Educación | Historia
19 de mayo de 2010

Enseñar la Revolución de Mayo

Mag. Fernando Carlos URQUIZA

Quienes nos dedicamos a la docencia –y en particular quienes llevamos ya años en la tarea- sabemos lo difícil que es explicar el proceso de Independencia y en ese contexto la Revolución de Mayo. En lo personal, un recuerdo que me persigue desde cada momento en que he tenido que abordar esos temas en clase, es la dificultad de dar una explicación más o menos sintética del mencionado proceso pero que a la vez de cuenta de las infinitas complicaciones de los sucesos, en particular para quienes no han tenido un acercamiento profundo al tema.

Parte de la complicación viene de que la investigación histórica continuamente aporta datos, perspectivas y conocimiento a un tema, que a medida que pasa el tiempo se complejiza. Este continuo aporte ha obligado a dejar de lado algunas explicaciones que –en términos de docencia eran verdaderos tesoros- por su simplicidad y facilidad de comprensión. No es la intención aquí hacer una historia de cómo se ha enseñado la Revolución, pero quizá resulte de interés rescatar al menos dos explicaciones de un proceso de dificultosa comprensión que ya no se utilizan más.

La primera de ellas era la que aludía a un cierto espíritu nacional que invadía el ánimo de los hombres protagonistas de aquellos sucesos y los movía a actuar a favor de la Patria y de la Nación, que daban así sus primeros pasos. Claro está que en los últimos tiempos, generaciones más acostumbradas a lo material y tangible encontraban esta interpretación insuficiente, como mínimo. Y los especialistas en el tema agregaban además que no permitía comprender por que motivos los hombres invadidos por ese espíritu eran tan pocos –recuérdese que cuando la Primera Junta cursa invitaciones a las provincias para que envíen sus representantes, lo hace con columnas militares que tenían por objeto recabar todas las adhesiones posibles, o fusilar a los opositores- o por qué causas hubo profundos enfrentamientos entre quienes apoyaban el cambio de autoridades. Tampoco aclara mucho acerca de por qué razones, pueblos enteros decidieron seguir vinculados al orden colonial, como fueron los casos de México y Perú. Un espíritu escaso que no alcanzó a todos tal vez, hombres muy mezquinos quizá, lo cierto es que esta idea de un espíritu nacional como motor de los cambios no convencía a muchos.

Hubo otra interpretación más concreta, más ligada a intereses materiales más tangibles y más racional si se quiere. Fue aquella explicación que afirmaba que la Revolución de Mayo fue una revolución de contrabandistas porteños cuyo único objetivo era perpetuar y hacer de esa actividad al margen de la ley, su ocupación principal. Esta interpretación resultó mucho más interesante y al estar anclada en intereses concretos –aunque ilegales y reñidos con la ética- hacían al proceso independentista mucho más comprensible. Como si sus virtudes hubieran sido pocas, además promovía el debate y el intercambio de opiniones; los entusiastas de la idea del Espíritu nacional ponían el grito en el cielo y los otros respondían con datos concretos. Una verdadera joyita para el docente preocupado por sus clases. Lastima que no era cierta. No vamos decir aquí que los intereses de los contrabandistas no tuvieron influencia en el proceso revolucionario, pero es claro que tales intereses no agotan la complejidad del tema y tampoco explican por qué se sumaron tantos individuos que nada tenían que ver con el puerto al bando rebelde. Por supuesto que además dejan fuera de la explicación al resto de América Hispana, donde florecieron movimientos en casi todos los pueblos importantes.

Hoy, la elección de muchos docentes de escuelas medias para explicar el tema, quizá llevados por lo manuales que tienen a su disposición, parece ser contar día a día -o en muchos casos contar minuto a minuto- el proceso que culmina en el 25 de Mayo y a partir de ahí, hacer un listado más o menos explicativo de los gobiernos que siguieron a la Primera Junta hasta culminar con el Directorio. Puede discutirse si esto está bien o está mal, cuanto recordarán los alumnos de esta miríada de datos o si es útil para la comprensión del proceso en general.

En lo personal creo que tal modo de encarar el tema no está del todo mal, aunque desde mi punto de vista creo que es preferible enseñar ideas antes que datos, porque los datos se olvidan y las ideas quedan. Y a ello le agregaría el repaso de dos procesos importantes, que tienen un desarrollo en el largo plazo y que son independientes de la voluntad individual de los actores pero que dan un marco más comprensible del tema. Uno de ellos es la declinación de la sociedad de Antiguo Régimen y el otro es el surgimiento de varios corpus de ideas, que con distintos alcances van a modelar el panorama ideológico del siglo XIX. Como se sabe la sociedad de Antiguo Régimen es la sociedad que existe con variaciones en Europa y sus dominios antes de la Revolución Francesa, basada en estamentos -algunos de los cuales son más privilegiados-, con un derecho plural que se expresa en desigualdades tantos sociales como geográficas.

Respecto de las ideas, cabe mencionar en primer lugar al Liberalismo con su muy disolvente idea de una sociedad formada por individuos en contraposición a una sociedad corporativa como la de Antiguo Régimen; el Nacionalismo aunque tenuemente al principio, con su aporte fundamental al afirmar que la nación no es solo una comunidad identitaria sino también un actor político con intereses y que además es representable; el democratismo o igualitarismo -ejemplificado en los jacobinos franceses y en los Sans Coulottes- que rescataban lo valores de igualdad en el marco de una sociedad signada por el privilegio, y junto a ello el republicanismo que partiendo de una concepción elitista de la política, en resignificación continua llega a asimilarse con el tiempo a la democracia. Es claro que todas estas ideas no tienen la misma importancia en el mismo momento, pero configuran un telón de fondo que es indispensable tener en cuenta al acercarse al proceso revolucionario.

Esta es una apreciación más de alguien que no es, ni pretende serlo, el dueño de la verdad acerca de la actividad docente. Simplemente hemos tratado de pensar como enseñar la Revolución de Mayo, qué temas suelen quedar olvidados y aportar un punto de vista que pueda servir, más que como receta, como disparador para re-pensar nuestro trabajo cotidiano.

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Mag. Fernando Carlos URQUIZA:
Facultad de Ciencias Humanas, Facultad de Derecho, Instituto de Estudios Jurídicos y Sociales (IEJUS), UNICEN.
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