Ecología
3 de junio de 2011

¿Quién es responsable?

Dr. Osvaldo F. CANZIANI

Hace décadas que en la Tierra se registran cambios diversos que afectan al ambiente y, consecuentemente, a cada ser humano y  a la sociedad en su conjunto. Algunos son de impacto general, como ocurre con los cambios de la temperie y el clima, ubicuos y fácilmente detectables. Otros, como la extinción de especies,  la acidificación de los mares y océanos, o el agotamiento de algunos minerales, son materia  de preocupación en ámbitos científicos, industriales y económicos, por lo que tiene escasa divulgación  en los medios comunes de información. Además, no influyen directamente en las actividades diarias,  como ocurre con los cambios climáticos. 

Sin embargo, el conocimiento de las causas y procesos que los originan y sus proyecciones a mediano y largo plazo son importantes para lograr la sostenibilidad de la vida terrestre. Por ello debemos enfatizar la urgencia porque cada miembro de la familia humana adquiera el conocimiento mínimo necesario sobre estas cuestiones, para comprender cuál es su papel en la salvaguarda de nuestro hábitat común, con el objeto de manejar los riesgos y mitigar los cambios. He aquí una tarea de la Universidad, responsable de la verdad científica y de su divulgación seria, cierta y rigurosamente fundamentada. En la celebración de los cien años de la Universidad Nacional Autónoma de México, en Septiembre de 2010, se hizo hincapié en la necesidad urgente de integrar a la Universidad en el  “outreaching” de la información ambiental, sus causas, sus efectos y su trascendencia para el logro del desarrollo durable.

Cada miembro de la familia humana debería comenzar a compartir de manera efectiva la defensa del ambiente, de cuyos recursos y servicios depende la existencia de un futuro humano sobre la Tierra. Esta frase puede parecer fuera de contexto para miembros de una sociedad desarrollada en base a un consumismo rampante, carente de toda ética. Sin embargo, como lo  dice John Broome, de la Universidad de Oxford, “toda acción que se proyecte afectando el futuro de nuestra descendencia debería ser abortada, para la salvaguarda de las generaciones avenir”. Esta declaración es el fruto del reconocimiento de la falta de equidad en el desarrollo humano y pone en evidencia el incumplimiento de las responsabilidades internacionales que resultan de las convenciones y acuerdos aceptados y refrendados por los tomadores de decisión, incluidos los gobiernos de los países en desarrollo. La falta de implementación de las  responsabilidades que emanan de las decenas de convenciones y acuerdos mundiales y regionales, pone en evidencia la ceguera, real o fingida, en lo inherente a la toma de decisión, para reducir los flagelos ambientales que afectan a la comunidad global. Esto ocurre con la totalidad de las reglas y regulaciones existentes, en relación con el cambio climático, la pérdida de la diversidad biológica, la desertificación, la deforestación y las distintas formas y escalas de la contaminación y sus impactos. No existe documentación de valor legal respecto del sobre-consumo y la transferencia honesta de tecnologías. Sin embargo, el futuro de la raza humana depende de la morigeración del consumo y la disponibilidad de tecnologías y técnicas apropiadas para su desarrollo en esta Era Antropocena, en la que, en 200 años, la Humanidad cambia abruptamente la evolución de la Naturaleza, desde el Big Bang hasta hoy.

Pero, como sabemos, la inequidad con la que se desenvuelve un mundo de intereses materiales crecientes, gestores de una competitividad ciega, lleva, inclusive, al ocultamiento de una verdad reconocida por científicos y empresarios. La relativa a los límites del crecimiento, expuesta en el primer Informe del Club de Roma, en 1972, es reafirmada por la revisión del mismo informe, treinta años después y retomada por la Ashai Glass Foundation, en su publicación “Conditions for Survival (Tokio, Noviembre 2010). Las tareas del Instituto de Resiliencia, de Estocolmo, integrados por especialistas de todo el mundo, han concluido, también en 2010, que la Humanidad se aproxima al “punto de no retorno”, al acercarse a niveles de consumo que exceden los límites de recuperación de los sistemas naturales. Deberíamos, entonces recordar la predicción paradigmática de Jacinto Benavente que, en 1923, decía “El hecho que sólo unos pocos vivan muy bien, es la razón por la cual el resto de la humanidad vive muy mal”.

