confirman las opiniones preexistentes y desechar aquellos que las contradicen. Este fenómeno se potencia en las redes sociales, donde quienes sostienen las opiniones más fuertes son los menos inclinados a modificar sus puntos de vista y tienden a rechazar como tendenciosa cualquier corrección basada en datos. Otra publicación estadounidense atenta al mismo fenómeno es la revista New Yorker donde Jill Lepore escribió que la enorme cantidad de datos disponibles vuelve a las personas cínicas respeto de la verdad misma. “Con tantas fuentes de información disponibles, es mejor suponer que son todas erróneas. Si la verdad está pasada de moda, si vivimos realmente en un mundo post fáctico, no hay ningún motivo para que los mentirosos se avergüencen”. Horacio Verbitsky, Página / 12, 22 05 2016.

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Dr. Héctor RANEA SANDOVAL:
Docente jubilado, Facultad de Ciencias Exactas, UNICEN.  
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