22 de junio de 2017

Desarrollo y turismo sostenible: en búsqueda de un paradigma para un futuro justo y equitativo

Dra. Valeria PALAVECINO

Desde mediados de siglo XX, la cuestión del desarrollo ha formado parte de la agenda de pública. En los discursos políticos, económicos y sociales aparece como el epicentro de múltiples discusiones, aunque el término “desarrollo” estuvo ligado de manera central con los aspectos economicistas de la cuestión – ingreso, crecimiento, progreso –, relegando al resto de los aspectos de los debates hasta el último cuarto del siglo.

En esas concepciones, se imponía un modelo de “desarrollo” lineal, en donde las sociedades del “primer mundo” eran tomadas como ejemplo a imitar, y el progreso solo podía ser alcanzado si se respetaban una serie de fases o etapas formuladas en los países centrales. Solo desde los años ochenta del pasado siglo comenzó a reflexionarse sobre el impacto de ese modelo de “desarrollo”, en especial desde el campo cultural, denunciando ese sesgo economicista, y la necesidad de reconocer el impacto social que muchas de las medidas desarrollistas tenían sobre los grupos humanos. Eran los primeros pasos de una concepción que ponía sobre la mesa la idea de desarrollo indisociable de reconocer a los individuos como sujetos plenos de derechos, no simples eslabones de las políticas económicas. Comenzó a imperar la idea de que importa el desarrollo económico en tanto exista una distribución equitativa de sus beneficios entre los individuos.

En esa línea, en el marco de la Cumbre de Rio de 1992, se incorporó el criterio de sostenibilidad, que destacaba que para que se produzca el bienestar social se torna central reconocer la calidad de vida que implican los factores culturales. El turismo, desde esta concepción, pasó a ocupar un lugar de preeminencia. Sin duda su historia reconoce, a lo largo del siglo XX, la primacía de un modelo de desarrollo “industrial”, de turismo de masas, en donde el eje estaba puesto en los beneficios económicos para los prestadores turísticos, y en la expansión del turismo desde políticas estatales que buscaban la satisfacción del visitante. Este modelo fue exitoso en muchos aspectos, especialmente al ver el impacto que tuvo en amplios sectores sociales antes ajenos al turismo como espacio de ocio.

Sin embargo, la idea de sostenibilidad puso en tensión esa concepción, al destacar que no alcanzaba con pensar el turismo –y las políticas que acompañan su desenvolvimiento– si no atendemos a las comunidades locales involucradas en los procesos de desarrollo turístico. En ese sentido, la Carta de Turismo Sostenible, emanada de la Conferencia Mundial de Turismo Sostenible de 1995, puso las bases de un nuevo paradigma. La misma destaca que el turismo “es una actividad ambivalente, dado que puede aportar grandes ventajas en el ámbito socioeconómico y cultural, mientras que, al mismo tiempo, puede contribuir a la degradación medioambiental y a la pérdida de la identidad local”. En este sentido, se propone pensar a los proyectos turísticos fundados sobre criterios de “sostenibilidad, es decir, han de ser soportables ecológicamente a largo plazo, viables económicamente y equitativos desde una perspectiva ética y social para las comunidades locales”. Así, los emprendimientos turísticos deben buscar un desarrollo sostenible, perseguir el objetivo de alcanzar una gestión global de los recursos con el fin de asegurar su durabilidad, permitiendo conservar el capital natural y cultural, incluyendo las áreas protegidas.

Por otro lado, destaca que “siendo el turismo un potente instrumento de mejora, puede y debe participar activamente en la estrategia de desarrollo sostenible. Una buena gestión del turismo exige garantizar la sostenibilidad de los recursos de los que depende”. Esto es posible si se respetan los frágiles equilibrios que caracterizan muchos destinos turísticos, con acciones previsibles en el tiempo que contemplen la biodiversidad y el impacto producido. Además, se deben considerar los efectos sobre el patrimonio cultural y las tradiciones de las comunidades locales, con políticas turísticas que reconozcan esos factores locales.

Ese desarrollo de un turismo sostenible se dará en tanto la solidaridad, el respeto mutuo y la activa participación de todos los actores implicados estén presentes. En ese sentido, la Carta destaca que “los criterios de calidad orientados a la preservación del destino turístico y a la capacidad de satisfacción del turista, determinados conjuntamente con las comunidades locales y basados en los principios del desarrollo sostenible, deberían ser objetivos prioritarios en la formulación de las estrategias y proyectos turísticos”. En ese sentido, el turismo como parte del desarrollo sostenible debe apoyarse en la diversidad de oportunidades ofrecidas por las economías locales, contribuyendo a su desarrollo y mejorando la calidad de vida de las poblaciones receptoras y su enriquecimiento sociocultural.

Estas acciones solo serán posibles en la medida que los gobiernos y las organizaciones multilaterales generen políticas claras que prioricen el apoyo a proyectos turísticos que mejoren la calidad medioambiental, protejan el patrimonio cultural y reconozcan el rol fundamental de las comunidades locales. Es necesario potenciar redes abiertas de investigación, difusión y transferencia en relación al turismo sostenible, e involucrar activamente al sector turístico en la prosecución de los objetivos deseados.

Así, luego de la Carta de Turismo Sostenible y bajo la consigna de la sustentabilidad que emergen en el marco del Año Internacional del Turismo Sostenible para el Desarrollo, declarado por las Naciones Unidas en 2017, se consolida una búsqueda que busca fortalecer al menos cinco puntos centrales: la mejora sustancial en la calidad de vida de los residentes; el reforzamiento de los valores culturales y su identidad; la conservación de los atractivos del lugar para las generaciones futuras; una experiencia gratificante, de calidad e interés para el visitante; y el equilibrio entre turismo, negocio y conservación.

Sin duda el desafío que se nos presenta en relación al desarrollo de un turismo sostenible es enorme, pero no menos motivador si pensamos que, como hemos venido apuntando, es necesario para construir una sociedad más justa y equitativa. Desde la formación profesional que desarrollamos desde la Carrera de Turismo de la Facultad de Ciencias Humanas tenemos presente este desafío, y reconocemos en la concepción de turismo sostenible un paradigma desde donde pensar la práctica profesional, y su desarrollo concreto en nuestro medio.

Bibliografía:

Carta de Turismo Sostenible (1995). Conferencia Mundial de Turismo Sostenible, Lanzarote, Islas Canarias, España. http://www.icomos.org. Acceso: mayo de 2017.

de Sá Souza, F. (2008). “Dimensión Cultural del desarrollo local”, en H. Olmos y R. Santillán Güemes (Comp.). Cultura. Formas del desarrollo, Buenos Aires: Ediciones CICCUS.

Getino, O. (2009). Turismo. Entre el ocio y el neg-ocio. Identidad cultural y desarrollo económico en América Latina y el Mercosur. Buenos Aires: Ediciones CICCUS.

Niding, M. (2001). “Turismo e identidades regionales en el marco de la globalización de fin de siglo. Una visión crítica”. Realidad, Enigma y Soluciones en Turismo, II, 2. CONDET.

Olmos, H. (2008). “Identidad Cultural y desarrollo”, en H. Olmos y R. Santillán Güemes (comp.). Cultura. Formas del desarrollo, Buenos Aires: Ediciones CICCUS.

© Todos los derechos reservados. UNICEN DIvulga 2010-2017.

Dra. Valeria PALAVECINO:
Investigadora CIEP-CIC. Directora Carrera Turismo, Facultad de Ciencias Humanas, UNICEN.
Contacto: valepalavecino [at] yahoo [dot] com [dot] ar