Si se acepta el principio de que el desarrollo sostenible debe estar sustentado por tres componentes básicas - ambiental, social y económica-, corresponde, como se planteó en   la UNAM, que la Universidad se encargue de la divulgación de la información científica disponible sobre las cuestiones ambientales. Esta divulgación que, como sabemos, se lleva a cabo en varias facultades, departamentos y programas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, deberá expandirse y coordinarse con otras instituciones oficiales y con los movimientos sociales participativos. Esta acción es fundamental para que las organizaciones no gubernamentales complementen, mediante procesos de educación informal, la tarea universitaria y la expandan a todos los niveles de la sociedad.

Se trata de una labor ecuménica pues todos y cada uno de nosotros, somos los responsables de una catástrofe global, evidenciada ya por los desastres originados por la temperie y el clima, la extinción de especies, etc. Por ello se deberá resolver la falta de dialogo con los órganos oficiales que, alimentados en la dicotomía Ciencia-Política, no consultan a los grupos científicos sobre la toma de decisiones relativas al entorno ambiental, ni  auspician las participación de especialistas nacionales en eventos, reuniones, congresos y conferencias internacionales y regionales. Por ello sus conclusiones, decisiones y recomendaciones están ligadas a los intereses de la sociedad de consumo de los países desarrollados. Recordemos que su avidez de recursos naturales y su angurria económica siguen deformando los textos de acuerdos y convenios internacionales, que, en lo que concierne a la participación de nuestros países, han sido, generalmente, desarrollados sin el asesoramiento científico necesario para la defensa cabal de nuestros intereses ambientales, sociales y económicos.

En este contexto, valga la experiencia acumulada en casi 30 años de actividad en América Latina y el Caribe, en distintas Agencias Especializadas de las Naciones Unidas y sus Grupos de Trabajo y Paneles Internacionales, como el IPCC. Por la interacción natural con colegas del mundo científico y tecnológico de nuestra Región, podemos, sin desmedro de persona o institución alguna, afirmar que aunque reconozcamos la acción de nuestro personal diplomático, ellos no son, ni quieren ser, especialistas en todas y cada una de las materias y sectores del quehacer científico. Consecuentemente, sólo con el asesoramiento científico y tecnológico, que pueden y deben proveer las universidades, centros de investigación y el empresariado responsable, los países en desarrollo podrán participar como pares reales y efectivos en la toma de decisiones mundiales, con las que se definirá nuestro futuro en un mundo globalizado. Sólo representaciones con una clara visión científica, evaluada y valorada social y económicamente, podrán asesorar a los diplomáticos argentinos en las cuestiones candentes de la futura gobernanza mundial. Regiones y países relativamente “vacíos”, como América Latina y, en particular. Argentina, necesitan definir urgentemente posiciones geopolíticamente justificables.

Esto sólo se logrará, como ya se ha mencionado, con la cooperación de las Universidades (nacionales y privadas), los Centros de Investigación Científica, Social y Económica y la colaboración del Sector Económico. Ellos deberán proveer, de manera integral e integrada, las referencias para encarar las diversas cuestiones que se debaten en un mundo lleno de intereses y contradicciones. Deberán asistir al Estado y sus representantes diplomáticos, en todas las gestiones de un mundo convulsionado por el cambio ambiental global y sus implicaciones en las seguridades básicas de la comunidad nacional. Todos, pero en particular las universidades, deberán entender que el proceso y los ciclos ambientales son enteramente interdisciplinarios, razón por la cual, como lo propuso la UNAM, la participación de todos y cada uno de los elementos integrantes del quehacer ambiental es imprescindible. También es imprescindible la coordinación con las demás universidades oficiales y privadas. La verdad científica es elusiva y está, como se ha comprobado, en los lugares menos sospechados.

Jamás olvidemos que todos somos responsables de esta Era Antropocena.

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Dr. Osvaldo F. CANZIANI:
Vicepresidente del Club de Roma, Co-partícipe del Premio Nobel de la Paz 2007, como miembro del Bureau del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático. Ex-investigador de CONICET, ex-Director Regional de la OMM para América Latina y el Caribe.
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